Crítica: Solstafir "Endless Twilight of Codependent Love"

Que "Endless Twilight of Codependent Love" haya sido reverenciado como una obra maestra por parte de aquellos posturetas de siempre y, sin embargo, haya sido rácanamente puntuado por algunas publicaciones, mucho me temo que dice más de los que estamos al otro lado (escuchando el disco) que de la propia banda. Si "Berdreyminn" (2017) me sonó como una poética bendición que cayó como un rayo sobre aquellos que se deshicieron en elogios para “Òtta” (2014), ajenos a que la obra maestra se llama y llamará "Köld" (2009), y los islandeses tocaron el cielo de nuevo y un público masivo con “Òtta”, después se lanzaron a los paisajes brumosos de agreste belleza con "Berdreyminn" y si este "Endless Twilight of Codependent Love" no ha caído tan en gracia es porque tiene más que ver con “Silfur-Refur” o “Hula” que con lo grabado anteriormente. ¿Y saben? Me parece bien. Grabado, de nuevo, con Birgir Jón Birgisson pero sin Arellano tras los mandos, "Endless Twilight of Codependent Love" y sus historias de desgracias emocionales, mentales y codependencia, resuenan preciosas y estimulantes, llenas de intensidad y romanticismo, pero no exentas de dolor. No es de extrañar que aquellos que lleguen a este disco sin ánimo de quedarse, crean que “Akkeri” es la que marca el paso del resto de composiciones, pero no; sus diez minutos de rock directo y crudo, de bandazos eléctricos y la fuerza de Jón Hallgrímsson, o el desgarro de Tryggvason no son el común denominador de "Endless Twilight of Codependent Love". Momentos más cercanos al black de sus inicios, cuando el trémolo de Maríus Sæþórsson hace que Jón apriete hasta llegar a un puente atmosférico del que nos sacan a golpe de cencerro y palm mute.

 

Me gusta el comienzo épico de “Drýsill” y su transición a un pesado respirar en el que Tryggvason canta con la voz rota y repleta de amargura, en la que su interpretación se come el lento palpitar de la instrumentación y que, a pesar del corte, enlaza a la perfección con las cuerdas de “Rökkur” y el diálogo a dos voces sobre unas guitarras que se despliegan sobre la narración. “Her Fall From Grace” suena tan opaca y nocturna, tan oscura en sus agudos que da la sensación de que Sólstafir han sabido capturar esa noche que romperán a base de saturación y lamentos desquiciados en “Dionysus” para aquellos no creyentes que pensaban que los islandeses jamás podrían grabar nada tan descarnado sin perder el toque arty de su propuesta. E incluso en la lentitud, cuando parecen regodearse en la suave brisa de la desesperación y sumergirnos, como oyentes, con ellos, Tryggvason y Sólstafir, suenan inconmensurables, dispuestos a tocar todas tus teclas emocionales si les prestas algo de atención y te atreves a escuchar el disco con cascos y en mitad de la madrugada.

 

Sorpresas como “Ör” y su encanto a club, a otra época y otro estilo muy diferente al suyo, rozan el sobresaliente, cuando al piano se le une la guitarra gruesa de Maríus, a punto de romper, saturada y haciendo uso de la pastilla del mástil, y Jón juega a olvidarse de Sólstafir para acariciar un toque jazzy en su deslizar sobre el parche y forma de marcar el compás. Aunque la banda sepa volver allá donde es más sencillo reconocerles ("Alda Syndanna") y cargar con más fuzz, que la Les Paul de Neil Young cuando quieren sonar enormes, masivos y desbordar tus sentidos, son capaces de sacarse un final como “Úlfur” en el que levantan un muro de sonido tan monolítico que es capaz de dejar en ridículo a cientos de bandas de doom y despedir "Endless Twilight of Codependent Love" entre tormentas eléctricas de abruptos golpes sobre las cuerdas de las guitarras de Tryggvason y Maríus.

No es mejor que "Berdreyminn" pero continúa el viaje de aquel y sirve para poner los cimientos de lo que está aún por llegar, de ese viaje en el que andan envueltos y en el que no les duele en prendas perder muchos de aquellos seguidores que “Òtta” trajo y dejar en ridículo a esos otros que les seguirán contra viento y marea.  "Endless Twilight of Codependent Love” es un disco mágico, intenso y descorazonador al que hay que dedicar tiempo, pero cuyo retorno de inversión es superior a todas las lágrimas vertidas. 


© 2020 Jack Ermeister