Hay algo de esa justicia poética patética en todas esos artistas, con una carrera consolidada, que deciden titular a su nuevo álbum con su propio nombre. En el caso que nos ocupa, Lamb Of God, una de mis bandas favoritas, ocurre justo cuando uno de sus miembros fundadores ya no se sienta tras los platos. Y no hablamos de un cualquiera sino de Chris Adler, miembro fundador y auténtica dinamo-humana, un batería dotado, tan característico como carismático. Como si los de Virginia pretendiesen justificar lo que parece pereza o falta de imaginación por bautizar su nueva creación, como un alegato por el cual este disco y no los anteriores, representa mejor la esencia de su música o significa un nuevo punto de partida. De cualquier manera, hay que ser todo un miope musical para no entender que la carrera de Lamb Of God, como tal, parece que llegó a su fin con "Resolution" (2012), no porque crea que posteriormente no han firmado música de calidad sino porque a los hechos me remito; tras la trágica muerte del fan checo de diecinueve años y el consiguiente infierno de Blythe, del que quisieron salir con el documental de Argott, "As The Palaces Burn", pero cuyos hechos les costaron digerir dos años con la publicación de "VII: Sturm und Drang" (2015) y ahora darle continuidad a su carrera tras la pérdida de Adler, nada más y nada menos, que cinco años más con este “Lamb Of God”, además del intento de recuperar la cohesión y divertirse con aquel álbum de versiones llamado "Legion: XX" (2018). Pero, claro, por el camino también ha habido una gira con Slayer, la última, a la cual no podían decir que no, el asalto de Blythe en Dublín y, si no mal recuerdo, un accidente de coche en 2016 que casi les cuesta la vida. Normal que Lamb Of God hayan vivido tanto en tan poco tiempo que apenas hayan tenido la cabeza en su sitio para entrar al estudio, estamos hablando de ocho largos y tumultuosos años.
A Blythe no le gusta entrar al estudio, para él es todo un dolor de cabeza, mientras que Mark decide dar rienda suelta con su carrera en solitario y desigual resultado, y Willie (hermanísimo de Chris) ha pasado los últimos años componiendo y escribiendo, tantos temas entre él y el propio Mark, que Blythe ha tenido serios problemas para escribir tantas letras que, según él, mantuviesen la cohesión interna de un álbum que, temáticamente, toca temas muy diferentes pero ninguno en profundidad y evita el de Trump para restarle importancia o para no mojarse demasiado. Y quizá, sólo quizá (como siempre suelo escribir), el mayor acierto de Lamb Of God, además de haber decidido darle la oportunidad a Art Cruz, tras tantos años de relación, para que se siente en los pedales de Chris, sea la consecuente criba de tanto material, siendo este álbum, “Lamb Of God”, únicamente diez canciones, algo que agradecerá el oyente ya que no hay un solo respiro, además del sentimiento de concreción y dirección, habiendo evitado la borrachera de haber parido un disco doble, demostrando su estado de salud tras la salida de Chris y esos ocho años que antes mencionaba, cuando con diez canciones dan en la diana y basta.
Tras las evidentes comparaciones con Sisters Of Mercy y “Marian”, a la que roban el alma, fundamentalmente Blythe con su tono de voz, “Memento Mori” arranca con fuerza y pasa de los siniestros acordes de apertura al groove hipervitaminado de los de Virginia. La producción está tan cuidada como para que cuando suene la guitarra de “Checkmate” sepamos que ese tono redondo y clásicamente norteamericano pertenece a Lamb Of God y a ningún otro, un single pegadizo y con fuerza, repleto de las descargas vigoréxicas de la banda, esas por las que parecen electrocutarnos y Blythe convertirse en un monstruo, muy similar a lo que ocurre en “New Colossal Hate” en la que intentan algo parecido a un ‘breakdown’, sólo que este te hunde en una profundísima sima, una canción que estoy seguro que dará mucho de sí en directo, igual que “Resurrection Man”, posiblemente una de sus mejores composiciones en muchos años, no sólo por la viscosidad y el grueso groove del que hacen gala, sino por lo cómodos que se les siente en su propio estilo; si hay una banda heredera de Pantera, son Lamb Of God y punto.
“Gears” evoca a lo que Lamb Of God una vez fueron y todavía conservan, esa pulsión tensísima entre las guitarras y un Randy Blythe desatado, desatadísimo, más en forma que nunca y una voz más cavernosa y rota que nunca. Me gusta “Reality Bath” cuando se pone bronca pero me cansan los fragmentos hablados por Blythe, creo que Lamb Of God ganan y se crecen cuando entran directos al hueso, justo lo que logran con “Routes” y ese sentimiento de urgencia en el que también participa Chuck Billy de Testament, todo lo contrario que Jamey Jasta; me gusta Hatebreed pero no creo que Jasta encaje en “Poison Dream” y la canción parece desmarcarse del resto del álbum en su empeño por darle lugar. Una última canción aleja a este “Lamb Of God” de una nota mayor; “Bloodshot Eyes” y ese tono hablado, más propio de un ‘spoken word’ que de una banda de metal. Suerte que lo solucionan con la descarga que es “On The Hook”, prendiendo la llama de un ‘circle pit’ imaginario para despedir un álbum que ha de ser entendido como un puente entre su pasado y presente, con un Art Cruz bestial, haciendo gala de su pegada (fundamental en el desenlace de la mencionada “On The Hook” pero también de todo el álbum) y una banda que ya no tiene que demostrar nada a nadie, a ninguno de los chavalitos que ahora se acercan a ella por primera vez, sino mantenerse y hacer honor a su nombre. Un álbum más que digno al que hay que sacar todo su jugo a base de escuchas y no juicios apresurados que sólo ponen en evidencia el desconocimiento de su música. Suenan hambrientos, sólidos y agresivos, suenan como sólo Lamb Of God pueden sonar y eso, amiguitos míos, es más que suficiente.
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