Hay algo de tragicomedia en todos esos seguidores de última hornada, que se suben tarde al carro, y se empeñan en ensalzar las últimas obras de aquellos artistas que lo han dado ya todo. En el caso de Tribulation es una verdad a medias porque, aunque “Where the Gloom Becomes Sound” merece la pena, también creo que los suecos todavía tienen suficiente talento y margen de maniobra como para sorprendernos con otro "The Horror" (2009), "The Formulas of Death" (2013), "The Children Of The Night" (2015) o el magnético "Down Below" (2018) cuando, a excepción de las canciones que funcionan como single, “Where the Gloom Becomes Sound” posee una gran cantidad de relleno; mágico para muchas bandas, insuficiente para una como Tribulation que ha sido capaz de firmar verdaderas maravillas. Muchos, sin duda aquellos que creen que este álbum es una obra maestra porque seguramente sea su primer disco publicado de Tribulation, acusarán la falta de Jonathan Hultén como síntoma de las turbulencias de una banda, por otro lado hermética, mientras que otros (de inteligencia inminentemente abisal) entenderán este, su último disco, como todo un testamento. Ajenos todos a que Tribulation ya se ha desangrado lo suficiente antes de Hultén, si la memoria no me falla con las pérdidas de Jimmie Frödin, Jakob Johansson, Jakob Ljungberg y Olof a las voces, y cuyas bajas nunca han repercutido en su música, por lo que lo de Jonathan (hasta que no les veamos de nuevo sobre los escenarios o graben su próximo disco con su reemplazo, Joseph Tholl), no deja de ser algo anecdótico para todos aquellos para los que el guitarrista e ilustrador jamás ha significado o significará algo. Guiño, guiño, codo, codo…
De nuevo, Magnus Lindberg tras el masterizado y Tom Dalgety en la mezcla, el principal problema que acusa “Where the Gloom Becomes Sound” no es el sonido del álbum o de los propios Tribulation, sonando como ellos mismos en lo que parece todo un ‘gimmick’ o ejercicio de estilo, sino la falta de canciones que igualen a su triada oficial o destilen la magia de “Down Below”. La inicial “In Remembrance” tira de épica en su ‘crescendo’, la voz de Andersson suena profunda y crujiente, cavernosa en su tono, y las guitarras de Hultén y Zaars dibujan la melodía, todo funciona en un disco en el que ellos mismos parecen saber de la ausencia de composiciones de calado y deciden situar aquellas con mayor pegada e inmediatez en sus primeras posiciones, como es el caso de “Hour Of The Wolf”, en la que ya comenzamos a sentir que Tribulation juegan a ser ellos mismos y funciona a medias; cuando nos recuerda a sus mejores momentos pero se siente predecible como single, y parecemos saber cada fraseo, cada riff, cada cambio de Leander. Lo mismos que ocurre con “Leviathans” y su maravillosa guitarra, buenas canciones pero simples y previsibles, como “Dirge of a Dying Soul” ralentiza el disco abusando de su tinte gótico o la suite que es “Lethe” que, como parece ser la moda, divide el disco en dos para que “Daughter of the Djinn” nos descerraje una guitarra puramente NWOBHMy nos permita ver a Andersson en un registro levemente más diferente a lo que nos tiene acostumbrados.
Que nadie se equivoque, amo a Tribulation, por todos es sabido, y me gusta “Where the Gloom Becomes Sound” pero tengo el criterio suficiente como para, después de escucharlos desde hace más de ocho años y otras tantas en directo, saber de lo que son capaces. No es una decepción porque Tribulation jamás podrían grabar un mal disco, pero espero que este que nos ocupa sea tan sólo un traspiés y no caigan en la complacencia del autoplagio y sepan atrapar a las musas de nuevo.