La primera en la frente; no, no me ha gustado el nuevo álbum de Rammstein o, por lo menos, no como debería, no como debería tras diez años de espera. La segunda, mientras todo el mundo conoce a este álbum como “Rammstein”, la banda y su propia web insisten en que no lleva nombre, que “Untittled” es más apropiado. Vale, lo entiendo, pero sigue sin gustarme y tampoco su portada. Para entenderme, entender a la banda de Berlín y a su público, ese polarizado en dos facciones; una que ha mojado la ropa interior, mientras otra es más escéptica y alega necesitar más escuchas o echar de menos algo de contundencia, quizá haya que insistir en el hecho de que "Liebe ist für alle da" (2009) fue publicado hace diez años, lo que es mucho para una banda y constituye todo un examen de relevancia en el tiempo, tan sólo al alcance de unos pocos, pero ha generado un fenómeno que bien podría explicarse con lo sucedido con una banda como TOOL y es que hay una generación entre los dieciocho y veintiocho que no ha vivido todavía la publicación de un álbum de la banda berlinesa y, por lo tanto, tampoco su correspondiente gira y, aunque Rammstein hayan visitado nuestro país casi una decena de veces desde la publicación de "Liebe ist für alle da", el hambre por nueva música ha crecido arraigado en un público que ya no entiende más giras sin canciones nuevas que la soporten y quieren, se ven obligados a ser parte del hype. Ahora sí lo entendemos todos…
Por otra parte, a Rammstein hay que entenderlos; “Sehnsucht” (1997) los descubrió al gran público de la mano de Lynch y si servidor pudo estar en aquella gira y en la siguiente, “Mutter” (2001), fue por Reznor y aquel single, “The Perfect Drug”, que catapultó la banda sonora de “Lost Highway” (1997) que, si no me equivoco, contenía "Rammstein" y “Heirate Mich". De cualquier forma, “Mutter” fue un gran álbum -el mejor de su discografía, a mi entender- y aquella gira una auténtica locura de la que, me siento orgulloso, puedo dar fe. A partir de ahí, una pequeña debacle, la banda ahonda en sus vicios pero también su talento y, aunque inferior, “Reise Reise” (2004) soportaba el directo y, por qué no, también el paso del tiempo pero no puedo decir lo mismo de las sobras de la noche anterior que fueron “Rosenrot” (2005), su peor título hasta la fecha, algo que solucionaron con el mencionado "Liebe ist für alle da" y, de nuevo, la espiral descendente en sus vicios; Lindemann quizá sea el mejor estereotipo de la última y auténtica estrella de rock, cumpliendo con todos los tópicos pero eso, desgraciadamente, también le ha pasado factura a Rammstein con un hiato de diez años, la desesperación de Kruspe por publicar y salir de gira, lo que se ha traducido en diferentes proyectos al margen de Rammstein y, por supuesto, el proyecto de Lindemann con Peter Tägtgren (Hypocrisy pero también Pain…) y aquel pueril “Skills In Pills” (2015) que, por desgracia, tendrá su continuación con “Hansel Und Gretel” (2019) o, lo que es lo mismo; Rammstein de garrafón.
Diez años son muchos y Rammstein siguen sonando igual pero con matices, este álbum suena actual, vuelve a hacer aparición la dichosa compresión (es hijo de su tiempo), pero también bajan las guitarras y la electrónica tiene más presencia en una colección de canciones en las que los singles son claros (“Deutschland”, “Radio”, “Zeig Dich” y, por supuesto, “Ausländer”) pero se pierde a la quinta, en “Sex”, entre baladas, medios tiempos y recitados de Lindemann y no levantará cabeza hasta “Tattoo” con algo de fuerza, entre medias; canciones templadas o lo que parecen descartes, a medio camino entre el homenaje a sí mismos en un momento en el que hay otras bandas que suenan más a Rammstein que ellos mismos.
Celebré “Deutschland” como el regreso de un viejo amigo, hay ganas y dinero tras un videoclip perlado de referencias, en un videoclip que cumple otra de las máximas de Rammstein; molesta, molesta y molesta, sé incómodo, si te incomoda porque eres alemán, te jodes, si te incomoda porque odias a los alemanes, te jodes igualmente. Esa es también la grandeza de una banda a la que se la critica precisamente por ser grande. Sobresaliente en lo estético, tras el sintetizador de Flake la canción parece que va a estallar pero no lo hace, aún así es “puro Rammstein” y el estribillo, aunque es obvio y fácil, funciona y hará lo propio en directo, una brillante carta de presentación tras una década de ausencia. Mientras que para amar “Radio” has de escucharla muchas veces y, en ese caso, su estribillo se pega gracias al tono de Lindemann. Aún así, el segundo single ya muestra alguna de las debilidades del álbum y es una mayor presencia de la electrónica, comiéndose las guitarras de Kruspe y Landers, en una composición claramente menor hasta una ligeramente más elaborada, “Zeig Dich”, quizá la mas acelerada de todo el álbum, con un estribillo, unas guitarras y un tempo que recuerdan a "Links 2 3 4", tendencia que rompen con unos operísticos coros; un recurso algo forzado para dotarla de épica pero que puedo perdonarles a tenor de lo que nos espera.
El momento hortera que todo disco de Rammstein debe poseer, se traduce en "Ausländer" pero en este álbum se superan a sí mismos y tras la primera escucha de Lindemann cantando algo como; “Ich bin Ausländer (Ausländer). Mi amore, mon chéri. Ausländer (Ausländer). Ciao, ragazza, take a chance on me. Ich bin Ausländer (Ausländer). Mon amour, Я люблю тебя. Ein Ausländer (Ausländer). Come on, baby, c'est, c'est, c'est la vie” (que no es, ni mucho menos, lo peor que le he escuchado), uno descubre una canción petarda pero pegadiza, un cruce imposible entre Modern Talking y Rammstein, entre la verbena y la catetez, entre los clubes que tanto le gustan al propio Lindemann y las guitarras de Kruspe, tan chocante como deliciosa, si uno es capaz de desfibrilar sus propios prejuicios.
Sin embargo, lo peor de “Rammstein”, es la zona gris en la que deciden internarse con “Sex”, Kruspe y Landers interpretando unas guitarras propias de Muse o de los menos imaginativos Depeche Mode, el bajón definitivo en “Puppe” o la evocación a los Nine Inch Nails de “Closer” con esa batería de Christoph (en el que quizá sea el álbum de Ramstein en el que menos presencia y matices tenga su instrumento). Pero prosiguen las baladas y los medios tiempos, así es la acústica “Diamant” o la aburridísima “Weit Weg” que harán perder el interés al más sediento de sus seguidores, hasta hacerle recuperar el pulso en la templadita “Tattoo” en la que, por lo menos, pisan un poco el acelerador, antes de, adivinen ustedes, otro medio tiempo; “Hallomann”, con la que despedir el álbum de manera tan tristona como tediosa.
Correcto, sólo eso, con buenos momentos (“Deutschland” y "Ausländer") pero inferior a "Liebe ist für alle da" y la pérdida de la agresividad, de la contundencia, de la mala leche industrial por la que aseguraban necesitar la potencia de una planta nuclear para sus conciertos. Kruspe quiere que de Rammstein también se hable por la música, no quiere que la banda se convierta en algo parecido a Kiss pero, sin embargo, también le preocupa que las presentaciones en festivales sean a plena luz del día y deja todo el riesgo para Emigrate, mientras permite que las guitarras pasen a un segundo plano y se cuelen composiciones menores en el séptimo álbum de la banda que les ha dado la fama mundial, tras una década de ausencia discográfica. No tengo la menor duda, esto es tan sólo una excusa para salir de gira y para los hijos de sus seguidores, esos que se están destetando ahora mismo, no habrá mucha diferencia entre Kiss y Rammstein, llegará el día en el que esos niños les pidan al Resu que les retiren del cartel por canciones como “Te quiero puta!” y, en efecto, acudan a tus conciertos sólo por la pirotecnia, el espectáculo, no por tus últimas canciones…
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