Lo que me ocurre con Annihilator es que su música más reciente, sin ser la octava maravilla y no habiendo levantado la cabeza en años (a pesar de algún que otro buen momento), Jeff Waters es un tipo que me cae bien y hasta simpático, es un músico trabajador, incansable y al que tengo gran cariño. “For The Demented” (2017), tal y como escribí en esta web, era un disco templado con malos momentos y los buenos no tan buenos, siendo Waters incapaz de ocultar las referencias y sí su incapacidad para componer un álbum que soporte sucesivas escuchas sin que se desmorone.
Su discografía, desde “King Of The KIll” (1994) o, como mucho, “Refresh The Demon” (1996) hace aguas y tan sólo puedo salvar “Carnival Diablos” (2001) o un “Schizo Deluxe” (2005) que, sin ser “Never, Neverland” (1990) o la obra maestra que es “Alice In Hell” (1989), aguantan esas escuchas mencionadas. Y lo que siento con este último, “Ballistic, Sadistic”, es que es tan engañoso como cualquiera de los últimos títulos de Waters y tras su supuesta vuelta a sus raíces, su endurecimiento en el sonido y velocidad en la batería (señas que regresaron con “For The Demented”), el álbum no esconde nada más. Producido por el propio Waters, no tengo quejas excepto de la compresión, e instrumentalmente está a un excelente nivel, siendo el gran problema de este álbum que, cuanto más lo escucho, menos me dice y en muchas ocasiones, siento estar escuchando a Waters emulando a Mustaine en su fraseo cuando no lo necesita en absoluto. Por otra parte, la música de Waters y Fabio Alessandrini se ha convertido en un pastiche de thrash y metal genérico que no aporta nada a la escena, el oyente o la propia leyenda de Annihilator. ¿Estamos hablando de un álbum malísimo cuando en la mayoría de webs, supuestamente especializadas, le otorgan tres y cuatro rayos o manos cornudas? No, Waters es incapaz de grabar algo horrendo, pero si -como ya comienza a ser habitual en él- algo mediocre, indigno de su altura.
“Armed to the Teeth” me gusta y es un gran arranque para un álbum en el que no sobran las canciones con gancho (“I Am Warfare”), buen estribillo y nivel, de ella me gusta el riff entrecortado con el que abre y cómo las guitarras dialogan, además Waters suena mucho más natural y no tan forzado en las voces; canta con rabia, la guitarra escupe riffs y Fabio golpea con fiereza. Un espejismo que rápidamente se desvanece en una masilla de canciones que, como “The Attitude”, suenan puramente adolescentes, o repetitivas como “Psycho Ward”. “I Am Warfare” es una de las mejores, quizá por su melodía, quizá porque suena más fresca o, porque simple y llanamente, está hecha a la medida de Annihilator. El single “Dressed up for Evil”, aunque Waters vuelva a sonar como Mustaine, es pegadizo y sus riffs están bastante más trabajados que números tan horrendos como “Out with the Garbage” o la propia “Riot”, canciones de puro relleno que comparten espacio con otra más trabajadas y que no muestran el empeño de Waters por regresar a unos años juveniles que ya pasaron y nunca volverán, que quizá debería aceptar.
Ese quizá sea el talón de Aquiles de un disco en el que “The Attitude”, “Riot” y las penosas “Lip Service” o “One Wrong Move” muestran al Waters más complaciente; en un nivel creativo tan bajo que firma versos verdaderamente vergonzosos y rimas infantiles, todo mezclado con riffs corrientes y molientes, dejando en mucha mejor posición a un disco como “For The Demented”. Pero, lo que más me sorprende, es que cierra el álbum con “The End of the Lie”, demostrándome que es capaz de lo peor pero también lo mejor, que esta última canción junto a “I Am Warfare” o “Armed to the Teeth” deberían haber sido la tónica a seguir. ¿Cómo es posible que no haya continuado por esta senda si lo que quería era recuperar parte del espíritu de Annihilator? Como dije en mi anterior crítica, Waters parece incapaz de conectar con su glorioso pasado o pasar una noche con las musas que le inspiraron para grabar semejantes canciones, sigue inmerso en la zona gris y es una auténtica pena…
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