Que no falten nunca aquellos, nuestros lectores, esos que jamás escriben o comentan en redes sociales, pero saltan prestos, de detrás de un arbusto o similar, cuando uno se equivoca o, mucho más divertido, cuando creen que ha ocurrido. No son pocos los que se indignan cuando la crítica de su banda favorita no satisface sus expectativas y buscan en el histórico de esta web, esperando encontrar discografías completas reseñadas en su integridad para acabar en la más terribles de las decepciones; no escribimos sobre todo lo que se publica y no hay un afán completista, como tampoco promocional, somos libres. En el caso de Soen, si no hay nada anterior a “Lykaia” (2017) es porque un servidor, que es quien les escucha y escribe sobre ellos, nunca consideró elaborar una crítica sobre “Cognitive” (2012) o “Tellurian” (2014) por lo mismo que no escribo sobre bandas tributo.
Los Soen de aquellos dos primeros discos, no satisfacían mis expectativas y, siendo amante de Tool y el universo Maynard, escucharles se me hacía tan absurdo como escuchar a Bush en lugar de Nirvana o a Greta Van Fleet en vez de a Zeppelin. No entiendo por qué debo escuchar productos derivados que no aportan nada en absoluto, más allá del ejercicio. Pero, ay, amigo, las cosas comenzaron a cambiar con “Lykaia” (2017) y esta web se hizo eco de ello, por lo mismo que repito la jugada con “Lotus”, un disco que, si bien no oculta sus influencias, tiene personalidad propia; lo bueno y lo malo pertenece a Soen, no a Tool o a A Perfect Circle, y Joel suena a Joel, no a Maynard, en un disco magníficamente producido y ejecutado, de sonido vibrante y orgánico (en el que no se aprecia compresión alguna, la masterización en vinilo está cuidada y ningún instrumento suena comprimido o ahogado, cada uno respira en la mezcla), el bajo de Stenberg vibra y revienta los altavoces con sus graves cuando subes el volumen y las guitarras de Cody Ford suenan verdaderamente deliciosas cuando acompañan y con toda la garra necesaria cuando sus riffs son aquellos que articulan la canción, por no hablar de la batería de López, espectacular. Un sonido cálida, nítido y dulce pero no exento de melancolía.
Los Soen de aquellos dos primeros discos, no satisfacían mis expectativas y, siendo amante de Tool y el universo Maynard, escucharles se me hacía tan absurdo como escuchar a Bush en lugar de Nirvana o a Greta Van Fleet en vez de a Zeppelin. No entiendo por qué debo escuchar productos derivados que no aportan nada en absoluto, más allá del ejercicio. Pero, ay, amigo, las cosas comenzaron a cambiar con “Lykaia” (2017) y esta web se hizo eco de ello, por lo mismo que repito la jugada con “Lotus”, un disco que, si bien no oculta sus influencias, tiene personalidad propia; lo bueno y lo malo pertenece a Soen, no a Tool o a A Perfect Circle, y Joel suena a Joel, no a Maynard, en un disco magníficamente producido y ejecutado, de sonido vibrante y orgánico (en el que no se aprecia compresión alguna, la masterización en vinilo está cuidada y ningún instrumento suena comprimido o ahogado, cada uno respira en la mezcla), el bajo de Stenberg vibra y revienta los altavoces con sus graves cuando subes el volumen y las guitarras de Cody Ford suenan verdaderamente deliciosas cuando acompañan y con toda la garra necesaria cuando sus riffs son aquellos que articulan la canción, por no hablar de la batería de López, espectacular. Un sonido cálida, nítido y dulce pero no exento de melancolía.
Es imposible ponerle pega alguna a lo que considero una obra maestra, desde su comienzo “Opponent” en la que Soen suenan más que nunca a una banda de metal progresivo, lejos del ejercicio pirotécnico -eso sí- y centrados en la melodía más que ninguno. La garganta de Joel apenas recuerda a sus influencias, tiene su propio cuerpo y matices, y la música de Soen es el reflejo de ello; de dos discos de calentamiento y puesta en común, por mucho que les duela a algunos, y uno (“Lykaia”) en el que fueron conscientes de que el proyecto paralelo dejaba de serlo para cobrar vida propia. “Lascivious” es un buen ejemplo de ello, mientras que Joel la habría resuelto de otra manera hace unos años, aquí ya podemos hablar de un claro “sonido Soen”, en el que la vena melancólica es rota por López y su doble pedal, o la guitarra de Ford teje un bonito escenario junto al teclado de Åhlund, evocando esa nocturnidad tan propia de Opeth, como ocurre en el bonito puente de “Martyrs” en la que, sin embargo, también hay lugar para el esteroide, sonando más contundentes que nunca o la calma dolorosa de la propia “Lotus” con un precioso solo; números que hace diez años no habrían sido capaces de resolver con su propia firma, como “Penance” con Joel luciéndose o experimentos de vibrante sonoridad, “Covenant”.
La acústica “River” entra cuando debe y libre de ñoñeces, como ese roto que es “Rival” y, de nuevo, Ford y López haciendo de las suyas o ese vibrante final, “Lunacy”, para un álbum en el que no hay ningún single propiamente dicho, pero que evidencia una madurez compositiva y un trabajo sobre el papel y en el estudio, dignos de todo elogio. Soen cada vez marcan más las distancias y, como alumnos aventajados, toman más distancia; que nadie te cuente otra película, “Lotus”, es una obra maestra, quizá no trascienda a su tiempo, pero sí cimenta aún más el futuro de Soen y corta, casi por completo, el cordón umbilical con sus padres. Lo dicho, obra maestra, aunque crezca en la sombra…
© 2019 James Tonic