Para entender correctamente la propuesta de Beast In Black o, mejor dicho, para discernir porque otros la disfrutan cuando uno es incapaz de ello, hay que tener tantas tragaderas como estar libre de complejos y saber digerir la ingente cantidad de ingredientes que ellos están también dispuestos a pasar por la túrmix en ese supuesto acto de libertad creativa que, en más de un momento, deviene en un auténtico batiburrillo de influencias cuya mezcla no siempre será de tan buen gusto como muchos de sus seguidores y ellos mismos seguramente creen. Si uno admite que “Berserker” (2017) no es más que la continuación de Battle Beast y que Kabanen, aparte de devorar mangas de Tetsuo Hara, no se ha complicado en exceso y ha dado rienda suelta a su mundo, sin contención alguna, y continuado todo allá donde lo dejó, aceptará sin problemas este “From Hell With Love” en el que el power metal más facilongo y de estribillos repetitivos en diferentes tonos se mezcla con coros de ABBA, versos repujados de Meat Loaf o Bonnie Tyler, teclados de los ochenta, sintetizadores de recreativas de 8 bits, baterías con sabor a PVC (Atte Palokangas sustituye a Sami Hänninen) y un amor natural por el pop más petardo y barato de Eurovisión que les convierte en firmes candidatos para representar la bandera de su país en la próxima edición de semejante anacronismo.
Desde “Cry Out For A Hero” hasta “No Surrender”, curiosamente; el principio y el fin de “From Hell With Love” y quizá las mejores del conjunto, lo que nos encontramos es el cliché del power-pop elevado a la enésima potencia, lo que no es algo malo cuando las canciones acompañan: no es el caso porque lo de Kabanen no puede calificarse como composición sino la unión de un estribillo tras otro, coros repitiéndose, teclados de americanas con hombreras (como la propia “From Hell With Love” o “Repentless”) y riffs de estudio, voces robadas a Agnetha Fältskog, Anni-Frid Lyngstad, Benny Andersson y Björn Ulvaeus (también conocidos como ABBA), como lo perpetrado en “Sweet True Lies”, o el regreso definitivo a los ochenta, sin necesidad de un DeLorean o condensador de fluzo que se precie, gracias a “Die by The Blade”.
Poco que decir del momento de la flauta en “Oceandeep”, haciéndonos creer que Nightwish son Cannibal Corpse o el riff de guitarra de Heikkinen por todas las cortinillas publicitarías del mundo, pareciendo más la apertura de un informativo que una canción y los varoniles coros del estribillo, esos que te harán crecer pelo en el pecho seas del género que seas, como “True Believer” te hará salivar durante sus primeros segundos, mientras esperas tus palomitas de maíz recién hechas, mientras el resto de la canción es un monumento al spándex, Jane Fonda y los teclados Casio de nuestra infancia, logrando que las comparaciones a Beast In Black lleguen al terreno del pop más inane con los actuales The Killers. Para el final, excluyendo “No Surrender”, nos aguardan los números finales, “This Is War” y “Heart Of Steel”, ocho minutazos de power pasado por el filtro de Duran Duran, tan auténticos y genuinos, tan arriesgados y rompedores, entrañando el mismo peligro que un patito amarillo de goma para la bañera. Me da igual lo que diga Tuomas Holopainen de ellos, que alguien me remate…
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