Si hay algo que cada vez me agota más, son las cuestiones extramusicales que rodean a los artistas y sus obras. Me refiero a tener que aguantar las noticias sobre un artista, asistir al escarnio público y soportar a aquellos que se ponen de su parte o, por el contrario, sacuden el árbol esperando discutir con todos y cada uno de los aficionados. Aquellos a los que se les llena la boca con la ya manida expresión de “matar al autor” para poder disfrutar, supuestamente sin complejos, de su obra y esos otros, igual de radicales ellos, que se aseguran el no perdón y debaten hasta el paroxismo sobre nuestro actual sistema y la horrenda naturaleza del ser humano. Es por eso que poco añadiré a lo ya conocido sobre CJ McCreery, siendo reemplazado en gira por Will Ramos, e intentaré centrarme en un disco tan notable como es este “Immortal” que, tampoco nos llevemos a engaños, no supone la cacareada cuadratura del círculo, pero sí la incorporación de ciertos elementos que muchos se han apresurado a tildar de black (por favor, dejemos a Noruega al margen de lo que unos tipos de New Jersey están haciendo) gracias a pasajes más oscuros, voces rasgadas y el gusto por unos arreglos que, sin embargo y lejos de la comparación más facilona (sin duda, elucubrada por esos críos que creen saber de algo por escuchar un nuevo disco cada día y fagocitar discografías al completo mientras hacen otras cosas), han convertido las canciones de Adam De Micco en una de las grandes sorpresas de metal de este año.
Sí, me gustaron "Psalms" (2015) y "Flesh Coffin" (2017) pero seguían demasiado contextualizados en las señas estéticas del deathcore, lo que no es malo per se pero, estando en pleno 2020 en esa huida de bandas del core y su absurda renuncia por una pretendida madurez que les aleja de sus propios seguidores y el intento de dejar atrás un subgénero cuya base fundamental es la rabia veinteañera, quería pensar que Lorna Shore (tras la salida de Tom Barber) tenían sus vistas en algo grande y, por pura casualidad, acerté.
“Immortal” abraza el exceso y sacude su propia propuesta en “Flesh Coffin”, así la apertura del disco se muestra tan exagerada y majestuosa, tan enorme y ambiciosa como para que se mezclen los coros y arreglos sinfónicos con el doble bombo de Austin Archey, la voz de McCreery nos devora y lleva al infierno, sigue enclaustrada en el deathcore hasta que se rasga y vuelve un gañido, subidas y bajadas, inflexiones, mientras De Micco y O’Connor apuestan por la melodía doblando sus guitarras. Brutales descargas de músculo y sudor, “Death Portrait”, o arremetidas propias del deathcore como “This Is Hell” en las que, a pesar de ello, muchos creerán escuchar a una banda de black cuando CJ aprieta y su voz se vuelve más aguda, cuando Lorna Shore frenan en seco y nos encontramos con los arreglos orquestales más propios de los Filth, que de una banda norteamericana de deathcore.
Un álbum en el que Lorna Shore disfrutan del reto, “Hollow Sentence”, y parecen convertirse en una formación europea de death metal sinfónico o, por el contrario largarse al norte por todo el melodeath de Gotemburgo, “Warpath Of Disease”, y regresar al death orquestal en “Misery System”, por si todavía había algún oyente despistado y creía no estar escuchando esta nueva versión “supervitaminada y mineralizada” de Lorna Shore. Quizá la única pega de este “Immortal”, en mi opinión, es que su última gran canción es “Obsession”, en la que parecen una banda de death metal técnico, tocando el progresivo con la yema de los dedos y tras la que el álbum sufre un pequeño descenso en composiciones como “King Ov Deception”, que no aporta absolutamente nada, “Darkest Spawn” (que pese a ahondar en la orquestación como recurso, queda en desventaja frente a la primera mitad de “Immortal”) y “Relentless Torment”, como innecesaria despedida de un disco que, aunque maneja bien los tiempos, no parece del todo equilibrado en su orden.
¿Me gusta? Por supuesto, Lorna Shore han demostrado que el hambre y la sed producen excelentes resultados cuando uno se abandona en la creación y se olvida de absurdas etiquetas y, lo mejor de todo, abre la espita para que muchas otras bandas profundicen en su propuesta y abran la mente. Imposible encontrarse mejor cumplido que cuando tu disco, a pesar de sus imperfecciones, puede convertirse en una referencia seminal para muchas otras bandas más jóvenes.
© 2020 James Tonic