Crítica: U2 "All That You Can't Leave Behind"

La mayor prueba a la que se enfrenta todo aquel que escribe sobre un disco no es acertar o no en su valoración, en esa estúpida lucha de egos por la que hay que demostrar el conocimiento o clarividencia. La mayor prueba es contra uno mismo; el propio tiempo y sentir cómo algunas canciones terminan formando parte de tu propia historia, justificándolas. Cuando U2 publicaron “All That You Can't Leave Behind” en pleno año 2000, ya no eran aquellos que me deslumbraron con “Achtung Baby” (1991) y el resultado de aquella genialidad maravillosa que resultó ser el ZOO TV Tour, “Zooropa” (1993), habían llegado a la encerrona de la electrónica con “Pop” (1997) y una manga o leg norteamericana con estadios casi vacíos y la banda, ansiosa de ser la más grande del mundo, no podía tolerarse semejante afrenta, así que se marcaron un ‘back to basics’ que se tradujo en “All That You Can't Leave Behind”, que ahora cumple veinte años, además de una gira por recintos en un formato muy diferente a las puestas de largo que fueron “Zooropa” y, claro, el dislate kitsch de Pop Mart Tour.vPero, como decía, el tiempo es el verdadero desafío para uno y para otros; para sus canciones. Es por eso que este humilde escrito no pretende ser la crítica de un álbum publicado hace dos décadas sino una pequeña celebración, un viaje personal al pasado. 

 

Todavía recuerdo la rueda de prensa de “All That You Can't Leave Behind” con un Diego Manrique emocionado y una representante de la discográfica que aseguraba que todo en el nuevo álbum era claridad y sencillez, como eufemismos de un supuesto regreso al sonido más clásico de la banda, huyendo de “Pop”. Y la verdad es que U2 acertaron, no tanto por la calidad de sus canciones sino por el sonido, de mano de Daniel Lanois y Brian Eno, el sempiterno Steve Lillywhite y, por supuesto el habitual despliegue de productores (Richard Stannard, Mike Hedges y Julian Gallagher...) para conseguir que U2 se olvidasen de Flood (craso error) y Howie B, abrazando la FM, la onda media y olvidándose de la dosis de riesgo necesaria a la que nos habían acostumbrado. “All That You Can't Leave Behind” posee el sonido y ha envejecido razonablemente bien, pero los años han demostrado que su complacencia y, por qué no decirlo; las campanas de Lillywhite en el estudio, adornan innecesariamente esa buscada sencillez. 

 

“Beautiful Day” era el single que buscaban desesperadamente y les abrió de nuevo las listas, la clásica Gibson Explorer de The Edge sonaba como la de hace veinte años (ya cuarenta) y el estallido de júbilo de Bono elevaban su estribillo en cualquier concierto y país en el que se interpretase, una composición sencilla pero efectiva. El problema lo tuvimos muchos con su sobreexposición y esa mezcla supuestamente perfecta de góspel con el sonido de la banda, según Bono, que era "Stuck in a Moment You Can't Get Out Of".  Una canción dedicada a Michael Hutchence de INXS que no caló demasiado bien entre los seguidores y cuya mayor baza siempre fue el puente, cantado a dúo entre Bono y The Edge, a dos voces, con la garganta del irlandés pelirrojo subiendo un par de tonos y alcanzando la emocionalidad buscada, pese a sus cuatro minutos de balada tontorrona. “Elevation” escalaba en las listas de la mano de la Lara Croft de Angelina Jolie y, curiosamente, servía para abrir cada noche de aquella gira, además de nombrarla. La verdad es que “Elevation” sí ha envejecido mal, si efectiva era en directo por aquello de que la banda tomaba el escenario con todas las luces encendidas y ver cómo The Edge aporreaba su SG o la línea de bajo de Adam, pero ahora la escucho y el falsete de Bono como recurso pierde su naturalidad para resultar forzado en su estribillo, igual que “Walk On” (dedicada a Aung San Suu Kyi) también resultaba mucho mejor en directo, cerrando aquellas noches de gira con su letra amplificada, mientras que en estudio, siendo bonita, es inofensiva y demasiado pausada. Algo parecido pero inversamente proporcional a lo que ocurre con “Kite” que en Barcelona, por ejemplo, fue una auténtica carga de profundidad con Bono emocionado hasta el paroxismo por el estado de salud de su padre, Bob Hewson, y cuya letra, veinte años después, descubre mayor sentimiento del que todo podíamos prever hace tantísimo tiempo, además de resaltar el slide de The Edge, por encima del resto. 

 

La segunda cara de “All That You Can't Leave Behind” como, por desgracia, viene siendo habitual en los discos de los U2 post-Achtung Baby, suele ser un pequeño descenso a los infiernos, mostrando sus mejores bazas en las primeras posiciones del álbum. Abría “In A Little While” como visagra, sonando atemporal y con una bonita interpretación de Bono, adornada por una guitarra con muchísimo sabor, mientras que “Wild Honey” (a pesar de su estupendo puente y subida de tono; magistral) encierra una composición sencilla e infantiloide, a la altura de la obviedad que es “Peace On Earth” o el decepcionante cierre con “Grace”, mientras que canciones de mayor calado como “New York” (que en directo funcionaba estupendamente bien) o la pequeña maravilla que nos espera en "When I Look at the World" con The Edge verdaderamente inspirado, quedaban relegadas y han permanecido olvidadas en el tiempo.  Publicaron el álbum en otoño y su gira, únicamente, recaló en Barcelona, previo paso por los premios Amigo de Madrid y una banda especialmente cercana y simpática con todos nosotros, sus seguidores, siendo quizá su parada en la Ciudad Condal aquello que siempre recordaré con todo mi cariño por lo especial del concierto y la situación, inolvidable.

Ahora, celebran su aniversario e incluyen, de nuevo, su polémico directo en Boston (por los retoques en estudio), el álbum remasterizado, las caras B de sus singles (de las cuales únicamente me quedo con la joya que es “Stateless” de la banda sonora de “The Million Dollar Hotel”, igual que la curiosidad que es “The Ground Beneath Her Feet”), olvidémonos de cosas como “Always” o “Summer Rain”, por no mencionar “Big Girls Are Best” y varios remixes de aquellos que tanto disfrutaban publicando en los noventa, mucho antes de este disco, pero poco aportan, más que el coleccionismo. Pero, como decía al comienzo de este humilde escrito (y de otros muchos que he pergeñado sobre la banda), ni ellos, ni yo somos los mismos de hace veinte años y mientras escuchaba de nuevo este disco he experimentado un auténtico viaje proustiano que me ha servido para hacer de nuevo las paces con los irlandeses actuales que, posteriormente y para disgusto de muchos, publicarían aberraciones como “Vertigo” o "Get on Your Boots". En mi corazón y todo eso que uno no puede dejar atrás, siempre quedarán en el recuerdo el 8 de agosto en Barcelona, en el 2001, y aquella época en la que todo parecía posible, incluso para U2, sí para ellos también…

 

© 2020 Blogofenia