Recuerdo perfectamente lo que sentí cuando escuché la anécdota de Warren Ellis contada en el documental “20,000 Days on Earth” (2014), como también el estupor cuando supe de este libro, "Nina Simone's Gum: A Memoir of Things Lost and Found", publicado en 2021 y ahora traducido por Núria Molines y publicado por la imprescindible editorial Alpha Decay. Y es que no encontraba la necesidad de ello, pensaba que la anécdota se quedaba justo en eso, en un momento divertido de la vida de Ellis y Cave, que no tenía sentido alguno profundizar en algo tan personal, ahora revestido de genialidad y escrito para el consumo de unos y de otros. Obviamente, me equivocaba, quizá guiado porque siempre me he considerado un fetichista de mis ídolos y el mero hecho de contar a millones de personas o intentar explicar algo tan personal me parece una labor increíblemente compleja, quizá porque no entendía el porqué de este libro, hasta haberlo leído y, sintiéndome como Ellis en muchas ocasiones, me aterra perder mis pequeñas reliquias.
Warren Ellis no es un escritor y quizá tampoco un músico al uso, tal y como podría entenderse dentro de unos márgenes tan férreos como los que nos imponemos, aunque tampoco creo que haya muchos músicos de su pedigrí y con su talento, pero no necesita dominar la escritura para hacernos entender lo que quiere contarnos con tanta ternura. ¿De qué trata este libro entonces? De las pequeñas cosas, de esos tesoros que a veces nos rodean y nadie entiende; Ellis, tras años de peregrinaje, cumple el sueño de ver a Nina Simone sobre las tablas en el festival Meltdown de Londres, en 1999, organizado por el propio Cave. El violinista y guitarrista, multinstrumentista de los Bad Seeds, salta al escenario una vez ha acabado la actuación y se apropia de la toalla blanca de la artista y el chicle que ella misma se había sacado de la boca, comenzando así el viaje, a través del tiempo, de un fetiche que Ellis conserva durante años, incapaz de contemplarlo, dotándolo de un sentimiento mágico, y la petición del propio Cave de exhibirlo en la exposición itinerante Stranger Than Kindness.
Pero, entre líneas, Ellis quiere contarte otra cosa y es la importancia de esas cosas que antes mencionaba y cómo forman parte de nuestra vida, de cómo algo tan pequeño e insignificante es capaz de traspasar el afecto propio para encender el cariño de todo aquel que es partícipe de la historia, de cómo se puede asegurar con dinero algo que no tiene precio pero sí valor, de cómo se hacen réplicas e incluso colgantes, de cómo aquellos que lo contemplan y forman parte del periplo del chicle desarrollan una relación tan sensible y todo aquel que lo recibe entiende la importancia porque, en definitiva, es un vínculo con su propio amigo, Warren Ellis, y una oda de amor hacia Nina Simone y lo que su música significa para este; algo incalculable, aquello que mueve nuestras tripas y es capaz de conmovernos.
Por lo tanto, “El chicle de Nina Simone”, y muy a pesar de ser una rara avis, es recomendable para aquellos que disfrutan de la literatura a otro nivel (no más elevado, sino diferente), para los seguidores de Cave (aquellos que llevamos tiempo en sus filas y esos tan banales como recientes que pueblan Instagram y exhiben sus discos como el que posa con dos percas en cada mano), pero para todo aquel -en definitiva- que posea un mínimo de sensibilidad y sepa ver más allá lo simple en esas pequeñas cosas que acechan detrás de la puerta, en un cajón, en un papel, y nos tienen a su merced, como hojas muertas.
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