Hay cierto miedo por equivocarse, por escribir o decir que un álbum o un proyecto no está a la altura, no vaya a ser que no parezcamos lo suficientemente auténticos o vayan a quitarnos el carnet del rock y quedemos en evidencia, cuando no hay nadie al que le tengamos que justificar nuestro gusto excepto a nosotros mismos. Y eso está ocurriendo con The Dead Daisies, ¿son un buen grupo? Por supuesto. ¿Suena bien “Holy Ground”? Evidentemente que sí. Entonces, ¿cuál es el problema? Tan sencillo como el desangre de una banda por la que han pasado una veintena de músicos en tan sólo cinco discos (has leído bien), ocho años en los cuales ha habido tantos cambios que, queramos o no, la esencia de la banda se pierde y es difícil no entenderla como el proyecto particular de David Lowy y quizá el único músico que merezca la pena mantener a su lado, el bueno de Doug Aldrich. A la baja de John Corabi (no olvidemos la de Mendoza tampoco), nos sorprendieron con el fichaje estelar del galáctico Glenn Hughes, ¿quién podría quejarse de semejante estrella? Adoro a Hughes, me gustan sus discos con Deep Purple y, por supuesto, Trapeze, además de los dos primeros discos (sólo los dos primeros, por favor) con Black Country Communion y claro que le he seguido en sus otros proyectos y colaboraciones (no puedo olvidar Norum, Sabbath, Turner) pero hay cierto miedo en decir que, aunque el resultado sea notable, no puedo considerar a Hughes en una banda como The Dead Daisies. Primero, porque a tenor de su currículum, no durará mucho en sus filas (espero equivocarme), con la marcha de Corabi se ha perdido la identidad hard rock de la banda de Lowy y ahora estamos ante un producto muy diferente. ¿Cuánto tardarán en echar a Hughes? ¿Cuánto tardará Hughes en cansarse de su nuevo juguete? Además, hay que sumar la pérdida de Castronovo por problemas de salud y la incorporación de otro monstruo como Tommy Clufetos, que nos asegura que The Dead Daisies sean una apisonadora en directo, pero todos sabemos también que Clufetos (aparentemente cubriendo una sustitución) tampoco será permanente en sus filas y menos cuando Ozzy vuelva a los escenarios. ¿Cómo puedo considerar a una banda que parece una nómina de asalariados de lujo en cada uno de sus discos? Los he visto en directo y disfrutado, me gustó "Burn It Down" (2018) porque además creía una estabilidad, ahora inexistente.
Yendo al grano, “Holy Ground” suena estupendo, ¿cómo no va a sonar bien? “Holy Ground (Shake The Memory)” es un vendaval y recuerda al tipo de rock clásico (eliminando el blues de la ecuación, claro está) de Black Country Communion, como “Like No Other (Bassline)” nos muestra a un Hughes inspirado en el solo de bajo y plenamente en forma en cuanto a sus capacidades vocales, pero la canción tiende a la repetición y a la consiguiente pérdida de fuerza. Está claro que si repites un estribillo diez veces, seguramente tus oyentes lo recuerden, pero, como la machacona “Come Alive” y su rock clásico, son canciones que no son memorables a pesar del traje con la que las han vestido. Aún más clásica es “Bustle And Flow” y su sonido o el pesadísimo riff de “My Fate” en la que es francamente interesante escuchar a Hughes en un tono mucho más grave, sonando espectacular, lejos de su histriónico alarido, pero ralentiza el álbum muchísimo con estos dos últimos números.
A lo que no ayuda tampoco “Chosen And Justified” y “Saving Grace”, rock genérico de recintos cerrados, sonando robustos pero carentes de chispa. Curioso que “Unspoken”, el vetusto single del álbum, sí tenga ese regusto bluesy cuando Aldrich hace la réplica a los versos de Hughes con su guitarra, aunque no termine de convencerme, como tampoco aporta nada la versión de “30 Days In The Hole” o la de sobra conocida “Righteous Days” (que fue la presentación de Hughes en “sociedad”) en un fin de álbum con “Far Away” (¿por qué siete minutos?) en los que es imposible del todo reconocer a The Dead Daisies, a pesar de la maestría de Aldrich, Hughes y Deen, y hace que terminemos el disco con la extraña sensación de haber escuchado a una banda completamente diferente. Siete minutos de nudo, tan intensa e inesperada como innecesaria y aburrida, tan épica en su intención que resulta insufrible. De verdad, ¿son The Dead Daisies? Digámoslo sin miedo, Hughes es enorme pero no para esta banda y Lowy, con toda la educación del mundo, quizá debería entender que lo importante de su grupo no es grabar o girar y fichar a músicos como si de un equipo se tratase, sino de crear tejido; lograr un compañerismo que genere un sonido único que se pergeñe disco tras disco. No hay nada más bonito que ver cómo pasan los años en las formaciones y ser testigos de cómo su arte evoluciona (a veces a mejor, otras a peor), con The Dead Daisies nunca tendremos esa oportunidad…