Si acudes a un directo de los hermanos Hawkins ya sabes lo que te vas a encontrar; el imposible falsete de Justin, su manera de dar palmas con las piernas mientras hace el pino, media docena de Les Paul Custom apiladas como si se tratase de un arsenal, Dan trabajando las canciones en un discreto segundo plano, Frankie siendo el bajista más cool del puto planeta y a Rufus Taylor (sí, hijo de Roger Taylor de Queen, la referencia es obligada, me guste o no) marcando el ritmo de manera discreta pero fiable. Sonrisas y más sonrisas, singles de pegada y posturas increíbles; ya no hay leones albinos de peluche de los que bajar del techo, ni tampoco tentáculos de gomaespuma pero The Darkness, en directo, siguen siendo tan fiables como siempre. El problema es que “Last of Our Kind” (2015) pareció ser el último de su especie (nunca mejor dicho). Atrás quedaban “Hot Cakes” (2012) que, con todos sus defectos, sigue siendo una increíble colección de singles, mal que le pese a algunos de los que se apresuraron a defenestrarlo, la resaca tras la tormenta que fue “One Way Ticket to Hell... and Back” (2005), el supuesto fin de las adicciones de Justin, y un debut fulgurante como “Permission to Land” (2003) que sigue sonando como un cohete dieciséis años después. Y, a partir de ahí, el desastre comercial de “Pinewood Smile” (2017) y el intento por arreglar lo roto en “Easter Is Cancelled” (2019), desde su propia y elaborada portada que parece ser que ha molestado a algunos, demostrando que las buenas maneras siguen en sus planes pero, indudablemente, la frescura se perdió en el estudio. Está claro que cualquiera que escuche "Live 'Til I Die" pensará que The Darkness han vuelto a grabar un disco vitalista y repleto de genialidad, pero, “Easter Is Cancelled”, tras las buenas maneras y una producción brillante (suenan realmente bien, rejuvenecidos) fracasa otra vez sobre el papel, aunque progresen adecuadamente.
"Rock and Roll Deserves to Die" tira de dramatismo, pero es uno que sabemos impostado, falso y divertido, por supuesto, y me parece una apertura realmente brillante; suena tan romántica como falsa, tan irónica como mordaz, Justin está magnífico y el acompañamiento de Dan es soberbio, así como su estallido propio de Foxy Shazam. Como esos primeros compases de "How Can I Lose Your Love", más propios de Rush, y su estribillo es pegadizo, pero tan flojito que parece que a The Darkness se les haya ido la fuerza por la boca en las estrofas, hasta "Live 'Til I Die", quizá la única que nos recordará a sus primeros trabajos, pero “Easter Is Cancelled” suspende cuando la risa se les desdibuja en "Heart Explodes" o Justin juega a ser Mercury de nuevo en el melodrama que es "Deck Chair", tomándose a sí mismo demasiado en serio.
Queen, siempre Queen, porque si odias a Mercury, May, Deacon y Taylor, canciones como la propia “Easter Is Cancelled” no te entrarán por muchas escuchas que les des, y The Darkness parecen funcionar a medio gas en una canción como “Heavy Metal Lover” que hace años habrían clavado y debería convertirse en un clásico de sus conciertos pero suena tan desnatada que cuando llega “In Another Life” no te queda más que darte cuenta de que algo ha ocurrido en el seno de la banda, de que los hermanos Hawkins parecen haber vendido su alma a la onda media (prueba de ellos es la tontería de "Different Eyes"), cuando ni la pandereta de "Choke on It" y sus aires surferos son suficientes para afrontar las acústicas "We Are the Guitar Men" y el estallido beatliano de su segunda parte y posterior enlace con "Laylow", el bostezo absoluto en "Confirmation Bias" (a pesar de la exhibición vocal de Justin) y "Sutton Hoo" que parece un descarte de la inicial "Rock and Roll Deserves to Die" pero que configuran una segunda cara errante e infumable, aburrida y lejos de la supuesta diversión que The Darkness evocaban.
Sí, es infinitamente mejor que “Pinewood Smile”, por supuesto que sí, pero le falta pegada, le falta gancho y esa frescura que escribía al principio, a “Easter Is Cancelled” le falta todo lo que me gustaba de The Darkness y ahora encuentro de manera esporádica en sus canciones; un guitarrazo aquí y allá, un riff, un alarido de Justin y ese “party all night” que evocaban sus canciones, lejos del complejo y cualquier atisbo de seriedad. Cuando uno no sabía muy bien si el hype de The Darkness era debido a que no eran una banda de verdad o lo más ‘spinal tap’ que nos habían regalado los primeros años del nuevo milenio, cuando las naves espaciales volvían a las portadas y Justin parecía ajeno a las críticas. Parafraseando a Woody Allen, “echo de menos la época cuando el aire era limpio, el sexo sucio y The Darkness divertidos, pero de verdad…
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