No suelo detenerme en ellas y mucho menos escribir sobre las reediciones de discos ya clásicos porque, habitualmente, suelen ser artefactos perpetrados por la propia discográfica o artistas en declive que buscan un poco de dinero en su pasado más glorioso y suelen resultar, de alguna manera, bastante decepcionantes pero nada de esto se cumple con una de las obras cumbres del metal extremo de finales de los noventa, “Cruelty And The Beast” de Cradle of Filth, por mucho que les duela a algunos, fundamentalmente a todos esos chavales cuyo recorrido memorístico y cultura, empieza y acaba en Wikipedia. Pero quizá, sólo quizá, “Cruelty And The Beast” ocupe un lugar destacado en mi corazón porque estuve en aquella gira (hace la friolera de veintiún años, tan sólo dos meses después de haber sido publicado, con Dani plenamente confiado en sus canciones) y al recuerdo de la banda sobre el escenario (con bastante mal sonido, todo hay que decirlo) se le suman gran cantidad de emociones teñidas por la nostalgia de una época (tanto musical, como personal) que nunca más volverá y, en cierta manera, esta también bien así.
Pero lo cierto es que el álbum que terminaría de definir a la banda es quizá uno de los muchos casos en los que la visión del artista se ve claramente perjudicada por un decepcionante resultado final ya que el sonido del disco original si ya en su época dejaba mucho que desear es ahora cuando, comparado con esta edición que nos ocupa, se convierte en uno de los ejemplos más sangrantes (nunca mejor dicho) de la importancia de la producción en el producto final que, nos guste o no admitirlo, es un disco cuando llega precintado a nuestras manos. Sin embargo, si tiro de memoria y algo de hemereoteca también, ello no fue óbice para que “Cruelty And The Beast” fuese saludado como la gran obra maestra que ha demostrado ser. El álbum que arrancó las lágrimas de frustración de Sarah Jezebel Deva y acabó con la continuidad de Stuart Anstis, Lecter y, por supuesto, Nicholas Barker, muestra un ambiente opaco y tristón con una sonido de batería indigno de un músico como Barker que, honestamente, tampoco le sentaba tan mal al ambiente lúgubre del castillo de Elizabeth Bathory y sus sangrientas orgías, concediéndole un extra de oscuridad primitiva a unas canciones que, ya desde entonces, se mostrarían como lo mejor que Cradle Of Filth habían escrito y grabado, con permiso de "Dusk... and Her Embrace" (1996), claro…
Escuchando estas canciones resulta inevitable sentir que “Re-Mistressed” es un regalo de la vida para el buen melómano y amante de los sonidos más extremos, que el trabajo arqueológico de restauración de Scott Atkins en los Grindstone Studios ha sido tan notable como para que podamos apreciar canciones como “Cruelty Brought Thee Orchids”, por fin, en su justa medida y, cuando entra la batería de Barker esta ya no suene como una caja de ritmos a causa de la inexplicable compresión original, ganando la canción en calidad y matices, pudiendo apreciar toda la belleza y exuberancia en la voz de Sarah Jezebel Deva o los recitados de Ingrid Pitt a lo largo y ancho de todo el álbum. Canciones repletas de amor por el cine en sus desarrollos más grandilocuentes y el gusto por el terror más romántico de Filth, desde su apertura “Once upon Atrocity” o el vendaval que sigue siendo “Thirteen Autumns and a Widow” cuando sentimos las terroríficas descargas eléctricas de unos Cradle Of Filth que llevaron los arreglos sinfónicos a otro nivel a través de la narración de un álbum conceptual en el que cabe casi de todo y en el que las voces y la historia o el diabólico pero fantasmagórico teclado de Lecter (Les Smith) encontraban su hueco entre las guitarras de Gian y Stuart, “Beneath the Howling Stars”, o nos llevaba de la mano a las torturas orgásmicas de “Venus In Fear” hasta el estridente riff de “Desire in Violent Overture” con Barker sobrepasando la barrera del sonido junto al, por fin audible, bajo de Robin Graves y Filth chillando como una bruja poseída.
Tal era la magia de Cradle Of Filth en “Cruelty And The Beast” que, a pesar de tratarse de un álbum conceptual, la energía no decaía en su segunda cara y tanto “The Twisted Nails of Faith” como la opereta de diez minutos, “Bathory Aria (I: Benighted like Usher / II: A Murder of Ravens in Fugue / III: Eyes That Witnessed Madness)”, se convertía en un suculento manjar que degustar antes del ataque final, “Lustmord and Wargasm (The Lick of Carnivorous Winds)”, aunque en esta edición de “Cruelty And The Beast”, Filth guste de regalarnos una versión de Iron Maiden como postre, "Hallowed Be Thy Name" que, pese a que quizá no sea del agrado de los seguidores de Harris, sí demuestra el talento por el homenaje, aportando la particular visión de la propia banda.
Para los más rápidos con la tarjeta de crédito, este "Re-Mistressed" se presentaba en su edición limitada, cómo no, en vinilo rojo (como le habría gustado a la propia Bathory), notas sobre su grabación y el autógrafo estampado por el mismísimo Dani Filth, orgulloso de la obra parida, aquella que nos llevó también a "Midian" (2000) y escribió definitivamente su nombre en la historia del metal. Mientras termino de escribir esta humilde crítica de la edición que nos ocupa (no del disco original, mucho ojo; no nos confundamos uno y esos mismos otros) se me agolpan los recuerdos de aquel concierto, hace ya más de dos décadas, y "Cruelty Brought Thee Orchids" o “Beneath the Howling Stars” sonando en directo, amistades que el tiempo parece haber devorado y amores que quedaron atrás, todo hilvanado por la música de Cradle Of Filth de fondo, junto a los sueños de adolescencia del que escribe. Sobresaliente en su recuerdo y en esta encarnación, pero imprescindible, completamente imprescindible…
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