In Flames, como ya he escrito en muchas ocasiones, son esa banda de la que muchos reniegan en redes y corrillos, criticando sus últimos movimientos, pero luego, cuando los ven sobre un escenario se les caen sus argumentos y se encuentran berreando el estribillo de “Alias” u “Only For The Weak” pero, ayer sábado, tras el magnífico concierto de los suecos en Madrid (quizá el mejor que han podido dar jamás en esta ciudad), me di cuenta de algo muy importante que sirvió para la combustión de semejante noche y que es vital para entender el actual estado de forma, en directo, de una banda a la que muchos dábamos por perdida en estudio. Es verdad que la pandemia ha aumentado las ganas de conciertos, para unos y para otros, para su público y para los propios artistas, como también que el nacimiento de The Halo Effect parece haber sido el gran motivo por el que In Flames hayan publicado dos singles como "State of Slow Decay", "Foregone Pt. 1" o "The Great Deceiver" (canciones que no son la cuadratura del círculo, pero sí lo suficientemente agresivas y compuestas con ganas, como para hacer que nos olvidemos de algo tan pueril como "(This Is Our) House") o se lancen a interpretar composiciones de sus épocas más remotas, pero hay otro gran motivo por el que este pasado sábado sentí que la sala La Riviera se iba a caer sobre nosotros; la vieja guardia de In Flames o, por lo menos, aquellos que han dejado de estar en sus trincheras, con sus lamentos sobre la pérdida de Jesper, Peter, Daniel o Niclas, sus críticas a todos los discos desde "Come Clarity" (2006), han dado paso a un ejército de nuevos y jóvenes seguidores, mucho más abiertos de mente, que no lloran sobre la portada de “Battles” (2016) sino que valoran la carrera de In Flames en su conjunto y siguen dándoles la oportunidad de demostrar que hay talento y ganas.
Puede ser esto, la sana competencia con The Halo Effect o los dos años de pandemia, llámalo química o, simplemente, magia pero hasta el que firma esta crítica tuvo que rendirse ante una noche extraña en la que Orbit Culture o mis queridos At The Gates se debían erigir como valedores, apuestas seguras (unos, por juventud, los otros por veteranía y saber hacer), de una nueva gira de In Flames y un disco al que le faltan tres meses por ver la luz y, sin embargo, se vivió una entrega inaudita por parte de un público voraz, excitado y repleto de alegría que retroalimentó a unos músicos que quizá no se esperaban semejante explosión. Ayer sábado no hubo ni una puta garganta, desde la primera hasta la última fila, que no corease sus estribillos, hasta tal punto que, desde la primeras posiciones (y sé que no soy el único), tanto Anders como Björn no pudieron hacer otra cosa que aplaudirnos y, con los ojos enrojecidos, jurar que no olvidarán la noche de Madrid. “Holy Shit!” -le dijo Gelotte a Anders, lejos del micro, tras "I Am Above" y la respuesta de un público que parecía querer tomar el escenario, mil quinientas personas saltando y apretándose contras las primeras filas. Si el sábado no estuviste en el concierto de In Flames, te has perdido uno de los conciertos con mejor ambiente y más energía de los últimos años, y es que todos tuvimos la sensación de haber vivido algo histórico.
Con la reciente incorporacion de Anders Björler, tras la salida del fugaz y controvertido Jonas Stålhammar, At The Gates volvían a Madrid con "The Nightmare of Being" (2021) pero, fundamentalmente, "Slaughter of the Soul" (1995). “Spectre of Extinction” sirvió de introducción, sonando mucho más dramática y sólida en directo, mientras que “Slaughter Of The Soul” y el mítico “Go!” de Tomas sirvieron para que el concierto despegase. "At War With Reality" y "To Drink From the Night Itself" sonaron perfectas, grandiosa la dupla entre Anders y Martin, como mi favorita, “Cold”, y ese puente tan bello. "Heroes and Tombs" o "Death and the Labyrinth" nos recordaron la grandeza de "At War with Reality" (2014), como la final “The Night Eternal”, precedida por ese petardazo que es y siempre será “Blinded By Fear”.
Es verdad que el repertorio podría haber sido mejor, que hay canciones como “Wallflower” que podrían haber dado paso a otros clásicos, que “I Am Above” no es lo que muchos esperaríamos para un final de concierto de In Flames, toda la razón y, seguramente, si hubieses hablado conmigo esa misma tarde habrías notado como me goteaba el colmillo ante semejantes elecciones pero, mi décimo concierto de In Flames me guardaba una sorpresa mayúscula, algo con lo que nadie puede contar, ni siquiera ellos mismos. No había comenzado a sonar una sola nota (estás leyendo bien, sólo habían puesto el pie sobre el escenario) y el público comenzó a gritar de tal forma que Anders miró al resto perplejo, ¿qué es lo que está pasando? Cuando Tanner Wayne comenzó a maltratar su batería, fue el momento en el que toda la sala pareció caerse sobre ellos y el riff de “The Great Deceiver” generó que los primeros cuerpos comenzasen a avalanzarse sobre el foso; no era algo violento, simplemente pura energía, las luces parpadeaban y parecía que Björn o Chris Broderick se movían a cámara lenta pero, en realidad, In Flames cabalgaban a toda velocidad gracias a uno de sus nuevos singles. Poco nos podíamos imaginar que aquello sería la tónica de todo el concierto y no únicamente el espejismo efervescente de la primera canción, “Pinball Map” tensó aún más la energía e In Flames sonaron más veloces que en “Clayman”, mientras Anders se volcaba con las primeras filas.
“Guided by the pinball map. The driver still unknown to me. Who was sent to glorify? Before we injected this common pride” -cantamos todos a grito pelado frente a un Anders que parecía no entender por qué no se le escuchaba a pesar de estar dejándose la garganta. El motivo era sencillo, más de mil personas tapaban su voz, cantaban los solos, coreaban los riffs, no era casualidad que Bjorn pidiese más volumen en varias ocasiones.
La introducción de “Cloud Connected” hizo que toda la pista volviese a botar, e incluso el trémolo de “Behind Space” fue coreado por aquellos que no la conocían, pero supieron convertir la pista en una olla a presión. “Graveland” y “The Hive” sirvieron para calentar un concierto en el que se evitaron los últimos discos y sí supieron mirar a "The Jester Race" (1996) "Whoracle" (1997), e incluso “Colony” (1999) con “Scorn”. Poco podíamos esperarnos que “Clayman” (2000) haría acto de presencia tan pronto, por segunda vez tras “Pinball Map”, con una interpretación de “Only for the Weak” que dejó a Broderick, Anders, Björn, Bryce y Tanner completamente fuera de sí ante semejante coro del público, como si nunca hubiese sonado antes, grandísima interpretación (además de tener la suerte de conseguir la púa de Björn). “Leeches” y su ritmo dieron paso a la agresiva “Foregone Pt. 1”. De “Battles” (2016) hubiese elegido otra muy diferente a “Wallflower”, pero “State of Slow Decay” volvió a calentar un concierto al que poca leña hacía falta para prenderse a la mínima y “Alias” o “The Mirror's Truth”, además de los constantes cánticos lograron que Anders tuviese que callarse de nuevo y asegurar que estaba viviendo el mejor concierto de toda la gira, siendo su enésima noche.
El éxtasis llegó, contra todo pronóstico, con “I Am Above” y Anders no sabiendo cómo continuar la letra cuando se encontró con que el público lo tapaba por completo, ni Björn daba crédito tampoco. “Tened por seguro que volveremos pronto”, y “Take This Life” terminó de reventar la sala, con tanta energía y fuerza que pareció un cohete a reacción. Las luces encendidas, la sala repleta, cara de emoción en el escenario y sonrisas entre el público, mi décimo concierto de In Flames ha sido diferente, soy consciente de los defectos de sus últimos discos, de sus traspiés y equivocaciones, pero lo que Madrid vivió el pasado sábado fue, sencillamente, el mejor concierto de In Flames en nuestra ciudad y uno de los mejores de este año en una semana en la que Krisiun, Nile, Voivod, Opeth y At The Gates parecían poner el listón demasiado alto para Anders y los suyos. In Flames están más vivos que nunca y fue gracias a todos los que acudimos a su concierto en Madrid. No hay palabras para describir semejante noche…
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