Es posible que, como fiel lector de esta web, hayas entrado aquí buscando respuestas. Desconcertado quizás al leer el nombre de GHOSTEMANE acompañando a una crítica. Estamos totalmente absortos en el mundo que nos rodea, el cual cambia por segundos y deberíamos, como amantes de la música, dejar siempre una pequeña rendija abierta por si un día, sin previo aviso, decidimos sorprendernos a nosotros mismos escuchando algo que, posiblemente, se salga de todos nuestros parámetros. Y es que, Eric Whitney, no ha dejado de sorprendernos desde aquel 2018 cuando, gracias a SoundCloud, nos dimos cuenta de su existencia. GHOSTEMANE no es un artista apto para todos los públicos, su música puede resultar chirriante, caótica o inarmónica para muchos, sin embargo, otros hemos encontrado la mezcla casi perfecta en este mundillo en el que las etiquetas cada vez tienen menos peso y en el que los artistas se atreven cada día más con su música sin importar que siempre haya quien no vaya a recibir el mensaje.
Sin duda, te has equivocado si crees que esta es una crítica totalmente objetiva, pues suelo cometer el error de dejarme llevar cuando algo realmente consigue tocarme la fibra. No obstante, si durante esta lectura has conservado abierta esa rendija y has decidido darle una oportunidad al disco, ya habré conseguido mi objetivo. Seguramente su mensaje sobre la depresión, la muerte, el nihilismo y el ocultismo no consiga llegar a todos, pero os aseguro que, aunque quizás nunca llegue a ser un ícono, GHOSTEMANE ha llegado para quedarse.