Crítica: Steven Wilson "The Future Bites"

Saber que el futuro da asco no es algo para lo que haga falta que venga Steven Wilson a desvelarnos tal misterio. Da asco, más que nada porque, según escribo esto, deja de ser futuro y se convierte en pasado y, hablando de largos recorridos, porque ninguno de nosotros estaremos, ni tú, ni él, ni yo. Que el futuro da asco es, por otro lado, algo tan manido como las metáforas por las que la luna es comparada con una dama o con un gran queso, tanto como la que enarbola la apertura, “UNSELF”, por la que Wilson compara el amor con un infierno, ya cantado mil veces a lo largo y ancho del pop. Como también es un asco y dice mucho de todos los oyentes, el que cuando un artista utilice sintetizadores se hable de un disco moderno o futurista, haciendo que Gray o a Moog entornen los ojos ante tanta estupidez. Cuando Bono cantaba en falsete en los noventa durante seis minutos y medio en “Lemon” era una horterada, ahora lo hace Wilson y evoca a Roxy Music, ignorantes también de la mano de Eno en los irlandeses, lo mismo que aquellos que le comparan con Prince o Roger Waters, esos mismos que me hicieron alejarme del presuntuoso "Hand. Cannot. Erase." (2015) y aquellas afirmaciones, “el guardián entre el centeno musical”, “el dark side of the moon de nuestra época” y mamonadas por el estilo. Pero todo esto tiene mucho que ver con lo que predica Wilson en “THE FUTURE BITES” y es que las redes sociales apestan (no lo digo yo, que también, pero lo dice él), como todo comportamiento alienante que nos aleje de nosotros mismos y los que amamos pero, volviendo a esas mamonadas tan de nuestra época que antes mencionaba, y no son más que la jodida obligación del mal entendido “vivir el momento” por el que todos somos protagonistas y necesitamos vivir momentos únicos que dejar plasmados en nuestras tristes redes sociales, como si fuésemos una celebridad, pero sin serlo, como si fuésemos relevantes y a alguien le importase; “este disco me cambió la vida”, “el mejor álbum de la historia”, “mis pies en la orilla”, “el mejor tofu del mundo”, “la mujer de mi vida”, “este vinilo de colorinchis que me ha costado cuarenta pavos y es tan fino como una oblea, que nunca escucharé, de una banda belga con cien seguidores en Bandcamp que se follan a Cocteau Twins y Alcest juntos”, “esta cerveza IPA hecha una bañera que es mejor que cualquier otra y sólo la conozco yo”, “me ha dejado mi pareja y jamás he sido tan feliz porque ahora sí que he descubierto que tengo amigos, aunque no les conozca en persona”, “escuché el disco de Wilson y dejé pasar cinco metros”, “escribo tweets como si supiese realmente de algo y el tamaño de mis estupidez es inversamente proporcional al poco amor propio del que dispongo y recibo de la gente que me rodea, mientras envejezco y aplico filtros”. Todo, absolutamente sobre lo que protesta Steven Wilson en “THE FUTURE BITES” y, maldita sea, por mucho que odie a sus seguidores (siendo yo uno de ellos), debo aceptar que, como en “To The Bone”, acierta.

 

Porque Steve Wilson, el personaje que creó Steven John Wilson funciona mucho mejor cuando desdramatiza, cuando deja de recordarnos que ha remezclado a King Crimson y nadie nota la diferencia, cuando deja de tomarse tan en serio y es capaz de abrir las ventanas de su casa y permitir que entre toda la música que le ha influenciado de una u otra manera entre, sin tener que hacer aspavientos o mentar a ABBA, Miles Davis, Prince o escribir sobre Eddie Van Halen cuando el cuerpo del guitarrista está aún caliente para, segundos después, consciente del error, pedir perdón a su hijo tras semejante subidón de esnobismo. En definitiva, Wilson funciona cuando deja que su música hable y no se lo permite ni a sí mismo, ni a sus seguidores, esos que ahora elogian “In Absentia” (2002) o "The Raven That Refused to Sing (And Other Stories)" (2013).

 

“SELF” abre rompiendo a esos seguidores, con una base a medio camino entre el horterismo ochentero, el funk y la electrónica más petarda, los coros podrían formar parte de un disco de hip hop y Steven Wilson da en la diana, suena irresistible, tanto como “KING GHOST”, me gusta su base (esta vez más cercana al trip hop de los noventa) y la forma de cantar de Steven, no tan centrada en la narración o en el fraseo más propio del rock sino algo más cerca del pop, olvidándose de la letra y sonando más libre que nunca con vocales en forma de coro. Por el contrario, "12 THINGS I FORGOT" rompe la tónica del disco y nos muestra una canción accesible y fácil, demasiado, no me gusta el tono sencillo, me aburre la melodía y es quizá lo peor de un disco valiente y atrevido, respecto a las coordenadas estilísticas en las que siempre se ha movido.

"EMINENT SLEAZE" recuerda a “Have A Cigar” de Pink Floyd, claro, pero los arreglos de cuerda, los coros y las palmas logran un groove que nos permite viajar, a pesar de los teclados y la evidente evocación a Wright, nada que Wilson no pueda solucionar con los coros femeninos a modo de mantra. “MAN OF THE PEOPLE” es la canción que debería ir en el lugar de "12 THINGS I FORGOT", y me gusta como rompe el chill de Tame Impala gracias a ese golpe espacial propio de Pink Floyd (sí, de nuevo; “Welcome To The Machine” pero sin el dramatismo de esta), imagino que por obra y gracia de David Kosten. “PERSONAL SHOPPER” es vibrante, me recuerda a Sisters Of Mercy (respiro aliviado cuando leo que “Floodland” de 1987 es uno de los discos de cabecera de Wilson y no son meras elucubraciones mías), además el recitado de Elton John es otra genialidad a la línea de flotación de todos aquellos que, por otro lado, compararán todas las ediciones y variantes de este álbum. Como “FOLLOWER” es tan crítica y afilada que roza el cinismo y peca de lo contrario o “COUNT OF UNEASE” es el clásico cierre etéreo que esperaba y me complace por familiar tanto como me irrita por obvio, de un álbum que me parece una genialidad más del inglés y con el que confirma que no le gusta repetirse, pero gana cuando se aleja de lo que todos esperan de él. Poco más que decir de un disco al que hay que darle su tiempo y escuchar sin esperar nada más que disfrutar de buena música.


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