Siempre que alguien compara a una banda relativamente joven con una de las vacas sagradas de la música, tiendo a ignorar semejante comentario y temerme lo peor porque esas tonterías, más tarde o más temprano, terminan por calar en los artistas y siempre, e invariablemente, es a peor. Es lo mismo que siento cuando una banda ficha por una multinacional y las buenas intenciones quedan en el sello anterior, cuando les escuchaban cuatro gatos; no es esnobismo y tampoco que la ausencia de medios sea capaz de parir buenas obras y los acomodados burgueses sean incapaces de mantener a las musas de su lado, es que -en muchas ocasiones- lo que ocurre es que los sellos: A) Llegan tarde y fichan a un artista que ya lo ha dado todo; B) Se apresuran en contratar a artistas que no han demostrado nada y su primer o segundo disco ha sido toda una carambola del destino que rara vez vuelven a repetir; C) Fichan a glorias pretéritas o artistas ya quemados con la única intención de esquilmar a sus seguidores o acceder a parte de su catálogo. Con los ucranianos 1914 no tenía ninguno de esos miedos; "Eschatology of War" (2015) es un disco notable y con "The Blind Leading the Blind" (2018) ya sabemos todos lo que ocurrió y es que toda la industria giró la cabeza para ver de dónde habían salido y, lógicamente, Napalm Records los contrataron. Pero si no me ocurrió con ellos no es porque Napalm no sean Warner Bros o Island, es porque 1914 han demostrado estar por encima de las falsas expectativas y sabía categóricamente que su nuevo álbum, "Where Fear and Weapons Meet" (2021) sería otra gran obra.
¡Qué poco me equivocaba! Maryan Kryskuv y Alexander Backlund graban y mezclan un álbum en el que el quinteto si bien recuerda a Bolt Thrower no es por su pesadez y solidez -que también- sino por su pericia compositiva y saber retratar los horrores de la guerra de manera tremebunda. Olvídate de la guerra de chiste de Sabaton y sus peroratas de enciclopedia escolar, cuando suena 1914 hueles las tripas derramadas en el barro, huele a humedad y, como ocurre cuando lees a Céline, sientes el relinchar de los caballos en el campo de batalla, mezclándose con los infinitos bombazos de pólvora. Los ucranianos no están aquí para entretenerte, sino para que cierres los ojos y viajes con ellos al frente con su mezcla de death, doom y black.
“War In” es, por fin, una introducción que sirve precisamente para eso y no para rellenar, con ella viajamos a la fría Europa y al asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, 1914. La narración de “FN .380 ACP#19074” es soberbia, los arreglos magníficos y repletos de drama, no hay lugar para el descanso, los trémolos y el bombo corren raudos sobre estos, mientras que “Vimy Ridge (In Memory of Filip Konowal)” es puro Thrower, death metal de pesadísima profundidad. Esa gloriosa mezcla que la banda ha perfeccionado y es capaz de orbitar entre ese death y el black, “Pillars of Fire (The Battle of Messines)” o “Don’t Tread on Me (Harlem Hellfighters)”, piezas de siniestra negrura, fría como el acero abriéndose paso en tu pecho. Mientras que la folkie, “Coward”, con Sasha Boole, narra la historia de un desertor británico y nos prepara para un single de semejante pegada como es “…And a Cross Now Marks His Place”, puro doom que evolucionará hasta el death sinfónico de “Corps d’Autos-Canons-Mitirailleuses (A.C.M.)”.
Pero si quieres oscuridad, la tendrás; “Mit Gott für König und Vaterland” es más black que lo que cualquier banda de la fría noruega pueda grabar actualmente (por ejemplo, Satyricon), como “The Green Fields of France” ahonda en esa vertiente folk, como “Coward”, y enlaza perfectamente con “War Out”, a modo de créditos de lo que acabamos de vivir, una vieja radio sonando con todo el ruido de fondo posible. "Where Fear and Weapons Meet" me parece un auténtico sobresaliente a añadir a su breve, pero brillante discografía. 1914 se están haciendo un nombre, qué duda cabe, pero a golpe de talento…
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