Ya lo he escrito en infinidad de ocasiones; son las expectativas las que matan a muchos discos y, en ocasiones, incluso a bandas. Tal es el caso de lo ocurrido con Code Orange y su "Underneath" (2020), tras el éxito de “Forever” (2017), y su necesidad para satisfacer a aquellos que creyeron ver en los de Pennsylvania a una banda destinada a revolucionar el metal. Algo similar ha ocurrido con Caligula’s Horse (evitando toda comparación con los anteriores, por favor) ya que “In Contact” (2017) me gustó muchísimo y demostró que la diversidad estilística no está reñida con la identidad. Sin embargo, “Rise Radiant” (2020), nos encontramos a una banda que está sometida a esa presión de superar el disco anterior y, pese a seguir sonando magnífico, como sólo Caligula’s Horse puede sonar, caen en la complacencia y no sólo se resiente la composición respecto al anterior sino que en este “Rise Radiant” nos encontramos trazas de Leprous, de Tesseract cuando se sincopan y, en menor proporción, de Opeth cuando la melancolía se apropia puntualmente de algunas composiciones, todo lo que un celíaco musical no podría siquiera tolerar. Lo que, a priori, podría no resultar algo malo, en sucesivas escuchas hace que “Rise Radiant” pierda impacto por ese “esto me suena”, “esto lo he escuchado antes” y que incluso en los puntos álgidos, nos encontremos a unos Caligula’s Horse que, aún sonando a ellos, pierdan impacto y no nos sorprendan como deberían.
“The Tempest” abre con fuerza, pero los arreglos se comen las guitarras de Vallen y Goleby y la entrada de Jim Grey sólo hace que la canción pierda fuelle, algo que intenta solventar en el estribillo y doy fe de que lo logran, aunque sea en parte. “Slow Violence” es el claro ejemplo de cómo una banda con semejante potencial es capaz de arruinar un álbum en el que hay buenas ideas, el sonido es propio de una banda de tercera de nu metal, no es que las guitarras parezcan paridas hace veinte años, es que ni siquiera Prinsse es capaz de arreglarlo golpeando su bajo y Grey se convierte en Einar Solberg, algo que parece querer acentuar en “Salt” y ese estilo tan propio del noruego cuando parece estar relatando en fraseos cortos y entrecortados para subir el falsete justo en el puente hacia el estribillo. No se trata de diseccionar la modulación de Grey, tan sólo de escuchar a Solberg antes, para darse cuenta uno de que el australiano le ha robado las cuerdas vocales al cuñado de Ihsahn. Para colmo, la primera cara la cierra “Resonate”, un auténtico horror de dos minutos y medio en el cual Caligula’s Horse se conforman con hacer música de fondo, a medio camino entre la música de fondo de ascensor y la consulta de un dentista, en la que Grey relata como un ‘crooner’. ¿Es esto lo que la banda nos puede ofrecer tras “In Contact”?
Lo peor es sentir que Caligula’s Horse podrían dar más de sí y no conformarse y despacharnos con “Oceanrise” por Leprous o “Valkyrie” que es, de las más pegadizas del álbum, y quizá la única en la que suenan a ellos mismos con todas las de la ley, sin tener que pagar derechos de autor a Solberg. “Autumn” es tan necesaria como “Salt” (o sea, nada), mientras que en “The Ascent” nos encontramos con su composición más ambiciosa o quizá debería escribir pretenciosa, ya que ninguna de sus partes se articula de manera orgánica y uno siente estar escuchando un pastiche para cerrar el álbum. Como regalo, nos encontramos otra innecesaria versión, en este caso “Don’t Give Up”, del inmortal Peter Gabriel (con Lynsey Ward, en lugar de Kate Bush) y “Message To My Girl” de Split Enz que demuestran que la naturaleza de las sesiones de grabación, el momento en el que se encuentran Caligula’s Horse o el poso creativo de “Rise Radiant” no es, desde luego, el mismo que “In Contact”. Luego vendrán los lloros y un álbum en el que abusen de las guitarras o trabajen como deben la composición, lo que quieran vendernos, pero este “Rise Radiant” es una pura y dura decepción.
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