Recuerdo perfectamente haber escuchado asegurar a Mikael Åkerfeldt que este nuevo álbum de Opeth trataba sobre la soledad y puede que eso evoque la magnífica portada de Travis Smith (o eso haya querido trasmitir el propio Mikael), estoy seguro de ello. Pero, oyendo la cantidad de fragmentos intercalados, entrevistas a niños o adolescentes que dan su opinión sobre el significado de Dios o la muerte, además de las particulares letras de este álbum, parece claro que "In Cauda Venenum" (2019), trata sobre el tan temido paso al más allá o eso da a entender el álbum más personal e íntimo de Opeth que contiene, paradójicamente, menos elementos de los Opeth tradicionales (si es que podemos seguir utilizando semejante término). Íntimo, no por la exuberancia instrumental, una propuesta cada vez más del gusto de Åkerfeldt, que parece disfrutar descomponiendo y fragmentando (en definitiva, deconstruyendo) su propio proyecto, añadiendo cada vez más elementos de su panteón personal pero no del de muchos de los seguidores de la propia banda sueca que se las ven y se las desean para justificar estar a la altura de tan alta propuesta (asegurando escuchar referencias oscuras del prog de los setenta o mentando el nombre de Fripp en vano, en una pirueta tan artificial a su edad, como su propia estupidez), sino por el propio cariz de la música y el recogimiento que esta evoca; a lo que hay que sumar la decisión de grabarlo también en sueco, lengua materna de Mikael, quizá por la comodidad que él propio debe experimentar interpretando unas letras que, para mí sorpresa, han sido igualmente trabajadas en ambos idiomas (no se trata de una burda traducción) sino que la sonoridad y la rima encajan a la perfección en todas las composiciones, desde "Dignity" ("Svekets prins") hasta "All Things Will Pass" ("Allting tar slut").
El fortísimo sentimiento del sintetizador de Svalberg en "Garden of Earthly Delights" ("Livets trädgård") y los ominosos coros, son la primera señal del cambio que Opeth parecen estar atravesando, la pieza me recuerda al álbum “Phaedra” (1977) de Tangerine Dream, por ejemplo, “Mysterious Semblance at the Strand of Nightmares” (primera crítica en la que veas escrita esta referencia tan directa a una canción específica, no lo dudes), mezclada con el ritmo obsesivo de “On The Run” de Pink Floyd. Ambas referencias, (quizá más obvia la segunda) no son tan descabelladas cuando, además de los sampleados, escuchamos algunos de los solos de Åkesson (por ejemplo, el que abre “Dignity”, completamente 'gilmouriano') y sintamos que aquel adelanto no tenía sentido como single per se, sino como continuación de la espacial introducción que abre "In Cauda Venenum". Mejor es el ritmo trotón de "Heart in Hand" ("Hjärtat vet vad handen gör"), recordando a “Sorceress”, puede que la pieza más pesada de todo el álbum en la que, sin embargo, hay una bellísima transición en la que Mikael parece disfrutar más que nunca, transmitiendo e interpretando la letra con auténtica pasión, sobre la guitarra acústica y el prominente bajo de Martín Méndez.
Es la guitarra la que, empero, une “Heart In Hand” con "Next of Kin" ("De närmast sörjande") en la que Mikael vuelve a planear sobre la música de Opeth, no sólo no dándole el placer a su primera hornada de seguidores con un supuesto regreso a los guturales, sino realizando inflexiones y quiebros que le llevarán a solucionar determinadas alturas con falsetes, seguidos de momentos de éxtasis crimsonianos en los que las voces se supeditan al riff para, segundos después, lograr el claroscuro con delicadas melodías a la guitarra o rematar la pieza entre ampulosas orquestaciones y llegar hasta “Lovelorn Crime" ("Minnets yta"), en la que las voces de Mikael están repletas de emoción y de nuevo la orquestación es la que toma el papel protagonista, llevándonos a un solo de Åkesson que exuda influencia de los Floyd de los setenta. "In Cauda Venenum” posee jazz también, como ocurre en “Charlatan” (pero en menores dosis que en "The Garroter”, por ejemplo) en la que no sólo la batería juega con su compás, sino que sobre el teclado de Svalberg, es la gruesa -esta vez- guitarra de Åkesson junto a Méndez los que conferirán el entrecortado aspecto ‘djenty’ de una canción en la que Mikael permanece en un registro fantasmagórico.
Otro aspecto de "In Cauda Venenum” es su producción, sonando fantástico, no es la que más me gusta; hay momentos en los que da la sensación de que, cuando entran todos los instrumentos, todos permanecen a la misma altura y registro, emborronando los momentos más jam, como el de la parte central de “Charlatan” que, de interpretarla en directo, se verá seguramente beneficiada. El momento 'beatliano' de "Universal Truth" ("Ingen sanning är allas") arroja algo de luz en su primera parte y contiene una de las guitarras acústicas más bellas de todo el álbum, pero sus siete minutos no están articulados siguiendo una progresión, sino que hay un “rompe y rasga” para cambiar de tercio que estropea ligeramente el clímax instrumental en el que la pieza había devenido y hace perder el pulso. Pérdida del que la introducción flamenca de "The Garroter” ("Banemannen") parece sacarnos, sorprendiéndonos a traición, hasta que entra el oscurísimo piano de Svalberg y Axenrot haciendo las delicias de Dave Brubeck con su 5/4 (metro quíntuple), conformando una canción arriesgada para los seguidores de Opeth pero cuyo precio a pagar es el de partir la recta final en dos ya que ni el inteligente uso del clarinete en "Continuum" ("Kontinuerlig drift") y la locura psicodélica en las que nos vemos envueltos con Åkesson plenamente fuera de sí o ese impostado crescendo de "All Things Will Pass" ("Allting tar slut") y su bonita melodía, en el que intentan imprimirle algo de pesadez al final del álbum (por no mencionar el odioso e indigno “fade out” de la canción que bien saben todos nuestros lectores que odiamos profundamente como recurso), serán suficientes para que ese final de "In Cauda Venenum” no palidezca frente a la inmensa paleta mostrada en su primera parte.
Así pues, sumergirse en "In Cauda Venenum" requiere de tiempo y toda la generosidad que, como oyentes, seamos capaces de concederle. Es completamente inútil, además de una necedad, darle un par de vueltas y emitir un juicio aristotélico sobre unas canciones con infinidad de capas y recovecos, de sorpresas y secretos bien guardados, de estribillos que tardan en llegar y singles que en ningún momento fueron escritos para serlo (“Dignity” o “Heart In Hand”) y que gozan de todo el sentido en el conjunto del álbum. Además, como ha ocurrido con el álbum de TOOL, “Fear Inoculum”, ¿de verdad nos parece justo resumir el trabajo de años en tan sólo unos minutos? ¿Acaso somos tan rácanos o tenemos tanto que escuchar como para no convivir con las nuevas canciones de Opeth y hacerlas nuestras durante un poco más de tiempo? Sin llegar a tal dramatismo, porque con Åkerfeldt no han pasado trece años sino tres desde la publicación de "Sorceress" (2016), la verdad es que "In Cauda Venenum" goza de una unidad de la que el anterior no podía presumir, sin embargo, de esta etapa de Opeth (la que abarca desde “Heritage”, 2011, hasta este que nos ocupa) es todavía "Pale Communion" (2014) el que me sigue pareciendo la cima e "In Cauda Venenum", sin poder tildarse de obra menor, parece ser el que abre una nueva vía para Opeth, siendo un álbum que funcionará como una bisagra y del que estoy seguro que, en años venideros, muchos de los que ya se han apresurado a despedazarlo, tendrán que enmendar la plana.
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