Igual que cuando tienes sed, bebes agua. Acudo a la música buscando respuestas o, muchas veces, cambios en mi estado anímico y, otras veces, es la música quien, como por casualidad, me encuentra a mí y actúa como bálsamo o, en los peores momentos, para encabronarme aún más. "Shrine" (2018) hizo que me fijase en ellos y la trágica muerte de su batería, Seth Howard, aquí sustituido por Ryan O'Neal, les puso en boca de todos en la prensa especializada. Pero, ¿qué podríamos esperar de su segundo álbum? ¿Acaso una experiencia vital como la de Bell Witch ante la muerte? Yashira responden con contundencia y un manotazo sobre la mesa, sonando como todas esas bandas de sludge o, mejor dicho, metal a secas, que no buscan maquillar su sonido sino todo lo contrario, “Fail To Be” suena crudo, pero no por la propia contundencia musical de los de Jacksonville o por una producción buscada pero pantagruélica en su rango dinámico hasta deformar la onda sinusoidal hasta parecer un bloque de hormigón, como ocurre con muchos otros artistas. Yashira suenan así, así de bien, así de orgánicos, así de Albini, así de poco hechos y con pocas florituras, porque no van de nada, no hay intención de convencerte de lo que no son. Y, sin embargo, “Fail To Be” aunque roce la emocionalidad más visceral y se sienta el dolor, la rabia y la frustración, también es cerebral cuando, después de muchas escuchas, se siente plenamente intelectualizado y bien compuesto, bien escrito. Claramente dividido, entre el caos de la primera parte y una más pensada, más equilibrada, también más intrincada, no hay un solo segundo abandonado a la casualidad.
“The Constant” despega de manera violenta, con tres vocalistas, Barber, Mikos y Anderson, sonando a una mezcla de Neurosis y Converge, con cierto ruidismo en algunas partes y el toque a Full Of Hell, pero unos riffs que no ocultan sus querencias por la melodía del sludge más sudoroso y, por qué no decirlo, de ese caos tan bien administrado, que es “Shards of Heaven”, igual que “The Weight” puede recordar a los Mastodon más virulentos de su primera época y su enlace con “Impasse” hasta “Shades Erased” con Dylan Walker precisamente (de los mencionados, Full Of Hell, nada es por casualidad, amigos míos…) y su ritmo hipnótico, rompiendo el disco por la mitad, abandonando el caos, la síncopa, para resultar en un riff que es verdaderamente obsesivo, de esos que se quedan en tu memoria, para llevarnos lentamente a la segunda mitad de “Fail To Be”, esa que abre con “Amnesia” en la que abandonan temporalmente la tendencia de las primeras canciones del álbum para recordarnos a Isis en la guitarra que abre la canción y acercarse peligrosamente a la pulsión obsesiva, esa que es como una nube de pesado hormigón, y que tanto me recuerda a Cult Of Luna.
El elogio monolítico de la belleza de la muerte nunca sonó mejor y, si su primer álbum fue un toque de atención, “Fail To Be” demuestra que hay que prestarles tanta atención como escuchas a un segundo álbum que, aún habiendo siendo publicado en 2020, no ha parado de sonar durante los primeros días de este nuevo año. Por favor, que nadie les quite ojo porque en dos años han crecido hasta convertirse en un auténtico monstruo.