Ocurre pocas veces, pero ocurre. Ese momento exacto en el cual, uno se sienta a escuchar un nuevo álbum y siente placer. Ocurre por muchos motivos, con “Atonement” de Killswitch Engage he sentido ese placer porque no esperaba más, porque ha sido el reencuentro con una de mis bandas favoritas del metalcore y, por cierto, una de las pocas que conserva su única e intacta su identidad, libres de modas y forzados discos de madurez que tan sólo esconden falta de ideas o reniegos al pasado. Killswitch Engage no buscan nada más que hacértelo pasar bien, tanto en directo; como en estudio, fundamentalmente a través de su buen saber hacer instrumental, su actitud distendida y divertida en contraste con la amargura y desequilibrio emocional de Jesse Leach. Poco esperaba porque, pese a que “Incarnate” (2016) no es su mejor álbum, y no supera a "Disarm the Descent" (2013), a mí me caló y se convirtió en uno de esos discos que, pese a uno saber que no son obras maestras, se funden con uno mismo y sus canciones suenan en bucle, asociándolas a momentos de tu propia vida. Es por eso que de “Atonement” esperaba tan sólo el reencuentro, consciente quizá de que no superarían "Disarm the Descent" y tampoco la emocionalidad, el sentimiento rasgado pero a flor de piel, de “Incarnate”. Además, por qué no decirlo, sigo creyendo que algunas bandas poseen su cara pero también su cruz y a los de Adam Dutkiewicz les ha tocado lidiar con Jesse Leach. Y digo todo esto, amando su música, que ningún fiera se me eche encima antes de tiempo…
Odio hablar de cotilleos, no creo que la vida personal de los artistas que admiro tenga que verse reflejada en la crítica a su obra pero, sin embargo, también soy consciente de que una es el reflejo de la otra o, por lo menos, en muchas ocasiones. Y Jesse Leach, el bueno de Jesse Leach, a pesar de que él y la banda quieran vendernos que este disco comenzó a gestarse al año siguiente de la publicación de “Incarnate” y uno de los puntos de inflexión fue la operación del pólipo de Leach, lo bien cierto es que si lo sigues a través de redes sociales ( y yo hasta hace poco lo hacía) sabrás que, en los últimos meses, tras dejar una larga relación sentimental, Leach se ha enfrascado en otra a las pocas horas, ha dividido su propia cuenta o perfil en dos con la excusa de dedicar una a los negocios y su banda, y la otra para su vida privada. El resultado, tratándose de Leach ha sido un auténtico caos; mezclando música con vida, publicando entradas que luego, a las pocas horas borraba, llorando y hablando de las enfermedades mentales para, a los pocos segundos, pedir matrimonio; enfrascarse en un viaje de soledad para encontrarse a sí mismo, cambiarse el peinado, dedicarle poesía a su amada y volver a caer en los infiernos para, en un santiamén, asegurar que esta en el mejor momento de su vida, in love con su casa...
Esto, que carece de interés para el amante de la música, dice mucho de Leach como artista y esa constante oscilación entre el lado derecho e izquierdo de su cerebro, entre la euforia y el ánimo más maníaco-depresivo y todo esto, como adivinará el lector más avezado, tiene más importancia que la extirpación de un pólipo porque escuchando “Atonement”, uno tiene la sensación de que la banda ha compuesto la música por un lado y Leach, cuando su vida se lo ha permitido, escrito unas letras que ahondan en los mismos caminos comunes de siempre y la contradicción constante del vocalista. El resultado es razonablemente bueno, quizá no tan enfocado como en “Incarnate”, pero el balance general entre música y letra si bien no se ve resentido, no se puede decir lo mismo de la inspiración en la composición porque, llámenme romántico, pero sigo creyendo en la tensión creativa de cinco músicos sudando en una sala de ensayo y no la dinámica compositiva a lo The Postal Service (y me refiero al binomio compositivo de Ben Gibbard y Jimmy Tamborello, que parieron el extraordinario “Give Up” hace ya dieciséis años y toman su nombre de ese intercambio de emails para componer un álbum que, aunque distante del metalcore que practican los de Westfield, marcó la inevitable manera de escribir música en el nuevo milenio).
Así pues, “Atonement” me produce placer porque me reencuentro con Killswitch Engage y está magníficamente producido, suena de verdad robusto, además estoy convencido de que, como banda, han alcanzado el clímax a nivel musical; es pincharlo y saber quiénes son, la unión entre Dutkiewicz y Stroetzel es excepcional, igual que entre D'Antonio y Foley pero, según comienza a sonar “Unleashed”, uno ya sabe que esto no es más que la continuación de “Incarnate”, a las cargas de profundidad musicales, a esos riffs entrecortados hay que sumarles la melodía de Leach en una composición que quiero pensar que sirve de bienvenida por lo poco imaginativa que es. Caso aparte es “The Signal Fire” en la cual somos testigos de que no hay que elegir, que uno siempre puede escoger ambas opciones; así, cuando escuchamos a Jesse Leach con Howard Jones, sentimos que estamos ante uno de los mejores momentos de la primera parte de “Atonement” y la loca idea de lo que sería Killswitch Engage con dos vocalistas fijos, uno dedicado a las voces más guturales y rasgadas, el otro a las melódicas. “Us Against The World” es horriblemente predecible, pero me gusta su melodía, me gusta su tempo y su balanceo, como el acelerón en “The Crownless King” en la que también entendemos su porqué cuando escuchamos a la bestia que sigue siendo Chuck Billy de Testament, un auténtico monstruo ante el que, obviamente, Leach palidece.
“I Am Broken Too” es un single fácil pero, ¿acaso no todos los singles deberían ser fáciles? De nuevo, disfruto de las guitarras de Dutkiewicz y Stroetzel, como también hago lo propio con el cambio de registro en “As Sure as the Sun Will Rise” o el trallazo que supone “Know Your Enemy”, sin rodeo alguno. Demostrando que Killswitch funcionan a la perfección cuando se libran del compromiso melódico, ese mismo que libran con éxito en “Take Control” y que hace que también me dé cuenta de los pocos solos que hay en “Atonement” en lo que seguramente es un claro intento de lograr el groove, el músculo; del chug sorteando el breakdown. "I Can't Be the Only One" es quizá la menos agraciada, más si tenemos en cuenta el dignísimo final que es "Bite The Hand That Feeds" en lo que no es un mal disco en absoluto, sino un producto muy apetecible (impresionante portada de Richey Beckett), pero sin el poso de “Discarnate” o la inspiración de "Disarm the Descent", encontrando Killswitch Engage el difícil equilibrio en el desequilibro de Leach pero no logrando dar un paso al frente...
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