Sexto álbum de la banda de Bethesda que, sin embargo, se titula “Periphery IV: HAIL STAN”, como si “Juggernaut: Alpha” (2015) o “Juggernaut: Omega” (2015) no contasen entre “Periphery II: This Time It's Personal” (2012) y “Periphery III: Select Difficulty” (2016), el de más duración y aquel en el que, por fin, se olvidan del maldito logo en la portada y, además, publican en su propia discográfica, 3DOT Recordings, lejos de Sumerian Records. Y, por si fuera, poco, a pesar de haber dejado la banda, Adam "Nolly" Getgood toca el bajo y produce el álbum junto a Misha "Bulb" Mansoor. Todo ello, que sería el gran punto y aparte de cualquier banda, el momento para cambiar y buscar o, si fuese un desastre, la excusa para justificar el golpe de timón, a Periphery le sirve de manera incomprensible para continuar exactamente por el mismo camino marcado hasta “Periphery III: Select Difficulty” pero con menos inspiración. Más allá de la más que innecesaria demostración de lo grandes que son, musicalmente hablando, del inesperado, por malo, trabajo de composición pero el magnífico sonido conseguido en el álbum, podemos referirnos a unas canciones que parecen un compendio de lo mostrado hasta ahora, a lo largo de sus casi diez años de carrera (madre mía, cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando publicaron “Periphery”, 2010), con escasas sorpresas (aunque “haberlas haylas" pero ninguna agradable) en nueve canciones de las que tan sólo tres de ellas aguantan verdaderamente el tipo ya que a partir de “CHVRCH BVRNER”, la cosa empieza a decaer…
El más claro ejemplo de ello es la inicial “Reptile”, casi diecisiete minutos, toda una apuesta de Periphery que, sin embargo, los lleva al naufragio más estrepitoso cuando no logran hacer creer al oyente la sensación de estar escuchando la misma canción sino una sucesión de varias diferentes. Mansur, Bowen y Holcomb en estado de gracia, es cierto, como Halpern y el citado Getgood, mientras que la voz cuasi-adolescente de Sotelo sigue sin convencerme porque es incapaz de darle el cuerpo que necesita y ese toque de agresividad que le vendría tan, tan bien a la música de Periphery. Aún así, hace lo que puede y así lo demuestra en la mejor del álbum, “Blood Eagle”, curiosamente la más agresiva y bronca de un disco que transcurre de manera progresiva entre el metalcore y el djent (ahora que todo el mundo parece renegar de él) hasta el pop pedorro. “Blood Eagle” suena brutal, una barbaridad en la que no ocultan sus orígenes y su legado, que por algo son Periphery y que concretan en la mencionada “CHVRCH BVRNER”, uno de los últimos destellos de auténtica genialidad gracias a las polimetrías de Halpern y, ahora sí, el acertado tono desquiciado de Sotelo.
A partir de aquí, el azúcar, el empacho, la muerte para el diabético, la sobredosis de melodía y dulzura, la manera de llegar a las nuevas emisoras digitales y colarse en los playlists de algunos de sus fans más tiernos; "Garden in the Bones" todavía conserva algo de su esencia, pero no la púber y adolescente "It's Only Smiles", el asalto a la banda sonora de la comedia americana más intranscendente, auténticamente vergonzosa en sus coros, su poca exigencia instrumental, el poco riesgo y el exceso melódico, la ñoñería, la puta ñoñería intolerable en una banda como Periphery. Tras semejante desastre es casi imposible recuperar el pulso en el álbum, “Follow Your Ghost” es quizá lo más genérico que podrían haber grabado, “djent de marca blanca”, de ese que está a punto de caducar y se compra a bajo precio y fuera de temporada. Mientras que “Crush” es de nuevo el descenso a los infiernos más rosas y aterciopelados, aquella por la que podríamos cortar las manos a Mansoor y emular la mítica portada de “Deathcrush” (1987) de Mayhem, con esa odiosa programación moderneta que sirve a Sotelo para creerse Justin Timberlake, como me lees, así es.
Como parece estar de moda en casi cualquier desastre musical, la banda intenta de nuevo recuperar algo de fuelle justo al final con “Sentient Glow”, pero es puro fuego de artificio, completamente impostado, como parece confirmar el penosísimo pop de “Satellites”. Podría mentirte, pero no es mi estilo; no lo compres, sólo merecen la pena las tres canciones con las que abre, el resto ni para apoyar la copa. Una pena que semejantes músicos pierdan el tiempo grabando estas canciones; ellos mismos se merecen más, no digamos nosotros…
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