Escribir durante más de cinco años sobre el mismo grupo, cada vez que publican un nuevo álbum, bien debería valerme para entender que los daneses, llegados a estas alturas, no van a cambiar pero, bien visto, el problema es mío porque soy yo quien no debería esperar un brusco giro de timón sino sentarme en el sofá y escuchar su nuevo disco sabiendo de antemano lo que voy a encontrarme. “Servant Of The Mind” es el mismo pienso con el que Poulsen nos lleva cebando años, canciones hiperproducidas por ese trío demoníaco tras los mandos que es el de Poulsen, Caggiano y Hansen, en las que ya no hay la chispa de "Guitar Gangsters & Cadillac Blood" (2008) y que, tras ser escuchadas una docena de veces, hacen que me pregunte por todos aquellos que me escribieron indignados tras "Seal the Deal & Let's Boogie" (2016) o "Rewind · Replay · Rebound" (2019) y me citaban otras publicaciones o supuestos profesionales de la música escrita que, paradójicamente, ahora con la publicación de “Servant Of The Mind” son los mismos que tienen que desdecirse y cargar las tintas contra aquellos discos para encumbrar a este último, en una suerte de parábola por la que Volbeat han de ser comparados con Motörhead, AC/DC o Bad Religion para hacernos creer que la falta de recursos, originalidad y frescura de los de Copenhague se debe a su fortísima personalidad o señas de identidad. Ajenos a que son ellos mismos, muchas veces, los que critican a esas bandas por su supuesta escasez de miras e inmovilismo.
“Servant Of The Mind” suena mejor producido que "Rewind · Replay · Rebound", lo que tampoco resulta un gran logro si tenemos en cuenta que Poulsen y Caggiano no son Brian Eno y Alan Parsons, y todo su empeño es conseguir una producción redonda y sin fisuras como la de Metallica a primeros de los noventa. Por otro lado, las canciones de este álbum parecen más trabajadas que en los anteriores dos discos, la escritura es ligeramente superior y el propio cuerpo de las composiciones denota más tiempo en el estudio, por lo que supongo que la pandemia ha obligado a la mujer de Poulsen a dejarlo descansar y componer con algo más de tiempo pero, con todo, volvemos a encontrarnos canciones pobres en las que la influencia rockabilly de los cincuenta y el metal no logran la alquímica fórmula de "Guitar Gangsters & Cadillac Blood" (2008) y abundan los coros repletos de vocales abiertas para que hasta el parvulario con más tasa de diversidad funcional sea capaz de no perderse al cantar sus canciones.
Resulta innegable que “Temple Of Ekur” suena arrolladora pero también prefabricada, las guitarras tienen más presencia y se agradece, hay una mayor concesión al riff y Volbeat parecen revitalizados pero es tan sólo un espejismo cuando entra la voz de Poulsen y nos encontramos toneladas de azúcar en el estribillo, la infantilona “Wait A Minute Girl” con Doug Corcoran al saxofón y Ray Jacildo al piano, transformando por unos segundos a Volbeat en una E Street Band de provincias o el robo descarado a Jeff Hanneman en el riff de apertura de “The Sacred Stones” y su forma de comenzar la melodía en las estrofas, resonando por “Holy Diver”. “Shotgun Blues” es uno de los peores singles que hayan publicado y sólo puedo salvar el muro de guitarras frente al canto tirolés de Poulsen y su planísima forma de cantar.
“The Devil Rages On” emula al clásico “Misirlou”, mientras en “Say No More” y sus primeros compases se destila de nuevo el plagio. Quince canciones son demasiadas para Volbeat y deberían saberlo, “Heaven’s Descent” apesta a la década de los ochenta, como "Dagen Før" es lo mejor que saben hacer cuando quieren sonar como Foo Fighters, algo que repetirán en “Step Into Light”, como canciones como “Becoming” intentan demostrarnos que, como amenaza Poulsen, el disco de death metal de Volbeat podría ver algún día la luz. “The Passenger”, “Lasse’s Birgitta” o “Return To None” parecen sobrantes de la quema e incluso “Domino”, a pesar de su encanto surf, es posiblemente lo más cargante y repetitivo que hayan grabado jamás.
Sonando mejor que "Rewind · Replay · Rebound", “Servant Of The Mind” es otra ración de esteroides asiáticos para aparecer inflado en los festivales de verano y pasar raquíticos los inviernos escuchando unas canciones poco inspiradas, con mucha producción y carentes de la chispa de antaño. Volbeat son actualmente lo que fueron Nickelback a los primeros “dosmil”, una banda sin riesgo, la clásica música que podría escuchar tu padre para creer que está a la honda y avergonzarte delante de tus amigos.
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