Crítica: Death Angel “Humanicide"

Death Angel podrían hacer suya la gran paradoja de que no todo aquel que trabaja duro y posee el talento, es el que llega a los puestos más altos, al verdadero reconocimiento. Es verdad que Cavestany y Osegueda firmaron discos como “The Ultra-Violence” (1987) y “Act III” (1990) y tardaron en regresar catorce años hasta “The Art of Dying” (2004) pero, como decía mi compañero en su crítica de “The Evil Divide” (2016), el que tuvo, retuvo y, a pesar de no ser los mismos, siguen siendo una banda tan fiable en el estudio, como en directo. En una época en la que, quizá por Internet o quizá por su nombre y su innegable calidad, Death Angel han visto su popularidad incrementada, es verdad que nunca llegarán a protagonizar un Big Four (como también le ocurre a Testamen) pero han facturado mejor música que muchos de los que componían ese cartel y, pese a ello, fueron señalados con el dedo divino. Death Angel transitan una zona gris, esa segunda línea de batalla mucho más digna en la que no podemos decir que hayan publicado un mal disco en los últimos quince años, a los hechos me remito; el mencionado “The Art of Dying” (2004), pero también “Killing Season” (2008), “Relentless Retribution” (2010), “The Dream Calls for Blood” (2013), “The Evil Divide” (2016) y ahora “Humanicide” (2019).

Empero, habiendo disfrutado “Humanicide” y sabiendo que le daré más vueltas, además de encontrarme con la banda en poco menos de tres semanas presentándolo, no lo he disfrutado tanto como “The Dream Calls for Blood”, lo que no quiere decir que sea un mal álbum. “Humanicide” tiene más profundidad, nada más hay que escuchar una canción como “Immortal Behated" para ser consciente de ello, cuando juegan con el medio tiempo y terminan con una bonita coda a piano y acústicas, o juegan en “Revelation Song” a darle un poquito más de groove a su propuesta y rompen su propia dinámica con una bonita introducción en "Aggressor", todo lo contrario que en “The Evil Divide” cuando parecían oscilar del thrash más clásico a uno más moderado, cercano al hard pero, eso sí, sin perder sus propias señas de identidad. En “Humanicide” vuelven los lobos a la portada y con ellos parecen aceptar su propia naturaleza thrash; son una banda clásica de los ochenta y buscan actualizar su sonido y profundizar en él, pero sin grandes dolores de cabeza para sus seguidores.

Así, por ejemplo, comienzan con la propia “Humanicide” y un sabor plenamente clásico, pero con el sonido que Jason Suecof sabe imprimirles (con quien repiten en la producción porque, como insiste, Osegueda; “Cuando algo funciona, ¿por qué cambiarlo?). La guitarra de Cavestany parece echar chispas sobre el bajo Sisson, en mágica comunión con la de Aguilar en canciones como "Divine Defector", el primer tiro a bocajarro de un álbum que intentará abatirnos desde el primer segundo, hasta el último, con desigual resultado según avanza. “I Came for Blood” comienza recordándonos a Motörhead en su urgencia pero de reminiscencias punk, antes de convertirse en un sencillo y pegadizo himno thrashy, antes de la segunda cara de un vinilo en la que tan sólo "Alive and Screaming" parece formar parte de su legado cuando el resto de las canciones que la componen parece picotear de aquí y de allá, desde la infantil “The Pack” (cuyos coros la hacen perder puntos), "Ghost of Me" que suena puramente thrash pero no aporta absolutamente nada o “Revelation Song” que podría haber sido firmada por Zakk Wylde y, gustándome mucho Black Label Society, pese a ello, me parece un grave error por parte de Death Angel, además de ese horrible “fade out” con el que finiquitan una canción de tubos de escape y bujías, tan impropia de ellos (algo que repetirán a lo largo de todo el disco y supongo que será cosa de Suecof). Una pena que decidan despedir el disco con lo que parece un descarte de “The Dream Calls for Blood”, “Of Rats and Men”, o la narrada "The Day I Walked Away", dando la sensación de que las mejores bazas han sido estratégicamente situadas en primera línea, pero “Humanicide” pierde fuelle y dirección. Es un buen disco con algunas canciones con gancho, pero no tan certero domo debería. Tan sólo espero que Cavestany y Osegueda no hayan puesto el piloto automático y los errores de “Humanicide” sean solventados en las próximas composiciones, pero eso ya será otra historia…


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