A veces, sólo a veces, cuando leo o escucho a los seguidores de la actual escena referirse al nuevo álbum de una banda como Bullet For My Valentine y conformarse con un poquito de ruido, entorno los ojos hacia el cielo igual (exactamente igual que cuando estoy esperando a que una banda tome el escenario) y el pipa, roadie o técnico se cuelga la guitarra, segundos antes de que se apaguen las luces, y toca un MI (dos deditos sobre el traste dos, cuerdas cuatro y cinco) con un poquito de distorsión y la turba enloquece como si Hendrix o Rhoads hubiesen bajado del cielo porque es el mismo tipo de locura, de conformismo; un poquito de ruido basta para que la masa se excite. Bullet For My Valentine grabaron un buen debut (“The Poison”, 2005) y dos discos aceptables "Scream Aim Fire" (2008) y "Fever" (2010) para decepcionarnos a todos con el mediocre “Temper Temper” (2013) y resurgir de sus cenizas con “Venom” (2015) y todos rendidos a sus pies, creyendo que lo grabado dos años antes fue un mero traspiés. Pero “Gravity” (2018) confirmó lo contrario, que Bullet For My Valentine son una banda interesada en llegar al mainstream más absoluto siendo capaces de edulcorar su sonido al máximo, hasta perder cualquier ápice de integridad o personalidad lograda a lo largo de los años. “Gravity” (a pesar de las críticas que recibimos en la publicación de su crítica) con el tiempo, se ha conformado como el peor álbum de la banda, hasta tal punto que se ha puesto en duda su capacidad, su seriedad y, lo peor de todo, su futuro. Así que la banda ha corrido presta a endurecer su sonido, a sonar más “heavy” que nunca (qué termino y expresión más rancia, por favor, pero no lo digo yo; lo han dicho ellos) y Matt, nuestro querido Matt Tuck, más interesado en cambiar su look con cada disco, con cada ciclo, no ha dudado en cambiar el rímel y la cuchilla por la barba y el pasamontañas. ¿Cuela? No, por supuesto que no.
“Knives” es igual de malo que “Gravity” pero Matt y los suyos nos la quieren colar con una producción más agresiva, más cruda y menos trabajada, tirando de compresión a tope pero, bajo la superficie, tras el cambio de look de Tuck, la portada, la producción y el sonido de las canciones, tras los baquetazos de Bowld, hay lo mismo de siempre; canciones pobremente escritas, con letras repletas de tópicos en las que Matt puede presumir de ser predecible y utilizar las mismas palabras y expresiones una y otra vez en composiciones muy pobres, planas y en las que la agresividad se siente tan impostada (“Parasite”) como forzadas también las partes más melódicas y este disco, te lo creas o no, tiene tanto de melódico que es como si hubiesen querido salpimentar las canciones de “Gravity” y hacernos creer que es metal, cuando nada más cerca de la realidad.