No puedo evitar contemplar la foto de Danny Clinch en la portada de “Letter To You” y sentir algo de pena por ese invierno que muestra a Bruce entre copos de nieve y que, nos guste o no, es una clara referencia al final de una vida, como cuando Paul Auster parecía hacer balance de la suya rememorando historias de su juventud en un “Anecdotario de invierno” que no es otra cosa que el momento en el que uno siente que hay más mecha quemada que la queda por arder y aquí, Springsteen, recurre a composiciones nuevas, inéditas, y otras no tanto, haciendo balance de su vida en un momento en el que no necesita volver pero muchos sí necesitábamos. El caso es que, como siempre, cada vez que me acerco a su obra siento que le busco en una habitación atestada de gente que no me permiten escucharle con claridad; durante las últimas semanas, he leído a seguidores que aseguraban que “Letter To You” es su mejor obra desde “The River” (1980), esos otros para los que Bruce no ha firmado nada decente desde aquel disco, aquellos para los que es una caricatura de sí mismo, los que únicamente se fijan en su aspecto juzgando por cana o arruga y, por último, esos para los que es una religión y carecen de criterio alguno, aunque entre los cientos de miles de personas que le siguen podría seguir categorizando; no hay nada más odioso que aquellos seguidores irredentos de Springsteen o U2, porque son especialmente detestables en su miopía. Ruido, mucho ruido, que diría Sabina...
Sin entrar en los motivos por los que Bruce se reúne con la E Street Band en su granja de Colts Neck, más que quizá únicamente con la intención de grabar nueva música, de seguir moviéndose para no hundirse en su nado, el caso es que “Letter To You”, producido por Ron Aniello (repitiendo tras "Wrecking Ball" de 2012 y el pasado "Western Stars”, que no me convenció por muchos motivos, quizá porque no era el disco que yo necesitaba, ni quería escuchar y todavía lo guardo para escucharlo mil veces más de nuevo, para cuando llegue su momento), tiene el sonido parco y seco del invierno pero también la calidez orgánica de sentir a unos músicos grabando con inmediatez, en directo y en tan sólo cinco días, conviviendo en un ambiente cómodo en el que interpretar canciones que no hay que masticar demasiado y el álbum se beneficia de eso, de la frescura, de sentirles divirtiéndose.
Sin embargo, una apertura como “One Minute You’re Here” más que el travelling sobre los ataúdes al que Bruce pareció asistir de pequeño, me parece una amarga pero necesaria reflexión sobre lo dramático de la vida eso que, por otro lado, la dota plenamente de sentido; “un minuto estás aquí, al otro te has ido” y la sensación de que cuando canta está regresando a su hogar, no se refiere en el recuerdo, sino en el viaje vital a través del río de aguas rojas que menciona y todos tendremos que atravesar, cuando la canción ahonda en imágenes como el otoño, la noche, las estrellas y el filo de una ciudad que ya no se oscurece levemente, como en 1978, sino sobre la que se cierne la noche más absoluta. Muchos creen escuchar la soledad de “Nebraska” (1982) cuando eso lo único que encierra es su propio deseo de que Springsteen retome la amarga crudeza de aquel, ajenos al inherente sufrimiento que aquello trajo y traería; francamente, prefiero sentirle arropado por sus amigos que sólo con un cuatro pistas.
“Letter To You”, el single y video que nos sorprendió a todos, sirve como presentación de un disco en el que Springsteen parece hacer suya la máxima dylaniana por la que el artista es tan sólo el cartero y las canciones son cartas que nos envía. Es quizá que por eso “Letter To You”, como álbum, gana enteros. Porque Bruce parece olvidarse de esas historias en tercera persona o supuestamente confesionales que, sin embargo, siempre parecían cantadas con tanto sentimiento como también desafección para alejarse de sus verdaderos dramas; esos con los que nos sorprendió cuando admitió su propia depresión en su autobiografía y que aquí, en este álbum, parecen haber sido historias/ cartas que nos ha regalado a través de todos estos años. Springsteen siempre ha sido sincero, aunque no haya querido abrir sus propias heridas de manera directa, en este disco no sólo lo es sino que también suena, cuando mira a la cámara o le vemos pasar tiempo con sus amigos y cantar sobre sí mismo. La E Street Band suena a pleno pulmón; Max marca con Tallent, mientras las guitarras se solapan y Bittan/ Giordano despliegan su magia sobre la acústica, un medio tiempo majestuoso -es verdad que inofensivo- pero también amable y reconfortante, en el que su voz resuena cuando se eleva y gana en poso cuando se calma y suena rota.
De lo que no tengo duda es de la secuenciación del álbum, magníficamente estudiada, es por eso que esto es un “in crescendo”; “One Minute You’re Here”, “Letter To You” y la liberadora “Burnin’ Train” en la que el ritmo trotón de Max nos hace sentir que, en efecto, estamos a bordo de un tren. Aunque quizá, lo que más me guste sean las guitarras y la sensación de ir cabalgando junto a la E Street Band y ese puente en el que aceleran. Primer viaje al pasado de la mano de “Janey Needs A Shooter” que, aunque no resulte nada esnob y auténtico, prefiero a la grabada por mi querido Warren Zevon en su “Bad Luck Streak In Dancing School” (1980) porque mientras aquella resonaba a la década en que fue parida y se basa en la voz de Zevon para ganar emotividad, la de Springsteen se libra de lo aséptico de aquel envoltorio, se beneficia de Bittan y el tono cansado y áspero de la voz, además del tono crepuscular de una banda, como es la E Street Band, que juega entre la melancolía y el buen sabor en estudio (gracias a los arreglos y, por supuesto, Bittan y Giordano), del saber hacer, y el sonido, de esa armónica y Max, de nuevo, manteniendo la emoción. A "Last Man Standing" le debemos este álbum, y además de la evocación a The Castiles, es la constatación de ese invierno que refleja la portada y en el que Bruce parece afincado actualmente, enumerando a aquellos compañeros caídos, mientras él parece ser el último en caer. Bittan sigue siendo imprescindible, “The Power Of Prayer” o “House Of A Thousand Guitars”, canciones que llenan/ sacian, pero no alimentan, a pesar del tono elegíaco de esta última y ese llamamiento a olvidar las penas y preocupaciones para celebrar el milagro de la música, aunque el tono de su melodía suene especialmente tristón y tenga que ser la fronteriza “Rainmaker” la que nos despierte. Sin embargo, estas tres canciones funcionan como visagra de las dos caras del disco, esa que se abre con "If I Was The Priest", haciéndonos viajar en el tiempo, en la que es la interpretación del propio Springsteen es la que la hace sentir como una joya; “Now if Jesus was a sheriff and I were a priest. If my lady was an heiress and my mama was a thief. If papa rode shotgun on the Fargo line. There's still too many bad boys tryin' to work the same line”, mientras se apoya sobre el órgano de Giordano, a falta de nuestro añorado Danny.
“Ghosts” es un pequeño chute de energía porque, en lugar de lamentar la pérdida, como en "Last Man Standing", parecemos celebrar los fantasmas que nos rodean de todos aquellos que ya nos han dejado. Decía Unamuno que morimos cuando la última persona que nos recuerda fallece, es quizá por eso que Springsteen será eterno y por eso mismo, sabedor de ello, evoca a todos los caídos, porque sabe que en su garganta nunca morirán, mientras alguien haga sonar “Ghosts”, no solamente sonará la voz de Bruce sino el saxo de Clarence o el órgano de Danny. "Song For Orphans", otro rescate, destila la influencia de Dylan y, claro, me gusta, pero también dota al disco de una recta final en la que nos sentimos como en casa, como en "Greetings From Asbury Park, N.J." (1973) o “Another Side of Bob Dylan” (1964). Qué cojones, suena tan bonita y con tanto fundamento que nos transporta a otra época; “So break me now big Mama as Old Faithful breaks the day. Believe me my good Lind, the aurora will shine your way. The confederacy's in my name now, the hounds are held at bay, the axis needs a stronger arm. Do you feel your muscles play?” Pena que el álbum cierre con la bonita, pero menos sentida, "I’ll see you in my dreams" que sirve como nana y un hasta luego tras la muerte, esperanzadora en su reencuentro; "I'll see you in my dreams when all the summers have come to an end. I'll see you in my dreams, we'll meet and live and love again. I'll see you in my dreams, up around the river bend for death is not the end, and I'll see you in my dreams”.
“Letter To You” es un album sobresaliente, bien interpretado y, como decía, bien secuenciado, un ejercicio magnífico de creatividad y forma. Superior a "Western Stars" (2019), "Wrecking Ball" (2012), "Working On A Dream" (2009) y "Magic" (2007) pero por debajo de "The Rising" (2002) o el homenaje de "We Shall Overcome: The Seeger Sessions" (2006), lo que dice mucho a favor de Springsteen y poco del fanatismo sectario de aquella que habitualmente le persiguen. A pesar de su brevedad y aún con esos arreglos que suenan a autoplagio, además del rescate de esas canciones olvidadas en el tiempo, “Letter To You” se confirma como una de las grandes sorpresas de un año extraño y oscuro en el que su luz esperanza lo suficiente como para escucharlo una y otra vez hasta que acabe el invierno, esta puta pandemia y nos reencontremos con él en un estadio. Bendita entrada en su séptima década…
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