Las consecuencias de acostarte con tu madre, amigo Marty, serían funestas porque, de hecho, en la foto estas desapareciendo… Si Robert Zemeckis, en lugar de ser el director de "Back to the Future" ("Regreso al futuro" o "Volver al futuro" para los hispanohablantes...), fuese el productor de “Years Of Agression”, seguramente le habría espetado algo similar a Nick y Orfeas de Suicidal Angels, algo del estilo; “¡Pero, Nick, si tenéis sexo con Mille Petrozza y Gary Holt, es posible que vuestra banda comience a desaparecer en la foto de The Metal Archives…!” y razón no le habría faltado. Está claro que los griegos aceptan sin complejos el haber nacido en una época en la que el thrash es simplemente un recuerdo y las bandas que actualmente lo practican, tienen tan poquitas formas de dar el salto y abandonar el underground, como remozarlo con algo más actual, recurrir al mestizaje con otros subgéneros o, mucho más infantil, recuperar de manera artificial la estética más retro y kitsch para esos chavales desmemoriados, de la secta wikipediana. Mientras que Suicidal Angels parecen estar viviendo directamente en el pasado y, por mucho que el mítico Ed Repka ilustre sus portadas, uno tiene la sensación de que Melissourgos y Tzortzopoulos son tan honestos como para no recurrir al cliché parodiando el thrash de los más grandes y, con todo, cuando uno escucha sus discos, se encuentra elementos de unos y otros, riffs de guitarra y galopes de batería que nos remiten a otras bandas, sin que parezca mediar homenaje. ¿Es algo malo? Para nada, pero estamos hablando del séptimo álbum de una banda que no ha vuelto a firmar nada parecido a "Sanctify the Darkness" (2009) o "Eternal Domination" (2007) y, a cambio, parecen haber entrado en un bucle de thrash en el que han eliminado por completo la originalidad en su fórmula.
Mejor que "Bloodbath" (2012) o "Divide and Conquer" (2014), mezclado por el también mítico Jens Bogren, “Years of Aggression” no logrará que Suicidal Angels den el salto definitivo pero contiene los suficientes ganchos como para que cualquier seguidor se enamore de inmediato, “Endless War” es la brillante apertura de un álbum irregular y serpenteante como pocos, en el que las luces brillan mucho pero los momentos de oscuridad logran que uno pierda rápidamente el interés. “Born Of Death” o la propia “Years Of Agression” elevan la velocidad, el tono de Nick es evocador del mejor Araya e incluso de Souza pero no posee la versatilidad suficiente y se hace ligeramente monótono cuando parece lucir un único color, mientras que la guitarra de Drax sí dibuja fraseos más actuales en “Born Of Hate” (que acaba con un odioso ‘fade out’, amigos, así es…) en una banda que parece dar todo de sí en “Bloody Ground” y “The Roof Of Rats”, basando su propuesta en sus marcadas e inmovilistas señas de identidad pero también en la melodía, saliendo victoriosos en ambas canciones.
Pero, como antes indicaba, si “Years of Aggression” tiene sus puntos positivos, los negativos parecen pesar más cuando sus argumentos suenan tan sobados (“D.I.V.A”), cuatro minutos son capaces de parecer eternos cuando la canción no los requiere, tal es el caso de "From all the One" o la final y lentísima "The Sacred Dance with Chaos", y la eterna sensación de estar escuchando prácticamente la misma canción una y otra vez, "Order of Death", algo que no me ha ocurrido nunca en discos como "Dead Again" (2010) y "Division Of Blood" (2016) que he escuchado con fruición durante los últimos tres años.
La portada de Repka es magnífica, como siempre, Bogren y Lindgren han hecho un magnífico trabajo y el cuarteto griego está soberbio en la ejecución y las ganas pero no es suficiente. No lo es cuando lo que les pedimos es que se superen a sí mismos y, sin abandonar su pasión por el thrash, intenten al menos dar un paso al frente y hacernos creer que, aparte de un disco honesto de metal, hay ganas de saltar a la palestra y comerse vivas a otras bandas con menos talento pero más inteligencia. Suicidal Angels progresan adecuadamente pero no es suficiente cuando parecen incapaces de superar a chavales que hace cuarenta años, componían canciones con más riesgo y valentía, con más cojones, haciendo llorar sangre al mismísimo cielo o llevándote al sur de este, sea en Huntington Park, California, o Essen...
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