Algo se está cociendo en Alemania -o eso quiero creer- cuando, de golpe y porrazo, Tom Angelripper decide finiquitar el contrato de Bernd "Bernemann" Kost y Markus "Makka" Freiwald, reformando Sodom y transformándolo en un cuarteto con la incorporación del mítico Frank "Blackfire" Gosdzik pero también Yorck Segatz y Stefan "Husky" Hüskens. Y el entrañable Schmier decide no quedarse atrás y hacer lo propio con Destruction; largando a Wawrzyniec "Vaaver" Dramowicz y fichando a Damir Eskic y Randy Black en lo que parece una ensalada de nombres pero que me ha hecho pensar si Schmier, Angelripper, Petrozza y Gerre no estarán pensando en volver a poner en marcha la alianza del Big Four del thrash teutón y Schmier y Angelripper lo único que han querido hacer a sus respectivas bandas es todo un ‘upgrade’ para medirse con la auténtica maquinaria pesada que sigue y seguirá siendo Kreator, por lo menos en directo o una explicación más sencilla, Schmier ha sentido cierta envidia del lavado de cara de Angelripper…
Así, la remozada versión de Destruction graba un álbum como ”Born To Perish”, bajo la producción de V.O. Pulver (con quien también trabajaron en la reedición de los clásicos "Infernal Overkill", "Release from Agony" y "Eternal Devastation" pero cuya colaboración viene de lejos, desde "Metal Discharge" de 2003) e imagino que es una elección más que justificada, basada en la confianza pero también en la velada promesa de recuperar algo de aquel sonido que les hizo famosos, elevándolo a la enésima potencia. Destruction abandonan la excitante formación del trío para ser un cuarteto que, por lo menos en álbum, no se deja sentir tanto como debería ya que, si bien “Born To Perish” suena fantástico, las guitarras carecen de la fuerza que debieran; es un álbum que suena potente pero no es ese muro eléctrico que Schmier parecía prometer, mientras que -sin tanto bombo, valga el contrasentido- Randy Black sí que justifica su fichaje cuando escuchamos las canciones de este álbum y sentimos ese doble bombo golpeando con milimétrica precisión, como si fuera un verdadero pistón, imprimiéndole la energía que Destruction necesitaban, sin menospreciar el trabajo de Dramowicz.
Sin embargo, si mucho esperaba de esta nueva formación de Destruction, poco esperaba del álbum ya que la decepción fue mayúscula con “Under Attack” (2016), confirmando la mala racha tras el notable “Day of Reckoning” (2011) y por todos es bien sabido que pocos cambios de ruta plantean Destruction, que si estamos hablando de su formación actual es precisamente por ese cambio. Pero “Born To Perish”, tras esa declaración de intenciones y, aún mejorando “Under Attack” (que no era un mal álbum, en absoluto, pero no lo que esperábamos de ellos), no termina de cumplir con mis expectativas. Black está magnífico y las guitarras solean, desde las iniciales “Born To Perish” o “Inspired By Death”, está claro que Destruction se han puesto las pilas en unas canciones que, como no podía ser de otra manera, tratan las habituales temáticas sociales pero a las que ronda cierto espíritu infantil cuando escuchamos “Betrayal” y sobre todo “Rotten” y sentimos haberlas escuchado un millón de veces. No se trata de que los ripios y frases hechas sean tan manidas, es que los gañidos de Schmier o los riffs no podrían ser más genéricos. ¿Son malas canciones? Para nada, funcionan a la perfección y en directo seguramente más aún, pero creo que no son las más inspiradas, las más originales que Destruction podrían haber escrito. Esa es mi impresión cuando escucho “Filthy Wealth” y siento que es puro relleno, o la vulgar “Ratcatcher”, mala a rabiar…
“Butchered For Life” me recuerda a Testament y el experimento funciona, pero son casi siete minutos y, honestamente, Destruction no pueden mantener la atención de nadie en tantos segundos, más aún cuando su naturaleza debería ser la de tres minutos de thrash al cuello y poco más. Hay buenos momentos, como “Tyrants of the Netherworld” o el chute de rabia que es “We Breed Evil” e incluso “Fatal Flight 17” en la que no sólo triunfan en la letra o las guitarras, sino que logran atraparte en esos cuatro minutos, aunque transite caminos ya de sobra conocidos por todos y se dibuje un bostezo en todo aquel que la escuche.
“Born To Perish” (bajo su horrenda portada) aprueba por los pelos, es mejor que “Under Attack” pero por unas pocas décimas y, cuando termina, creo que Schmier se ha precipitado, que el cuarteto funciona y la potencia es evidente, pero que quizá debería haberse dado más tiempo con las canciones sobre el papel, que una banda no es un coche al que cambiarle un par de piezas y seguir tirando, que la química ha de crearse y las canciones son tan importantes como el envoltorio, los peligros de la potencia sin control que un perro viejo como Schmier ya debería conocer…
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