Ya sabes, abres el disco y lo pinchas, escuchas la clásica introducción que toda buena banda de metal se ve obligada a incluir antes de abrir fuego y, si tienes suerte, no vuelves a escuchar ninguna introducción o coda más a modo de relleno. Da igual si es un vinilo, si es un cedé, si es un archivo que previamente has descargado o es música en streaming, siempre e invariablemente es lo mismo y, cuando conoces de sobra al artista o has escuchado toneladas de discos, sabes perfectamente a qué va a sonar, que te va a esperar durante los próximos minutos. Nada de eso se cumple con el cuarto larga duración de Athenar que comenzó este proyecto, al margen de su banda Boulder, como pequeña válvula de escape en la que publicar splits y EPs, hasta que llegó el sobresaliente “Satanic Royalty” (2011) y continuó su leyenda de manera notable con "No Mercy for Mayhem" (2014) y "Sweet Death and Ecstasy" (2017). Quizá el secreto de Midnight no sea la estética adquirida por Jamie Walters, Athenar, sino la falta de complejos para facturar una especie de speed mezclado con black metal y toques de ese heavy tan rancio que mantiene la estética de Midnight alejada de cualquier crítica posible ya que se encuentra alojada en un terreno atemporal en el que, Athenar, es libre de usar todos los elementos que le vengan en gana, componer las canciones que le apetezcan y tan sólo deberse a sí mismo, siendo el resultado tan excitante para él, como para nosotros. En los discos de Midnight no hay obligación alguna de introducir una intro, de sonar como otras bandas, de maquillarse o disimular lo que no es. Y, por cierto, ante aquellos que descubran a Midnight; su estética es anterior a la de MGLA, además la concepción de Walters es que no importa el músico, no hay interés alguno en causar la impresión espectral de los polacos (a los que, por otro lado, también adoro y las posibles coincidencias estéticas entre ellos y el de Cleveland, carecen de toda importancia).
“Fucking Speed and Darkness” es toda una declaración de principios, es divertida, es exagerada, es un disparo a bocajarro, es una caricatura, es la carta de amor de un amante del metal que reúne todos los tópicos del subgénero para confeccionar una pieza de cuatro minutos que podría haber sido escrita por noruegos adolescentes sedientos de sangre o, simplemente, por un tipo que ama lo que hace y mezcla la negrura de unos con el metal de toda la vida. Cuatro minutos de acelere, de quemar ruedas, de velocidad y desgarro, de heavy metal añejo mezclado con oscuridad y mala ralea. “Rebirth By Blasphemy” es tan cruda y pedestre como para que la hubiesen firmado los más recientes Darkthrone, su cafre estribillo es gloria para los oídos de aquellos aventurados en el metal, lo mismo que el riff y el sentimiento de urgencia de “Escape The Grave”, con una letra que es puro cliché, pero se siente natural porque eso es precisamente lo que Athenar busca, nada de complicaciones. Buen ejemplo de ello, como si no los hubiese, es “Devil's Excrement” con esa guitarra que parece taladrarnos el pecho y el sentimiento de estar escuchando un himno clásico del metal en “Rising Scum” o en la propia “Escape The Grave”.
Athenar recupera el ritmo con “Warning from the Reaper” y un riff tan clásico y cercano al hard como la sensación de estar escuchando a unos acelerados y despreocupados Kvelertak con un Ivar Nikolaisen embrutecido o a los primeros Venom en “Cursed Possessions” e incluso a un Lemmy de ultratumba en “Raw Attack”. Lo bueno de Midnight, de Athenar es que no oculta, no hay engaño, tan sólo admiración y diversión, pasión por el metal y ganas de pasarlo bien, de romper con todo y sonar más auténtico y bruto que cualquier banda de los fiordos (“The Sounds of Hell”) o fresco que los propios Kvelertak, como se escucha en “You Can Drag Me Through Fire”, con la que cierra dejando un estupendo sabor de boca y ganas de volver a escuchar el disco. Diez canciones para pasarlo bien, saltar y celebrar la vida, para sentir que el metal -mal que le pese a algunos- sigue más vivo que nunca.
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