Hay muchos lectores que nos escriben pidiendo una u otra crítica, mientras otros se quejan que de su grupo únicamente haya una o dos, quizá la última. Esto se debe a que esta web no es una enciclopedia, ni pretende serlo, no es un esfuerzo colaborativo y, simplemente, disfrutamos escribiendo de lo que más amamos; unas veces de manera acertada, otras veces menos. En el caso que nos ocupa, Portrait, el motivo de que no hayamos escrito antes, por lo menos en mi caso, es porque amo Mercyful Fate y aquel debut de 2008, me parecía una copia a papel carbón de los de Kim Bendix Petersen. “Crimen Laesae Majestatis Divinae” (2011) me parece una gran obra, quizá su mejor disco y, a partir de aquel, “Crossroads” (2014) baja el nivel y lo mismo ocurre con “Burn The World” (2017) en el que, sin embargo, comenzaban a dejar de fijarse en Mercyful Fate pero también en King Diamond o Iced Earth. Pero es justo aquí, en este punto, cuando, a pesar de reconocer su maestría, es cuando su carrera me parece que empieza a volverse más y más interesante, porque quieren arrancar su propio vuelo. Aquello que apuntaban en “Burn The World”, aquí en “At One With None” se perfila, y es que los suecos parecen olvidarse de sus ídolos y cualquier calco para buscar su propio camino. Es por eso que este, su quinto álbum, me parece el más interesante de todos y aquel por el que siento que debo escribir, sí, me recuerda a “Abigail” (1987) pero no sé si es por deformación propia que porque Portrait quieran recrear semejante esfuerzo de King Diamond.
Sin embargo, cuando “At One With None” concluye, el sentimiento es agridulce; Portrait han grabado un buen disco, hay buenas canciones y quieren respirar su propio aire más allá de los clásicos, pero no me gusta la producción, no por el sonido propio de la banda sino por la maldita compresión mencionada que no deja respirar a la mezcla. El sonido satura, sientes que han querido subir el volumen del máster tanto que, a veces, no se aprecian los instrumentos de manera natural. Una pena, algo que arruina el esfuerzo compositivo de los suecos. “At One With None” es muy disfrutable, pero amarga pensar lo que podría haber sido si, con estos ingredientes, hubiesen acertado con el sonido, ahora que están independizándose de sus padres o, al menos, intentándolo.