Escuchar música es como volver a enamorarse y, en el caso de los noruegos Kvelertak; pongamos todas las cartas sobre la mesa porque, sabiendo que “Splid” no es su mejor álbum, consiguen la sensación de estar escuchando un nuevo resurgimiento y transmitir la sensación de que con él hay que engancharse a base de escuchas, aquí no valen las medias tintas y no hay canciones como "Mjød" o "Blodtørst" que te agarren por el cuello en la primera escucha, pero en su conjunto, “Splid”, transmite la sensación de inmediatez y frescura que la banda necesitaba tras "Nattesferd" (2016), un álbum que no me gustó en su momento por la sencilla razón de que era la continuación a "Kvelertak" (2010) y "Meir" (2013) y, lógicamente, daba la sensación de repetición de fórmulas y fin de ciclo pero, heme aquí, cuatro años y cinco actuaciones después de Kvelertak para atestiguar dos cosas; la primera es que “1985” en directo era un subidón de adrenalina brutal, tanto o más que “Berserkr” y, en una gira que tuve la suerte de ver con dos vocalistas diferentes (tanto en sala, como en pabellón y festivales), comprobé de primera mano que algo ocurría con Erlend y cómo Ivar Nikolaisen se ha ganado el puesto a base sudar y dotar a Kvelertak de una nueva dimensión; el búho está presente pero ya no como elemento diferenciador, sino como mascota, e Ivar ha convertido a Kvelertak en una versión más rocanrolera y buenrollante aún, la herida sónica de unos Converge más basados en el rock y menos en el hardcore, no es de extrañar pues que Kurt Ballou lo haya producido y haya querido transferir su crudeza en las guitarras y el pegar de Håvard. Hay riffs herederos del punk, estribillos y power chords del hard más petardo, pero también hay blast beats del black más oscuro y acelerado, en lo que parece un regreso a sus raíces a base de "fluzo" pero incorporando nuevos elementos que, por el contrario, en “Splid” no terminan de eclosionar.
Un álbum que es un vívido regreso a la vida, que abre con la engañosa “Rogaland”, en forma de oleadas, delays y acústicas, subiendo la intensidad en un crescendo roto por Nikolaisen y su voz distorsionada en ese puntito de desquicie tan característico suyo en el que parece que esta se va a romper, entre el pañuelo y la chupa de cuero, el mosh y el diving sobre el público, consiguiendo transmitirlo en una grabación de estudio en la que los coros del estribillo nos confirman que Kvelertak pueden no haber grabado su mejor álbum pero si uno que aguanta mejor las escuchas que el anterior, "Nattesferd", aunque no contenga los singles de este y en él suenen más a Kvelertak que nunca. Troy Sanders de Mastodon ayuda en “Crack Of Doom” y, honestamente, conforma uno de los mejores singles del disco y de este nuevo año; no hay un solo elemento nuevo, los colores con los que los noruegos pintan son los mismos y la voz de Sanders está lejos del habitual rugido de los de Atlanta pero, a cambio, vuelve a hacer el contraste entre el chillido de Nikolaisen y el engolamiento del estribillo en un tono más grave o cuando comparten estrofas, un diez.
También hay patinazos, claro que sí, como cuando Landa, Lund y Ofstad arrancan “Necrosoft” y suena a autoplagio, aunque la pulsión nerviosa de sus guitarras termine arreglando una composición tan poco llamativa y decidan recurrir de nuevo a solear armónicamente tras la melodía de sus propios coros en el estribillo. “Discord” es puro punk, ideal para sonar en sus conciertos en salas, y “Bråtebrann”, aunque recurran a la simple copia de su propio sonido, suena mucho más natural que “Necrosoft”, sintiéndose orgánicas las progresiones entre las diferentes partes de la canción, ofreciendo mucho más peligro que la anterior. De vuelta al punk en “Uglas hegemoni” y algo que no me gusta demasiado de la producción de Ballou en “Splid” es que rompe demasiado el esquema y la unidad del propio disco con un tratamiento tan diferente entre sus canciones, poco hay en común entre las anteriores y “Uglas hegemoni”, la voz está muy por encima y los instrumentos parecen embarullados (en más de una ocasión) en su aparente afán por sacarles punta, mientras que en “Fanden ta dette hull!” se convierten en una versión ñoña de sí mismos hasta volver a encontrarse en “Tevling”, aunque estilísticamente sea en la década equivocada.
"Stevnemøte med Satan" es Kvelertak en estado puro, aunque le falte un estribillo con pegada, y los noruegos decidan darse un tiro en el pie en “Splid”, jodiendo la recta final con "Delirium Tremens", ocho minutos con partes interesantes pero flojo en su conjunto y la confirmación de que siguen mutando y están en un camino muy diferente al de “Nattesferd”, en un álbum que tampoco cierra con la mejor, “Ved bredden av nihil”, y el resultado de una segunda mitad que cuesta concluir y recordar, en contraste con una primera mucho más luminosa, directa y accesible. A estas alturas me queda más que claro que acerté con su trabajo anterior, que Kvelertak han regresado y recuperado parte de su sonido previo pero también que están inmersos en un proceso de cambio y este “Splid” o el que venga son una transición necesaria, tanto como la sangre fresca de Ivar Nikolaisen y sus nuevos aires, tanto o más que nosotros como oyentes.
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