Crítica: Light The Torch "You Will Be the Death of Me"

Lo que más me duele de Light The Torch no es ningún tipo de esnobismo que me impida escuchar a esta nueva encarnación de Devil You Know, tampoco a Howard Jones interpretar nuevas composiciones, sino la constatación de que una garganta tan brillante y potente como la suya se pierde en la nadería de las nuevas canciones de Light The Torch. Tampoco esto es una novedad, así lo escribí o insinué en la reseña de su debut, “Revival” (2018). Y, lo peor de todo, es que ellos lo saben y han tomado nota; así, "You Will Be The Death Of Me", es un disco con más cuerpo y más sólido en la composición, las canciones están más trabajadas o se sienten más robustas, los estribillos no son tan obvios (siempre tienen un pequeño giro o inflexión en la voz de Jones) y, aunque los riffs de Artusato no son el colmo de la originalidad, no parecen el cliché de “Revival”. Pero nada de esto importa porque escuchar el nuevo álbum Light The Torch produce esa amarga sensación de déjà vu y sentir que todo lo que uno escucha ya ha sido inventado y malditas las ganas que tienen Jones, Artusato, Wombacher o Rüdinger por estrujarse las neuronas. "You Will Be The Death Of Me" es más inmediato y suena más fresco que “Revival”, sí, pero la escasa originalidad, su dificultad para sorprender al oyente medio y su escasez de pegada, de singles que se adhieran como un chicle a tu cerebelo, es la causante de que siento algo parecido a lo experimentado con “Revival”. Light The Torch parecen la versión de Hacendado de Killswitch Engage. Sí, son una marca de confianza y sabes que un disco de Howard Jones es difícil que te decepcione, pero no es más que un metalcore de marca blanca, de fácil ingesta, que recuerda vagamente al de hace diez o quince años, pero sin la emoción de aquel. Sabe bien, pero sabes que esa galletita de chocolate de Marge Simpson se parece más a Eleanor Abernathy y tiene la textura del poliespán cuando la mojas en leche.

 

"More Than Dreaming" suena artificial y sobreproducida, abusan de compresión y las voces dobladas y el ‘reverb’ para la garganta de Jones es absurdo: cuando tienes a un cantante de su talla no es necesario que le jodas el timbre o ensucies su interpretación con recursos que distraigan de su actuación. La épica "Let Me Fall Apart" comienza bien hasta que arrancan esos malditos coros (“Oh, oh, oh, oh”) que ensucian la canción y su estribillo. “End of the World” intenta jugar con los contrastes y el riff posee el músculo, pero la canción es demasiado plana y, de no ser por el juego con la voz de Jones, o la orquestación enlatada, sería una más de "You Will Be The Death Of Me"; un caramelo que no sabe a nada, pero confunde por su envoltorio. “Wilting In the Light”, sin embargo, es valiente y adentran a Light The Torch en un un subgénero que no es el suyo, las guitarras se sincopan levemente y cogen velocidad, hasta la insoportable “Death of Me”. 

Como ocurría con “Wilting In The Light”, “Living With a Ghost” sube la nota y comienza su segunda cara con fuerza y Light The Torch forzando la máquina, además de Jones elevando y rasgando su tono. ¿Se darán cuenta de que cuando se exprimen y quieren avanzar, dejando el metalcore más melódico de lado, es cuando suben de nota? Como siempre, la alegría dura poco en un disco de estas características; "Become the Martyr" sorprende por su pegada pero poco más, mientras que “I Hate Myself” regresa al azúcar más procesado, ese que es la muerte de un diabético metalcoreta en “Denying the Sin” o la final “Come Back to the Quicksand” porque, para despedirse, recurren a nuestro querido Terence Trent D'Arby (ahora, Sananda Maitreya) y una versión totalmente indigna del neoyorquino y su mítico “Sign Your Name” que deja al oyente aún más confundido que cuando comenzó “You Will Be The Death Of Me".

De nuevo, tres años más tarde, lo siento muchísimo por Howard Jones porque me cae genial y su voz conserva toda su magia, pero Light The Torch son puro y duro relleno, metalcore genérico para horas tempranas en los festivales, comprar un kebap o hacer cola en los aseos portátiles. Así lo sentimos y así lo escribimos, sin engaño alguno…


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