La muerte y el metal siempre han ido de la mano en una relación tan inherente pero paradójica como la del huevo y la gallina y su qué fue antes, que se ha convertido en todo un tópico de tintes paródicos. Pero no olvidemos también que fue algo buscado en su intento infantil de brutalizar su propia propuesta y qué mejor subgénero que el más negro de todos, como es el black metal para, en lugar del baño gore y zombi propio del death, ahondar en la ausencia y negación de toda vida que con el patetismo de aquel que fue y nunca más será; el emperador Napoleón en su lecho de muerte, instantes antes de su entierro, un magnífico óleo de Jean-Baptiste Mauzaisse, que sirve como carta de presentación del debut de los canadienses Departure Chandelier y se ha convertido, de golpe y porrazo, en una de las revelaciones en la escena del black metal de este 2019. No es difícil contemplar cientos de fotos, protagonizadas por lánguidos instagramers (mi especie favorita de todos los reinos de Whittaker) posando con el vinilo y leer el nombre de Departure Chandelier en la prensa internacional más especializada con exageradas notas y loas a una obra que poco descubre pero que entra de un tiro. ¿Es para tanto, no estaremos dejándonos llevar por el hype? Todavía es pronto para saber si lo ocurrido con este trío canadiense es pura especulación y responde a una supuesta moda, sólo podemos esperar a que pase el tiempo y conformen una discografía en la que poder evaluar, comparar y trazar una tendencia pero, lo cierto, lo que nadie podrá discutirme, es que este álbum, “Antichrist Rise to Power”, es una pequeña y humilde obra maestra en sí mismo.
Tomando como herencia lo mejor de la escena blackmetalera francesa de los noventa, han logrado grabar un álbum crudo y estridente, sin grandes alardes técnicos y con lo que parece un presupuesto ajustado, unas canciones con encanto, títulos fabulosos (y enormemente largos, majestuosos y bizarros), guitarras crujientes (demasiado, a veces), lamentos y baterías disonantes (y desafinadas) que transmiten la inmediatez pero también la podredumbre blacker de aquellas primeras grabaciones del norte de la fría Europa que ni siquiera las actuales vacas sagradas que sobrevivieron a la escena, son capaces de replicar con la misma fidelidad de Departure Chandelier.
Tras la consabida introducción, “Intro (Napoleon’s Sword)”, con un teclado tan de juguete como sus ruidos, comienza la verdadera fiesta fúnebre con “Life Escaping Though Candle’s Smoke” y el riff más infeccioso de todo el álbum de los canadienses; la fórmula es tan sencilla como sus notas y la fórmula de solapar guitarra y teclado. He de reconocer que, por momentos, me cuesta decantarme por una u otra hipótesis tras escuchar ambas piezas; ¿Departure Chandelier juegan con el ruidismo y alternan partes más melódicas frente a las caóticas o, simplemente, como me ocurrió tras ver a Ghost Bath en directo, no dominan del todo sus instrumentos? Una u otra carecen de la mayor importancia, algunos de los mejores discos de black no son ejecutados por Petrucci o Satriani precisamente y tampoco debieran.
De cualquier forma, “Life Escaping Though Candle’s Smoke”, es de verdad adictiva, tanto como “Forever Faithful Of The Emperor” y es que algo tienen Departure Chandelier, una simplicidad tan pedestre, que sus melodías se enquistan en tu cerebro y son francamente difíciles de olvidar. Como “Catacombs Beneath The Castle Of The Marquis” y una batería cuyos parches parecen tan destensados y poco afinados como sábanas tendidas, por no hablar de la guitarra y sus infantiles quintas. Pero lo consiguen, transmiten; la emoción está en los surcos del vinilo, el álbum por completo huele a humedad, como si hubiese recibido el mismo tratamiento que el “Born Again” de Black Sabbath (no los estoy comparando, mucho ojo…) y la peor de las suertes, respirando la humedad del más oscuro de los sótanos.
Caso aparte es la propia “Departure Chandelier”, su lúgubre riff de apertura y la tormenta en la que deviene o “A Sacrifice To The Corsica Antichrist” por todo el low-fi del mundo mundial, antes de lo que parece un último himno “Re-Establish The Black Rule Of France” y esa mortuoria despedida a base de órgano en “Outro (Exile On The Jagged Cliffs Of Saint Helena)” por la que, irónicamente, Arcade Fire serían capaces de matar.
Tras haberlo escuchado decenas de veces y haberse convertido en uno de mis discos favoritos de este año, todavía me sigo preguntando qué es lo que ha pasado; si ha sido fortuito o buscado, pero escuchando “Antichrist Rise to Power”, he sentido exactamente lo mismo que la primera vez que escuché a Burzum o, más recientemente, a mi amado Leviathan (Wes), mientras sigo sintiendo escalofríos cada vez que contemplo la portada del vinilo, la pintura de Mauzaisse. Tan sólo espero y deseo que los misteriosos Fanalis, Crucifixus y Vinculum sigan creando música a la altura de estas canciones y lo que transmiten.
© 2019 Jack Ermeister