No puedo escribir que algo en lo referente a un álbum me irrite porque habrá quienes lo lean y piensen que la crítica es negativa en su totalidad y sean incapaces de apreciar lo bueno de un disco, tanto como yo mismo lo hago; esos que cogen todo entre líneas, para los que sólo existe el blanco y el negro y, años después, te recuerdan todo, como si estuviese escrito en piedra. Grand Magus me parecen una gran banda, un trío solvente, tanto en el estudio, como en directo, pero cuando escucho la música que han grabado en los últimos años, hay algo en la voz de J.B. Christoffersson que logra el efecto contrario en mí. Sigamos aclarando posibles malentendidos; J.B. es uno de mis vocalistas preferidos, me gusta su tono rasposo, aguardentoso a veces, aguerrido y épico, ideal para las canciones de Grand Magus pero siento que ha cambiado en los últimos discos y hay cierto puntito de desidia en su manera de cantar. A lo largo de las canciones de “Wolf God”, serán pocas las veces que haya una inflexión, una subida o bajada de tono, algo de excitación (que alguien escuche “Iron Will”, por favor) en su forma de interpretar las nuevas canciones y es eso que me irrita y aseguraba al comienzo de esta humilde crítica, porque las canciones de Grand Magus tienen el nervio suficiente como para que Christoffersson se rasque la garganta de verdad, pero no ocurre. Es eso quizá lo que marca el punto de inflexión en una discografía casi inmaculada que pasó del doom menos recalcitrante a ese rock polvoriento pero heroico, casi atemporal, de naturaleza guerrera, medios tiempos y una épica -a veces impostada- pero que les funciona a las mil maravillas.
Así pues, “Wolf God” no presenta sorpresas, siendo tan sólo una continuación de “Triumph and Power” (2014) y, claro, “Sword Songs” (2016), discos muy disfrutables pero lineales, lejos de “The Hunt” (2012), “Hammer of the North” (2010), “Iron Will” (2008), “Wolf’s return” (2005) y “Monument” (2003), aquellos que sí considero el corpus central de su obra y los que debería escuchar cualquiera que quiera hablar o escribir de Grand Magus con propiedad, discos sobrios pero, al mismo tiempo, sabrosísimos, con energía y actitud; el imposible pero glorioso cruce de Clutch con Manowar (por poner un ejemplo tan descacharrante, como acertado, que seguro perdurará en la memoria del lector) y de los que, de manera sibilina, parecen estar alejándose no sólo en años, sino en reaños; que es muy diferente.
Treinta y ocho minutos, producidos por Staffan Karlsson (Arch Enemy, Spiritual Beggars, Firewind) que comienzan con una introducción orquestal verdaderamente bonita, a cargo de Nico "Dyngwie" Elgstrand, llamada “Gold And Glory”, y da pie a la homónima “Wolf God”, un toque doom pero un riff casi calcado al de “Iron Will”; una manera muy triste de comenzar el nuevo álbum, con la condescendencia y el autoplagio que Gran Magus, justamente, no necesitan. Menos mal que “A Hall Clad in Gold” y ese comienzo tan propio de Motörhead, además de algo más de ganas en la interpretación de J.B. vuelven a situar el álbum allá donde debe; Fox aporrea el bajo y Ludwig va a la zaga, hasta la tibieza de “Brother of the Storm” o, de nuevo, el plagio a sí mismos en “Dawn of Fire” en la que, al menos, el tinte dramático del estribillo y los coros nos logran hacer creer que es algo mucho mejor. Es una buena canción que Grand Magus resuelven bien pero, cómo no va ser así, si la llevan grabando casi veinte años…
“Spear Thrower” posee las maneras, ilusiona desde la primera nota, y la banda transmite toda la urgencia que la composición necesita, pero desaprovechan su impulso en el estribillo (¿por qué?), quizá uno de los peores y más fáciles de todo “Wolf God”. Pero salvan el tipo con “To Live and to Die in Solitude”, no sólo por su sonido y la interpretación de Grand Magus sino porque recuerda a esos discos que he mencionado antes, como si la banda hubiese reverdecido los laureles de su pasado y fuesen los de siempre, los de antes. Altibajos en un disco con canciones menores como “Glory to the Brave” o “He Sent Them All to Hell”, que lo hacen perder altura frente a una gloriosa, rápida y concisa, “Untamed”, con Ludwig tocando el cielo y la gran incógnita por saber por qué Grand Magus no han sido capaces de mantener este nivel a lo largo de todo “Wolf God”, un disco correcto con una bonita portada a cargo de Anthony Roberts, pero sólo eso, que nos muestra a una gran banda que parece afincada en un terreno cómodo y no quiere complicarse demasiado; haciendo del estancamiento su actual seña de identidad, así no…
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