Quiero pensar, no sé si para consolarme, que "Anesthetic" de Mark Morton es un álbum que sirve como válvula de escape para el guitarrista de Lamb Of God, una carta de su amor por la música y poco más, en el que no hay intención alguna de demostrar nada que no haya demostrado ya antes con la banda que le ha hecho mundialmente famoso y de ahí, y la ensalada de colaboradores, la naturaleza exótica de un álbum que no puede entenderse como tal sino como una recopilación de canciones, de pequeños experimentos de los que unos funcionan; mientras otros parecen de fogueo. Diez canciones de resultado desigual y en las que, a pesar de haber grandes invitados, no a todos les sienta igual de bien el traje. Quizá la mayor sorpresa fuese “Cross Off” con el difunto Chester Bennington, en la que nos encontramos que el cantante de Linkin Park sabía todavía rascar su garganta -aunque no demasiado, todo hay que decirlo- en una canción que a la postre resulta menor y en la que nos encontramos a un Mark Morton que, lejos de alejarse del territorio que mejor domina, disfruta disparando una y otra vez el mismo riff. Ese mismo que parece exprimir en “Sworn” con Jacoby Shaddix de Papa Roach al que, como a Bennington, produce cierto placer escucharle lejos de los derroteros que su banda ha tomado en la actualidad.
“Axis” podría ser un buen punto y aparte, es cierto que es un alivio escuchar una acústica tras dos canciones como “Cross Off” y “Sworn Apart” que, no nos engañemos; por mucho que las firme Morton, no pasan de ser dos composiciones correctas de metal genérico, de yogur de marca blanca. Sin embargo, lo mejor de “Axis” no es Morton y la poca imaginación de adornar de acústicas una canción cantada por el lobo estepario en el que parece haberse convertido Mark Lanegan, sino la misma voz de este; rota por momentos, resacosa y cruda, con grano y humo de cigarro, justo como más me gusta escucharle, lejos de -como en el caso de Bennington o Shaddix- lo que hace ahora mismo, no porque "Gargoyle" (2017) sea un mal disco, sino porque no es un gran disco o uno de esos en los que la voz más profunda de Seattle nos deje huella como sí ocurría en "The Winding Sheet" (1990), "Whiskey for the Holy Ghost" (1994) o "Scraps at Midnight" (1998). Canciones cuya gran virtud es recuperar a sus protagonistas y traerles de vuelta, sacarles de su actual zona de confort, pero en las que Morton, con libertad para la maniobra, parece menos imaginativo que nunca.
Justo lo contrario que ocurre en “The Never” en la que Chuck Billy de Testament o Jake Oni se sienten cómodos dentro de las coordenadas del guitarrista, pero son desaprovechados en la canción, como ocurre con el propio Morton en “Save Defiance” en la que, por adaptarse a la voz de Myles Kennedy (Alter Bridge, The Conspirators), parece más domesticado que nunca, perdiendo por completo su personalidad. Me gusta el sonido de su guitarra en “Blur”, cuando solea, no cuando se convierte en una masa de ruido blanco, pareciendo un ventilador, tras Mark Morales. Quizá, el experimento menos fallido sea “Back From The Dead” con Josh Todd de Buckcherry, no porque sea una buena canción sino porque a este se le siente en su salsa y termina por devorar a Morton, que queda en un segundo plano, lo mismo que en “Reveal” con Naeemah Maddox en la que, por fin, se aleja plenamente, con tino y más naturalidad, de lo que ha hecho durante el resto del álbum pero no termina de gustarme y rompe toda la dinámica de esta colección de canciones.
No obstante, el secreto mejor guardado de "Anesthetic" es descubrir la voz del propio Morton en “Imaginary Days” y pensar que, aún con menos relumbrón, el álbum habría ganado en personalidad si, en lugar de una pasarela de diferentes nombres, hubiese tomado él mismo el micrófono y se hubiese adentrado en su propio estilo, lejos de adaptarse a otras voces, o lo que hace con Lamb Of God. Pero, por desgracia, no parece la idea de Morton, cuando se despide con “Truth Is Dead” y la voz de su compañero Randy Blythe a dúo con la omnipresente Alissa White-Gluz de Arch Enemy, en un último número de metal en serie.
Lástima por la oportunidad perdida y la pequeña decepción que supone encontrarse con un disco que parecía algo muy diferente sobre el papel y tras los adelantos. Morton es un gran guitarrista, pero su genio evidencia que necesita de la virtud de los hermanos Adler, Campbell y Blythe en esa extraña química que parece darse en todas las grandes bandas, cuando todos poseen el talento, pero sólo unidos es cuando tocan el cielo.
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