Para todos aquellos que se preguntaban qué me había parecido “Deus Salutis Meæ” (2017), debo reconocer que las bondades que vi en "Codex Obscura Nomina" (2016) no se tradujeron en aquel álbum y gustándome "Memoria Vetusta III: Saturnian Poetry" (2014), no llegaba, lógicamente, a las cotas de "Memoria Vetusta II: Dialogue With the Stars" (2009), mientras el nombre de los franceses comenzaba a ser habitual entre propios y extraño gracias al “boca a boca” y la prensa más tontorrona, que ensalzaban a Blut Aus Nord y, claro, a Deathspell Omega. Así, creí entender que necesitaba unas pequeñas vacaciones del mundo del avant-garde del metal o, por lo menos, hasta que Blut Aus Nord dejasen de mirarse el ombligo y satisfacer al fan gafapasta del metal que cada vez es más habitual en un subgénero con tendencia a la intelectualización, cuando lo que debe es remover las tripas. Pero, sorpresas te da el metal, que los franceses parecen haber abandonado la trilogía industrial por la que han atravesado y, regresando al black metal más tradicional, insuflarlo de emoción y teñirlo de gaze. No cuesta escuchar "Nomos Nebuleam"y creer que en la melancolía de las guitarras hay un puntito de Alcest, no porque Blut Aus Nord estén copiando a Neige (no les hace falta), con una discografía tan variada como la que poseen, en la cual parecen ser capaces de dominar casi cualquier registro, sino porque los trémolos se empapan de delays y reverb en una suerte de blackgaze acelerado que evoca a los creadores del bello y reciente "Spiritual Instinct" (sigo considerándolo uno de los discos de este año).
Sin embargo, Blu Aus Nord, parecen utilizar la voz como recurso y no como expresión, esta aparece insospechadamente baja en la mezcla, tanto que hay que entender que es algo premeditado para crear emoción y no para que sea el habitual hilo conductor. Mientras que en “Nomos Nebuleam” rozan brillantemente el ensimismamiento, en “Nebeleste” atacan el black más tradicional en el que, pese a ello, no hay ni rastro de gruñido disonante alguno y, tras el crudísimo riff, son esas voces etéreas -a veces, corales- las que mantienen el toque alucinógeno al que hacen referencia en esa portada en la que parecen proponernos subir al cielo lovecraftiano, del que caen colores, trepando por ese estramonio apocalíptico, dibujado por Dehn Sora. Pero quizá la gracia alcanzada por Blut Aus Nord es que, en su regreso a terrenos más familiares por cualquier aficionado al black, “Hallucinogen” se siente como un avance; “Sybelius” y sus épicas guitarras, sus sentimentales solos sobre los crudos riffs, o las constantes arremetidas en “Anthosmos”, parecen querer explorar el vasto terreno olvidado por cientos de bandas que han creído encontrar la piedra filosofal en el mestizaje del shoegaze y el black, ese subgénero parasitario, capaz de infectar cualquier otro y transmitir toda su negrura.
Es por eso que “Mahagma” o “Cosma Procyiris”, en menor medida, harán las delicias de cualquier amante del black metal, mientras que a ese cielo del de Providence, los franceses parecen llegar cuando se libran de los férreos postulados y abrazan la improvisación, cuando las guitarras parecen rozar la psicodelia y solear, cuando Blut Aus Nord se pierden en lo que la canción requiere, independientemente de adónde los lleve en los casi cincuenta minutos de duración de “Hallucinogen” que confirman que, en efecto, este año ha sido tan próspero para la música, como cualquiera de los ochenta o noventa. Resulta emocionante que Blut Aus Nord hayan cambiado todo para no cambiar nada, uno de esos giros lampedusianos por los que he amado tanto la obra de los franceses y que augura la apertura de otra brillante época, dejando atrás los toques electrónicos, industriales, para abrazar, otra vez, el black y abrirnos de nuevo la mente a otros mundos.
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