Crítica: Cattle Decapitation “Death Atlas"

Es muy complicado que tras dos discos como "Monolith of Inhumanity" (2012) y "The Anthropocene Extinction" (2015) una banda sea capaz de soportar la presión de publicar su continuación y conseguir satisfacer a todo el mundo; no sólo a su público, sino también a aquellos oyentes casuales que los acaban de descubrir y esperaban este "Death Atlas" (2019) con tantas ganas como para encumbrarlo antes siquiera de haberlo escuchado. Conseguí ver en directo a Cattle Decapitation durante su gira de "The Anthropocene Extinction" y me impresionaron de veras, Travis Ryan nos cogió por el cuello y no nos soltó hasta el final de una actuación en la cual se mezcló el grind con el death a la velocidad de la luz y todo ello destilando tanta pericia técnica como melodía en cada una de sus canciones, pero sin ninguna concesión al azúcar o a lo fácil, a lo obvio. Es por eso que, como miles de personas, esperaba con muchas ganas este “Death Atlas” y, tras un mes de escuchas, pareciéndome un buen disco con algunas grandes canciones, sin embargo, me ha decepcionado respeto a los mencionados "Monolith of Inhumanity" y "The Anthropocene Extinction", quizá su cima creativa desde que tomasen el toro por los cuernos (nunca mejor dicho) en "Karma.Bloody.Karma" (2006). “

En “Death Athlas”, repiten con Dave Otero en la producción (Archspire, Cephalic Carnage, Cobalt o Khemmis, entre muchísimos otros), suena tan brutal como siempre, nadie puede decir lo contrario, pero cuando lo escucho -y esto no es culpa de Otero- siento que la personalidad de Cattle Decapitation ha quedado desdibujada y no estoy escuchando un disco de grind, de death metal técnico, de goregrind, metalcore o brutal death, sino uno de black metal melódico en el que la banda parece más inclinada al blast y a la creación de atmósferas que a la pura y dura agresión; las melodías siguen recordando a las de "The Anthropocene Extinction" pero no hay el sentimiento de aquel, y cuando escucho "The Geocide" tras “Anthropogenic: End Transmission”, sólo entiendo la voz del impresionante Travis Ryan dentro de los parámetros estéticos de Cattle Decapitation. “Be Still Our Bleeding Hearts” o “Vulturous” (esta última se me hace especialmente larga, lo que es malo en un álbum tan deseado) administran la dosis de los de San Diego con cuentagotas, de manera rácana; David McGraw y Pinard están sensacionales, nadie podrá acusar a Elmore o Dimuzio de no estar a la altura, pero sí en otras coordenadas que no son las de la banda.

Será conveniente saltarse "The Great Dying I" y "The Great Dying II", como “Anthropogenic: End Transmission”, tres instrumentales a modo de interludio con voces narradas que no aportan absolutamente nada, para llegar a “One Day Closer to the End of the World” en la que parece que Cattle dan muestras de querer regresar a su terreno para, segundos después, desesperarnos con “Bring Back the Plague” y sentir que hemos viajado a la fría Noruega. ¿Era necesario? Por supuesto que no suena mal, que McGraw es una máquina de auténtica precisión, pero esto no es Cattle, lo siento; es black. Y no quiero pecar de fundamentalista, no pasaría nada si las composiciones estuviesen a la altura o no viniésemos de "The Anthropocene Extinction". Prueba de lo que digo es el puente de “Bring Back the Plague”, en el que la banda nos ofrece lo que pedíamos, hay melodía, pero bien integrada y sin concesión alguna. “Absolute Destitute” o, más en concreto, “Finish Them”, nos vuelven a poner en órbita y con “With All Disrespect” siento que Cattle Decapitation parecen saber de su error y en el último estertor de “Death Atlas” han despertado al Kraken a pesar de “Time's Cruel Curtain” y la manía de incluir cortes instrumentales de relleno, o "The Unerasable Past", logran que uno pierda la paciencia (cuatro instrumentales absurdas en un álbum de catorce, dejándolo en diez canciones) a pesar de contener un monstruo como es la final y homónima al álbum, con sus nueve minutos, en los que, aparte de la genialidad, siento que un poco de contención y recorte en su minutaje la habría hecho subir de nota.

“Death Atlas” es un disco extraño y desnortado, contundente y con momentos de alegría para el paladar más extremo, grandes ideas y buenas canciones se entremezclan con canciones inferiores, relleno y falta de dirección cuando la banda decide apartarse de su camino y probar cosas nuevas, siendo lo mejor de todo el disco la voz de Travis Ryan y su forma de cantar, interpretar y desagarrar nuestro interior, confirmando que es uno de los mejores vocalistas del metal y quizá también uno de los menos conocidos por el gran público. “Death Atlas” es lo que ocurre cuando tocas el cielo con "Monolith of Inhumanity" (2012) y "The Anthropocene Extinction" (2015) y entras al estudio confiando en tu talento, pero sin saber muy bien en qué dirección tirar y sin haber hecho los deberes, con la lógica presión tras cuatro años de giras y piropos de la crítica. Siguen siendo una grandísima banda, una de mis favoritas, y seguiré escuchando el álbum porque me parece bueno, pero esto no me lo esperaba tras los anteriores y es una pena…


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