Voy a reconocer, sin que sirva de prejuicio alguno para el álbum y la misma crítica, que venía con la escopeta cargada con “Ategnatos”, porque, a pesar de haberles disfrutado, Eluveitie siempre han representado lo peor y lo mejor del mundo del metal en mi cabeza; por un lado, la apertura de miras a otros sonidos que les han abierto las puertas al gran público y estoy seguro de que servirán también de banda de apertura para que muchos otros se introduzcan en otras infinitamente más auténticas y, por otro lado, ese tipo de banda de la que aquellos que no tienen ni la más remota idea de metal, llevan camisetas y lloran en directo. No olvidemos de que el folk, bien mezclado con el metal, puede producir excelentes resultados (“Spirit”, 2006) pero también auténticas aberraciones cuando se confunden los límites entre el metal, la cerveza y los jodidos acordeones (Ensiferum o Turisas). Además, ¿por qué no reconocerlo? En mi corazón, únicamente hay espacio para dos bandas en Suiza; Coroner y Celtic Frost. Pero, nada de eso tiene la mayor importancia en un disco magníficamente trabajado por la banda y el omnipresente Jens Bogren (Katatonia, Amorphis, Amon Amarth, Arch Enemy, At The Gates, Bloodbath y Opeth, entre otros miles…) y el morbo de saber cómo siguen funcionando tras la partida de Merlin Sutter, Anna Murphy e Ivo Henzi ya que aquel “Evocation II – Pantheon” (2017), sin llegar a ser un mal álbum, era un considerable bajón respecto a “Origins” (2014) y aquel con el que tenían que remontar el vuelo tras semejante espantada.
“Ategnatos”, la canción, con la que se abre este último álbum del mismo nombre, es una película en sí misma y sirve de carta de presentación; introducción hablada, primeros segundos repletos de épica, Nicole Ansperger y su violín entran con fuerza, coros y más coros, la guitarra de Wolf abre fuego y la voz de Fabienne Erni sirve de antesala al metal más potente con Chrigel Glanzmann dejándose la garganta. Si amas el folk metal mezclado con el death, esta es tu canción y también el verdadero espejismo de un disco que, siendo honesto, siento que se desinfla según avanza y que, por momentos, se hace incluso largo hasta llegar a su brillante final; no es casualidad, es el más extenso de Eluveitie hasta la fecha…
“Ancus” son diez segundos de introducción a “Deathwalker”, quizá una de las piezas más contundentes que los suizos hayan grabado en mucho tiempo, sin que sean capaces de olvidar sus raíces, como ocurre en “Black Water Dawn” y su bonita instrumentación, un auténtico diez en su acompañamiento y alternancia de voces entre Glanzmann y Erni, o ese torbellino celta que es “A Cry in the Wilderness”, quizá tras la que “Ategnatos” empieza a perder fuelle hasta el final. No es que el resto sean malas canciones, pero no a la altura de las anteriores, “The Raven Hill” no es más que la versión de la tradicional irlandesa “Óró Sé do Bheatha” y no sé qué me sorprende más si que nadie haya reparado en ello y lo mencione o el poco gusto de Glanzmann en su fraseo, estropeándola por completo. En un disco en el que, con el chiste folkie de cantina que es “Ambiramus”, se empieza uno a percatar de que hay demasiadas introducciones (“Ancus”, “The Silvern Glow” y “Trinoxtion”) o canciones que no deberían haber pasado el corte; “Pain Is The Fury” que huele a armario repleto de ropa vieja e incluso algunas más mediocres como “The Slumber” o “Breathe” que de no ser por Fabienne Erni y su preciosa voz elevándolas del resto, “Ategnatos” habría fracasado estrepitosamente.
Sorprendente es la participación de Randy Blythe de Lamb Of God en “Worship”, buena muestra de lo que Eluveitie son capaces de hacer aún sin mucha inspiración, como “Threefold Death” y su magnífica forma de rompernos la cintura con un auténtico cambio de sentido que funciona a la perfección, antes de “Breathe” en la que Erni, a pesar de resultar tan convincente como siempre, se acerca peligrosamente al territorio de Evanescence (algo que también advertimos en Sharon den Adel en “Resist” de Within Temptation) y un auténtico cierre de oro que es capaz de hacernos olvidar los puntos negativos de “Ategnatos”; “Rebirth” y la mezcla perfecta entre death y folk celta, entre Erni y Glanzmann, y “Eclipse”, como segunda parte de la anterior, dejándonos un gran sabor de boca y haciéndonos pinchar una vez más “Ategnatos”, logrando el milagro. No es “Spirit” (2006) o “Slania” (2008), posee tantas virtudes como desaciertos, pero convence y vuelve a situar a Eluveitie allá donde muchos ya no lo creíamos posible y eso es mucho decir, escribir…
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