Crítica: Hypocrisy "Worship"
Crítica: Behemoth "In Absentia Dei"
Crítica: Volbeat "Servant Of The Mind"
Crítica: Black Label Society "Doom Crew Inc."
Crítica: Converge "Bloodmoon: I"
Crítica: Obscura "A Valediction"
Crónica: Soen (Madrid) 03.12.2021
Crítica: Jerry Cantrell “Brighten"
Crítica: Khemmis "Deceiver"
Crítica: Me And That Man "New Man, New Songs, Same Shit, Vol.2 ..."
Es cierto que produce toda la pena del mundo escuchar a Von Hell, pocas horas después de habernos enterado de su muerte y es que tras enterarme de la noticia no pude menos que recordar aquella vez que le vi con Turbonegro, presentando “Party Animals” en 2005, y me invade la melancolía de saber que se ha marchado con una carrera en solitario tan breve pero genial y tan joven, ahora que parecía plenamente recuperado. Pero, pese a ello y la colaboración del noruego, “Black Hearse Cadillac” es mala con dolor y sólo levanta el vuelto en su segunda parte. Nergal prosigue su camino por asemejarse a Cave o Dude, por supuesto que sí, y tira de amistades, como es el caso de Tobias Forge (aquí Mary Goore) en “Under The Spell”, sonando más nasal que nunca, cuya música es pegadiza pero no termina de despegar. Algo similar ocurre con “All Hope Has Gone” y la ayuda de Gary Holt y Jeff “Mantas”, además de la aportación de Blaze Bayley (el ex vocalista de Maiden siempre me ha caído bien, pero me parece un vocalista mediocre, lo siento), sólo puedo salvar el solo.
“Witches Don't Fall In Love” con Kristoffer Rygg no es la peor del conjunto, pero suena pueril y quizá el error, como con todo el disco, sea mío, porque sabiendo de la pasión de Olve por Lemmy, pensé que “Losing My Blues” tendría su ritmo traqueteante y sería puro rock ‘n’ roll, pero no, Nergal, Abbath, Chris Holmes y Frank The Baptist firman una canción olvidable que se convierte en un medio tiempo con aires de blues-rock de los cincuenta y el croar del antiguo vocalista de Immortal, pero plana en su desarrollo. "Coldest Day In Hell" con Ralf Gyllenhammar y Douglas Blair es quizá la más interesante por su descarnada interpretación, como “Year Of The Snake” con una leyenda como David Vincent que gana enteros a pesar del robo a Nick Cave, mientras que “Blues And Cocaine” roba el riff de “The Jean Genie” de Bowie, camuflando la guitarra de fuzz.
Sé que el Nergal de "Zos Kia Cultus (Here and Beyond)" (2002), "Demigod" (2004) o "Evangelion" (2009) queda ya lejos y, seguramente, el polaco no tenga ninguna intención en volver a ello, pero una cosa es firmar un disco tan discreto como "I Loved You at Your Darkest" (2018) y otra muy diferente es grabar algo como esto. Haciendo célebre el meme; si mi nieto me pregunta quién fue Nergal, le enseñaré “The Satanist” (2014), si me pregunta de qué murió le pincharé "New Man, New Songs, Same Shit, Vol.2” para que no se confunda.
Crítica: Exodus "Persona Non Grata"
Crítica: Massacre "Resurgence"
Crítica: Bullet For My Valentine “Knives"
A veces, sólo a veces, cuando leo o escucho a los seguidores de la actual escena referirse al nuevo álbum de una banda como Bullet For My Valentine y conformarse con un poquito de ruido, entorno los ojos hacia el cielo igual (exactamente igual que cuando estoy esperando a que una banda tome el escenario) y el pipa, roadie o técnico se cuelga la guitarra, segundos antes de que se apaguen las luces, y toca un MI (dos deditos sobre el traste dos, cuerdas cuatro y cinco) con un poquito de distorsión y la turba enloquece como si Hendrix o Rhoads hubiesen bajado del cielo porque es el mismo tipo de locura, de conformismo; un poquito de ruido basta para que la masa se excite. Bullet For My Valentine grabaron un buen debut (“The Poison”, 2005) y dos discos aceptables "Scream Aim Fire" (2008) y "Fever" (2010) para decepcionarnos a todos con el mediocre “Temper Temper” (2013) y resurgir de sus cenizas con “Venom” (2015) y todos rendidos a sus pies, creyendo que lo grabado dos años antes fue un mero traspiés. Pero “Gravity” (2018) confirmó lo contrario, que Bullet For My Valentine son una banda interesada en llegar al mainstream más absoluto siendo capaces de edulcorar su sonido al máximo, hasta perder cualquier ápice de integridad o personalidad lograda a lo largo de los años. “Gravity” (a pesar de las críticas que recibimos en la publicación de su crítica) con el tiempo, se ha conformado como el peor álbum de la banda, hasta tal punto que se ha puesto en duda su capacidad, su seriedad y, lo peor de todo, su futuro. Así que la banda ha corrido presta a endurecer su sonido, a sonar más “heavy” que nunca (qué termino y expresión más rancia, por favor, pero no lo digo yo; lo han dicho ellos) y Matt, nuestro querido Matt Tuck, más interesado en cambiar su look con cada disco, con cada ciclo, no ha dudado en cambiar el rímel y la cuchilla por la barba y el pasamontañas. ¿Cuela? No, por supuesto que no.
“Knives” es igual de malo que “Gravity” pero Matt y los suyos nos la quieren colar con una producción más agresiva, más cruda y menos trabajada, tirando de compresión a tope pero, bajo la superficie, tras el cambio de look de Tuck, la portada, la producción y el sonido de las canciones, tras los baquetazos de Bowld, hay lo mismo de siempre; canciones pobremente escritas, con letras repletas de tópicos en las que Matt puede presumir de ser predecible y utilizar las mismas palabras y expresiones una y otra vez en composiciones muy pobres, planas y en las que la agresividad se siente tan impostada (“Parasite”) como forzadas también las partes más melódicas y este disco, te lo creas o no, tiene tanto de melódico que es como si hubiesen querido salpimentar las canciones de “Gravity” y hacernos creer que es metal, cuando nada más cerca de la realidad.
Crítica: Whitechapel "KIN"
Comienzan a sonar las guitarras acústicas de “I Will Find You” y sé por lo que estoy aquí, por lo que estoy escribiendo sobre Whitechapel y es por su mutación, su increíble esfuerzo por desmarcarse de las férreas barreras del deathcore. Pero tampoco voy a pecar de iluso porque, a estas alturas de la película, en pleno 2021, rara es la banda de cualquier subgénero que acabe en “core” que no haya huido del barco cual rata, alegando madurez, búsqueda de nuevos horizontes o porque ya era hora de quitarse las dilatas de las orejas cuando han dejado de ser una moda y sólo las lucen quienes de verdad las aman. El caso es que si Whitechapel parecen diferentes no es por otro que por el propio Phil Bozeman. Y es que la banda ha ido evolucionando de manera natural a golpe de trauma, de catarsis existencial y emocional de Bozeman; nada que objetar cuando han abandonado el deathcore más genérico (que nadie se me eche encima, era lo que era) para ahondar en un metal maduro y con fondo como es el de “The Valley” (2019), el que para mí es su obra maestra hasta el momento.
Así que, cuando se anunció la publicación de “Kin” (a pesar de su horrenda portada, aunque toda una declaración de principios por alejarse de las clásicas ilustraciones de su discografía y las de cientos de bandas similares), tras escuchar adelantos como “Lost Boy” u “Orphan” (ya, también “A Bloodsoaked Symphony”, pero no) no tuve ninguna duda de que Bozeman volvía a tirar de su panteón de problemas para armar el alma del nuevo disco de Whitechapel, lo que -sintiéndolo mucho por él- me auguraría una hora de sentidísima música con la que alejarnos de la auténtica chorrada abstracta adolescente con tintes dramáticos del común denominador de las letras escritas por bandas de metal actual cuando escapan de los monstruos y la imaginería más clásica. Más que nada porque soy de los que piensan que, por desgracia, cuando los artistas tienen mierda que sacar es cuando suelen publicar su mejor material y cuando tienen el estómago lleno (literal y figurado) es cuando la calidad de su producción baja a extremos insondables.
Con todo, a pesar del comienzo de “I Will Find You” y el cinemático final con “Kin”, el disco de Whitechapel no resulta tan redondo como “The Valley”, quizá porque no se centra en un solo punto de la historia, del drama de Phil sino que picotea aquí y allá y el ethos de las canciones hace que la música responda; la instrumentación es brillante, por supuesto, a la altura de Savage, Householder, Gabe, Wade y el más reciente Rudinger pero no se siente tan sólida o, por lo menos, tan coherente como en el anterior. Lo que no significa que “Kin” sea un mal disco, tan sólo menos redondo.
Crítica: Archspire "Bleed the Future"