Agua y jabón, o quizá salfumán, es lo que recetaría a muchas personas que se molestan en hablar de Ihsahn en vano, aunque quizá también se lo aplicaría -en la misma proporción- a esas otras para las que el noruego es puro amor y haga lo que haga escapa a cualquier juicio crítico y también a esos otros que, con cierto cinismo impostado, atacan cada lanzamiento con tibieza y la excusa de que esperan mucho más de él como artista. Pero, sin duda, es este maldito 2020 el que, empero, nos esté obsequiando más generosamente con una cara nunca antes vista de un artista inclasificable y sin miedo a saltar sin red. Si “Telemark” (2020), su anterior EP, tomaba el encanto de los bosques noruegos y en él reafirmaba su pedigrí, es en “Pharos” en el que muestra otra cara de su personalidad; más melódica, más azucarada pero también misteriosa y nocturna, más melosa e igual de trabajada. La fórmula es la misma; en “Telemark” nos regalaba composiciones originales junto a dos versiones (Kravitz y Maiden), en “Pharos” nos reta de nuevo con tres composiciones inéditas y dos canciones ajenas. Si alguien, hace quince años, me hubiese dicho que Ihsahn grabaría una versión de a-ha (“Manhattan Skyline”) y quizá la mejor, “Roads” de Portishead, me habría reído y no me lo habría creído. Pero Vegard Sverre Tveitan es black metal y sinfonía, el recogimiento de Peccatum y el riesgo o la crudeza, la experimentación y la definición del artista ecléctico que no teme reactivar Emperor para girar, compartir escenario con Leprous como banda de acompañamiento y también es Thou Shalt Suffer, Xerasia, Zyklon-B o Embryonic, entre otros.
Así, Ihsahn graba “Pharos” sin complejos y abre con “Losing Altitude” y guitarras cálidas que se desperezan, que nos acogen con un acorde sinuoso y voz contenida. La composición no sorprende, pero nos hace sentir en casa, suena cien por cien a su producción anterior y el uso de la electrónica está tan cuidado y en segundo plano que, hasta su mitad, creemos estar escuchando a una banda mucho más orgánica (guitarra, bajo y batería) que la que realmente ha parido “Pharos”. No obstante, el auténtico gancho del EP es “Spectre At The Feast”, abriendo con piano, melancolía y un halo sombrío pero también misterioso y ligeramente romántico, acercándose más a Opeth de lo que nos tenía acostumbrados y con recursos que dotan a la canción de una mayor accesibilidad (las dobles voces, la subida de volumen en el estribillo, la guitarra que lo anuncia, el colchón sobre el que canta, la repetición de la estructura a favor de la melodía) y unos arreglos que acentúan la emocionalidad de toda la pieza. ¿Para qué mentir? Es quizá el mejor single que ha producido Ihsahn en toda su carrera, no exagero, es que siempre se ha mostrado reacio a ello. Hasta la propia “Pharos” que podría haber formado parte de “Das Seelenbrechen” (2013) y si hay una ruptura es entre el minimalismo de la segunda cara de aquel y la sensación atemporal del piano de “Pharos” y, de nuevo, sus arreglos u ominosos coros, una mezcla excesiva que, sin embargo, resulta sobria en manos de Ihsahn, valga el contrasentido.
Y la sorpresa definitiva, la versión de “Roads” de Portishead (banda que no me cansaré de reivindicar, desde que les disfruté en la gira de su segundo álbum, en 1998, y caí rendido), logrando la difícil pirueta de emular a Beth Gibbons y la marcianada, porque es lo que es, de versionar a a-ha en “Manhattan Skyline” con su querido Einar Solberg de Leprous, para que todo quede en familia. Además, Solberg la clava, aunque su tono sea más aflautado que el de Morten Harket. Ihsahn, jodido dios nórdico, lo has vuelto a hacer…