Si lo pensamos bien, este “The Work”, es el paso lógico tras "Where Owls Know My Name" (2018) y, por supuesto, “Monarchy” (2015). Y no estoy comenzando esta crítica de semejante forma porque este nuevo álbum de los de Reading (Norteamérica) me haya defraudado sino porque hay que entenderlo como una continuación de aquel y no una segunda parte. “The Work” alberga sorpresas, pero también algunos ganchos para aquellos que se quedaron prendados de su death metal hace ya casi cuatro años. Tal y como Schuldiner entendió en tiempo récord (fue un genio, aceptémoslo), el death metal no sólo tiene por qué tratar de monstruos, terror y gore, Rivers Of Nihil hacen lo propio y crecen en el apartado conceptual y letrístico. Pero no sólo es esto, sino que en “The Work”, los músicos parecen abandonar deliberadamente la categoría de banda de death metal con tendencia progresiva, para convertirse en una banda de progresivo que hace death metal y, en ocasiones, lo salpica con elementos más extremos. A mi edad, no tengo problema alguno con estos dos puntos y aprecio su valor, lo que no entiendo y sí veo como algo negativo es una producción tan plana y genérica para una banda tan técnica y con una propuesta tan elaborada. Brody Uttley (guitarrista de la banda, pero también ingeniero en las obras anteriores), toma el relevo del productor Carson Slovak y, en mi más que modesta opinión, estropea el resultado de “The Work”. No es extraño que cuando alguno de los músicos implicados toma el control de la cabina de producción suba su instrumento o, por el contrario, quiera intervenir tan poco que su trabajo sea tan inocuo como el de un niño que pulsa la tecla de grabar en un ensayo y eso es lo que siento en este álbum de Rivers Of Nihil. Uttley no da más presencia a su instrumento, pero tampoco resalta ninguno de los matices de su propia banda y confiere la magia que sí logro Slovak.
Tras la portada de Seagrave (a la altura de las circunstancias, por supuesto) "The Tower (Theme from "The Work")" adentra a la banda en ese terreno que mencionaba líneas más arriba, Rivers Of Nihil ya no suenan como una de death metal sino como una de progresivo de última hornada, y el saxo de Zach Strouse embellece la composición, por aquello de dar continuidad a lo exhibido en "Where Owls Know My Name" pero cuando la canción se embrutece parece que es para dar paso a “Dreaming Black Clockwork”. Sin embargo, siento que esta última cuando gana no es porque Rivers Of Nihil suenen más agresivo sino, precisamente, en su interludio, cuando crean esa calma tensa y atmosférica, antes de volver a estallar o, como ocurre en “Wait”, se les siente más seguros de sí mismos y lo que quieren lograr cuando abandonan la senda del death. Es por eso que “Focus”, sin gustarme especialmente, me engancha por el bajo de Bigss (recordando a Tool y la forma en la que Jake canta) con uno de los estribillos más accesibles de “The Work”, porque se sienten fuertes en el nuevo papel que ellos mismos están desarrollando.
Algo similar ocurre con “Clean”, es fácil y accesible, no es de extrañar que fuese elegida como adelanto, por no hablar de la parte central con el sintetizador evocando a los Floyd y todo el prog de los setenta. La canción funciona, por qué negarlo. El teclado de “The Void from Which No Sound Escapes” suena a NIN y los primeros compases a Fallujah por la atmósferas que confieren los teclados, el toque espacial sobre el que la banda parece armarse, mientras que “More?” rompe la calma con fuerza y agresividad pero controlada, más cercana al industrial que al death, y “Tower 2” parece poco más que la introducción para “Episode” en la que Rivers Of Nihil vuelven a jugar con los contrastes y el éxito de saber cómo hacer que la canción fluya de manera natural, sin forzar los cambios.
Pero, como afirmaba más arriba, es esa manía por alargar lo innecesario y coronarse en el progresivo la que les hace firmar “Terrestria IV: Work” que resuelven con maestría pero que, cuando escuchamos con atención, parece un pastiche de diferentes descartes en el estudio, permitiéndonos únicamente apreciar la versatilidad vocal de Jake en once minutos que se hacen demasiado para cualquier paladar cuando el plato es indigesto por capricho, sin olvidarme, claro está, del azúcar procesado de “Maybe One Day” en la que se calzan las botas de los Anathema o Porcupine Tree más pedorros y blandos. Intolerable, no porque no sea death sino porque es mala a rabiar. Rivers Of Nihil son una gran banda, como afirmé hace ya cuatro años, y “The Work” es un disco notable, con grandes aspiraciones y mejores ideas, pero es la producción (que Brody se centre en las guitarras, por favor) y algunas canciones las que lo hacen bajar la nota y a mí afirmar que "Where Owls Know My Name" es la cumbre sobre la que deben edificar y no jugar a rompernos la cintura sorprendiéndonos cuando, sin quererlo, ya lo hicieron con aquel y “Monarchy”.
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