Crítica: Suldusk "Lunar Falls"

Los que me conocen saben que no nací escuchando a Mayhem, rezando a Mastodon o Neurosis, creyéndome Satyr (por poner algunos ejemplos, aunque tampoco me importaría imaginarme como Gaahl, bebiendo una copa de vino mientras disfruto de un buen desangre), y si mi formación musical comenzó por la música clásica y lo que se escuchaba en mi casa (que, afortunadamente, era pop y rock de los sesenta y setenta pero también canción francesa) quizá nunca habría terminado surcando las peligrosas aguas del pop y, si no llega a ser por el rock y el metal de los noventa, habría acabado escribiendo sobre Delorean o Lori Meyers (con todos mis respetos hacia ellos y sus públicos) en otra web muy diferente. Pero, yendo al grano, si acudí a la oscuridad del black metal fue porque, desde bien pronto, entendí que la honestidad estaba en el circuito más underground, en aquellos artistas que mantenían sus trabajos para poder vivir y dedicaban su tiempo libre y dinero en subirse a un escenario y publicar limitadísimos discos. Poco sabía, por aquel entonces, que le quedaban los días contados a un subgénero que, a golpe de meme e Instagram, se ha convertido en uno de los más lucrativos de la escena actual y, mientras el mismísimo Satyr disfruta con sus propias bodegas y probando coches de lujo, Abbath es exprimido en los escenarios, Nergal obtiene más likes en sus redes sociales que muchos artistas pop y, paradójicamente, Mayhem venden más que nunca, mientras la maquinaría de Darkthrone sigue viento en popa y Varg Vikernes -ahora, justo ahora, no me digan que no es cómico- es censurado en YouTube, ver para creer…

Pero el caso y no quiero perderme en divertidas elucubraciones sobre el lamentable estado del indie nacional y lo rentable del metal actual, es que acudí al black metal y todos sus subgéneros en busca de algo de esa oscuridad (“ash nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul”) que también buscó Varg, ante la desmesurada luz de la música mainstream y, si en algún momento se ha perdido algo de esa penumbra, es con música como la de “Lunar Falls” que recupero la fe. Suldusk no es más que el proyecto de la australiana Emily Highfield (no, no esperes a una cantante de pop frustrada -como Myrkur- con Ulver detrás) que honra la memoria de la tristemente fallecida Aleah Stanbridge (Trees Of Eternity, también pareja de Juha Raivio, Swallow The Sun) y ha facturado un bellísimo álbum que vibra entre la sensibilidad aplastante de Stanbridge, la suya propia y el black, la suntuosa melancolía de Trees Of Eternity y la delicadeza; si hace unos días publicábamos nuestra crítica de Chelsea Wolfe, Suldusk ha publicado el álbum que a la californiana le habría gustado grabar, “Lunar Falls” es inquietante, es hermoso, es veneno inoculado lentamente en tus venas, es… puro.

Lo curioso del álbum es que todo resulta familiar, ni la portada es un dechado de originalidad, ni la introducción (“Eleos”) es plenamente genuina, tampoco “The Elm”, que no es más que una adaptación de “Sinking Ships” de Trees Of Eternity pero todo funciona y desde esa introducción y “Souls Ipse”, Highfield nos agarra por el cuello y nos sumerge en el río con ella -como Ofelia, como Virginia- en una especie de ritual, acústicas, un rumor y un estallido; la épica del black, la frialdad de su voz, las dobles voces celtas, las guitarras con delay, el toquecito justo de shoegaze, el momento post para hundirnos en las frías aguas de la noche, el pegadizo estribillo ritual; la delicada tonada de “The Elm”, su unión con “Aphasia” y la malsana sensación de que algo va a ocurrir y la calma penetrante pero también acechante de “Three Rivers”. Consecuente es el interludio “Autumnal Resolve” porque no sobra, no es relleno, y la precisión cortándonos el alma en “Catacombs”, haciéndonos suyos por la eternidad, hasta “Nazare” y “Drogue” en la que confirmamos que la voz de Highfield es un diamante hasta el cierre ceremonial en ese rasgado de guitarra más propio de Elliott Smith y sus baladas de madrugada que de cualquier álbum de metal.

Highfield asegura estar trabajando ya en su segundo álbum y no puedo sentirme más que afortunado por haberla descubierto con su debut. Ahora que Anathema se han convertido en todo aquello que no querían, Myrkur podría aparecer en la próxima campaña de Bershka y se venden sudaderas con tipografía blacker en Zara, doy las gracias por haberme topado con “Lunar Falls”, la honestidad sigue residiendo en el circuito más underground, desde luego que sí…

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