La primera vez que vi a Cult Of Luna en directo, recuerdo que lo que más me llamó la atención fue cuando la banda empezó a tocar y sentí retumbar todo mi cuerpo, no solo por el altísimo volumen sino por la profundidad de sus graves. Hubo una época en la que disfrutaba muchísimo cotilleando el equipo que traían las bandas en directo y recuerdo perfectamente que Cult Of Luna eran auténticos gourmets. También recuerdo (sic) la primera vez que los escuché, corría la época de “Salvation” (2004), mucho antes de “Eternal Kingdom” (2008) y, por supuesto, el que probablemente sea mi favorito, “Somewhere Along The Highway” (2006), mucho antes de que “Vertikal” (2013) se convirtiese en el disco de muchos y muchas que querían venderme sus bondades, desdibujando por completo la imagen de la banda. Y, sin embargo, parece que Cult Of Luna han pisado el freno y han preferido huir de sí mismos, escapar de “Eviga Riket” (2010) y de esa desmedida atención recibida con el citado “Vertikal”, escondiendo sus pasos en la arena con el brillante “Mariner” (2016), pero tardando seis años en volver a publicar un álbum, propiamente dicho. Y ese descanso, esas vacaciones de uno mismo, no podrían haberles sentado mejor; “A Dawn To Fear” (2019) a tan sólo dos semanas de profundas escuchas, me parece más rico que “Vertikal” (2013), sin que esto vaya en perjuicio de un álbum que sigo considerando una obra maestra, pero quizá sin la forzadísima sensación de trascendencia que aquel acusaba cuando en su composición parecieron hacer una variada receta estética de todo aquello que buscaban, quizá un monstruo de naturaleza bien diferente pero, al fin y al cabo, uno de dimensiones ciclópeas en el que, si bien Thomas Hedlund quería evitar lo orgánico del sonido de la banda en un álbum como “Vertikal” (y bien que lo logró), es en “A Dawn To Fear” en el que Cult Of Luna vuelven a ser de carne y hueso gracias a una producción infinitamente más cálida en la que no deberemos confundir organicidad con cercanía o una pérdida de exuberancia en la instrumentación y esa misma sensación de muro que canciones como “The Silent Man” logran desde su primer segundo cuando el ‘ruidismo’ más puro de los noventa, se encuentra con el postmetal de este siglo y precisamente Hedlund y Magnus Líndberg sacuden en la percusión como si el mundo fuese a acabarse esta misma noche y, maldita sea, nos cogiese a ti y a mi en la cama. Prefería las voces más limpias, quizá por eso disfruté mucho de “Mariner” pero es indudable que Johannes Persson y Kristian Karlsson transmiten toda la desesperación posible a través de sus gargantas mientras las guitarras se unen al bajo de Johansson creando esa barrera de hormigón que (como este texto, escrito adrede, sin puntos y aparte para transmitir la misma sensación de pesadez que el infranqueable monolito que es a “A Dawn To Fear”) parece empujarnos constantemente o golpear nuestras vísceras, engulléndonos hasta “Lay Your Head to Rest” en la que Karlsson (reemplazando a Anders Teglund) parece querer introducir “Passing Through” pero es la hipnótica base de Hedlund la que nos guiará por otro camino bien distinto. Es la adición de Karlsson la que quizá sea también uno de los ingredientes imprescindibles del séptimo álbum de Cult Of Luna ya que, antes que los toques electrónicos de Teglund, este prefiere apoyarse en el órgano, lo que dota de más calidez a unas canciones que se benefician de ese colchón, de ese “ni un sólo segundo sin atmósfera”, de esa densidad que nos aturde aún cuando Persson, Líndberg o Kihlberg hacen descansar sus guitarras o prefieren esbozar sentimientos con ellas (en lugar de atacar sus cuerdas con fiereza) bajando el volumen. Con todo, es Persson el que parece exorcizar sus demonios en “Lay Your Head to Rest” y esas vocales tan abiertas en una voz rasgadísima que, sin llegar al gutural, llega a convertirse en un instrumento más, hasta la calma latiente de “A Dawn To Fear”, convertida en marcha en su constante y ululante crescendo que nunca termina de estallar y en el que, como oyentes, agradeceremos el respiro que nos proporciona -el cobijo tras la tormenta- esa misma que pretenden evocar en su segunda parte, antes de la malsana tranquilidad de la nocturna “Nightwalkers” en la que tras el obsesivo riff, es el bajo de Hedlund quien nos guía por un sinuoso camino por el que, de golpe y porrazo, Cult Of Luna se atropellan y sincopan, hasta la pieza más extensa del álbum, “Lights on the Hill”, quince minutos en los que cabe de todo; desde el doom de guitarra en limpio y la cadencia propia de Dylan Carlson, hasta la agresividad de los suecos y momentos más post, o la carga de profundidad emocional medida con cuentagotas en una pieza que, empero, podría haber sido acortada y “Dawn To Fear” no se habría visto dañado en su conjunto. El trabajo de Karlsson vuelve a ser clave en “We Feel the End”, añadiendo un nuevo matiz a las canciones, recargando el ambiente porque no siempre de graves puede vivir el hombre, sirviendo de alto en el camino antes de que Cult Of Luna invoquen a dos nuevos monstruos; con “Inland Rain” y la constante pulsación minimalista en “The Fall”, cierre de auténtico lujo para “A Dawn To Fear”, logrando colmar las expectativas despositadas en Cult Of Luna, como unos hermanos pequeños brutalizados de Pink Floyd, que parecen seguir sintetizando la preocupación existencial del ser humano en su música. Brillante, absolutamente brillante y tan espeluznante como hermoso.
© 2019 James Tonic