Albergo sentimientos encontrado con “Hermitage”, no tanto porque lo considere un mal disco, como por el respeto que siento por Moonspell. Su metal gótico nunca significó gran cosa para mí, es verdad, pero todo cambió cuando los vi en directo una y otra vez, una y otra vez, y sentí su pasión. Moonspell son trabajadores y nunca jamás decepcionan. Es por eso que regresé a sus discos y entendí todo; los lusos son geniales por derecho propio y siempre me han hecho creer que lo mejor estaba por llegar. Pero también es verdad que algo pasó tras “Night Eternal” (2008) y, con cada lanzamiento, parecen haber ido perdiendo algo de fuelle; así, “Alpha Noir” (2012) me parece inferior que el anterior y lo mismo siento con “Extinct” (2015). Y llegamos a “1755” (2017), de nuevo inferior al anterior, pero al que le salva su originalidad, Moonspell se marcaron un disco notable, íntegramente en portugués, y acariciaron las primeras posiciones de muchos festivales internacionales, ¿qué más podemos pedirles? En efecto, nada. Y llega el momento de “Hermitage”, un álbum nacido de la pandemia y el confinamiento, de las luchas cibernéticas en sus propias redes sociales (imposible narrar las batallas de Ribeiro ante unos seguidores cargados, en muchas ocasiones de odio) y la constatación de que Moonspell parecen enfrentarse a su final como banda con cada lanzamiento, algo que no digo yo, sino que parecen insinuar en muchos momentos. ¿Y el resultado de todo esto? “Hermitage”.
Un álbum en el que prescinden de arreglos y orquestaciones y van directos al grano, grabado, mezclado y masterizado por Jaime Gomez Arellano, “Hermitage” nos muestra a unos Moonspell desnudos y en ciertos momentos nocturnos, calmados, atemperados y oscuros, recordando a esa calma insana de los mejores Opeth (“All Or Nothing”), evocando las guitarras de Ricardo Amorim a Pink Floyd (no estoy exagerando) y un Fernando Ribeiro, rugiendo menos, sonando más melodramático y templado. Es indudable que “The Greater Good” y su comienzo (de nuevo, por “Meddle” de Floyd, por favor, que alguien lo escuche con cariño, pero con la mano en el corazón), es un gran momento, Moonspell suenan sólidos y rodados, magníficos. Ribeiro no canta con guturales y cuando lo hace suena menos fiero, pero la canción y el colchón de Pedro Paixão es brillante. “Common Prayers” es de lo mejor del disco, por supuesto, el riff es pegadizo y Ribeiro está exultante, es un vocalista que ha ganado con el paso de los años, como el buen vino, algo que se demuestra en la propia “Hermitage”, con una interpretación apasionada, sobre un riff enorme. Pero las cosas se tuercen a partir de “Entitlement” y la instrumental “Solitarian”, quizá las dos canciones más aburridas del disco, al igual que su cierre, “Without Rule”, una composición que podría no haber visto la luz y no habría afectado al disco, volviendo aún más tediosa su segunda mitad, por no hablar de su cierre.
Por el camino, la gótica “The Hermit Saints” que derrocha oscuridad y salva la recta final, mientras que “Apophthegmata” tarda en eclosionar y habría funcionado como apertura del álbum pero no en penúltimo lugar, hecha un sándwich entre canciones que no terminan de alcanzar el nivel de la banda y hace que la atención del oyente decaiga. “Hermitage” es la clase de álbum que entra bien, pero cuyos fallos son tantos o más que sus aciertos, no es un mal disco porque Moonspell son incapaces de algo así, pero no es lo que esperaba de ellos y, por muy bien que suene o lo defiendan en directo, sigo esperando mucho más de ellos para la próxima. Me siguen pareciendo grandes, pero les noto cansados y eso me duele más que otra cosa…