Como tengo mucha imaginación y he estado en alguna que otra situación de lo más extraña con él, puedo imaginármelo perfectamente pero, aún así, lo describiré para que el lector menos imaginativo tenga la oportunidad de visualizarlo: me encuentro sentado en uno de las extrañas, rancias y desgastadas butacas del ya extinto Madame Zuzu’s de Illinois, muevo la cucharilla en una humeante taza de té de guayusa con moras salvajes deshidratadas y virutas de chocolate negro de Mahali, mientras su dueño, también vocalista y guitarrista de Smashing Pumpkins, me escucha atentamente y presta atención a mi opinión sobre su último álbum, “Shiny and Oh So Bright, Vol. 1 / LP: No Past. No Future. No Sun.”. Estoy convencido de que el lector que ame a la banda de Chicago habrá sonreído porque de la escena descrita todo es posible excepto que Billy sea capaz de escuchar a alguien y preste atención a lo que cualquiera de nosotros tenga que decirle. Y, sin embargo, mi pequeño viaje como seguidor de The Smashing Pumpkins no ha estado exento de encontronazos con él y algún que otro desencuentro, tanto en persona, como virtual. Resulta chocante que alguien con su carrera y actitud tan distante, sea tan permeable a lo que un medio tan pequeño como este, un simple blog, tenga que decir de un disco suyo pero, aunque disfruté “Monuments to an Elegy” (2014) a Billy Corgan no pareció gustarle especialmente la crítica tras la insistencia y éxito en hacérsela llegar, tampoco le gustó mi acusación de vender discos firmados y negarse a un minuto de su tiempo en pleno centro de Madrid con una turba de dos seguidores de más de treinta años que educadamente le saludamos y así podría seguir porque, desde 1995 hasta ahora (auge y caída artística de Billy Corgan; de salas a grandes recintos y de vuelta a pequeñas salas) he vivido casi de todo con ellos.
Volviendo a la ensoñadora escena en su tetería de Illinois, Billy me escucha y represento a todos los seguidores que nos dejamos la vida en las primeras filas de la gira de “Mellon Collie” y llevábamos la camiseta de “Zero”, aquellos que nos dormíamos con “Siamese Dream” tras escucharlo en bucle todo el día y asumimos “Adore” y lo que vino después, pero Billy me escucha. Y, aún así, me resultaría terriblemente difícil explicarle por qué tras "MACHINA / The Machines of God" (2000), tan sólo ha habido un “Oceania” (2012) que haya superado sucesivas escuchas y, pese a ello, la manía de Billy de incluir sus canciones en directo en lugar de algunos clásicos, fueron suficientes para que una sala de apenas quinientas personas perdiese todo el gas.
Quizá, la mejor explicación sería recurrir a aquello intangible y el momento ya pasado, la inspiración o las ganas, la falta de norte pero Billy sigue teniendo un inmenso talento para componer grandes canciones “Knights Of Malta” o “Seek and You Shall Destroy”, en un álbum en el que el regreso de la formación original se ha visto empañado por la ausencia de D'arcy Wretzky pero la vuelta de James Iha y la primera vez que echaremos de menos el toque femenino en el bajo; sin Wretzky, sin Melissa Auf der Maur, Nicole Fiorentino o Paz Lenchantin en ZWAN. Pero quizá, tan sólo quizá (y digo esto mientras Billy me mira fijamente), el único culpable de la caída de Smashing Pumpkins es el mismo Corgan, siendo la cara pero también la cruz de la propia banda.
Sus demonios internos, su negativa a entender a la banda como un colectivo con diferentes talentos, sus proyectos musicales y la lucha libre, su constante deambular y el regreso a una banda y unas canciones de las que, en vez de disfrutar, parece renegar, le han pasado factura, convirtiéndole en una caricatura. Si el pop de altos vuelos que es “Knights Of Malta” fracasa es por la maldita repetición, igual que "Silvery Sometimes (Ghosts)" descubre el secreto de “1979” y su velado homenaje a The Cure, donde antes Corgan ocultaba brillantemente sus huellas en la arena, mientras que la falta de contención en "Travels" le resta impacto a su bonita melodía y sólo conseguirá bordarlo de verdad en “Solara”, cuando Corgan asume su posición y su gigantesca personalidad para acentuar las diferencias entre su mundo y el que nos toca vivir ahora mismo, no exento de gracia en su ironía y mordacidad.
Subidas y bajones de un álbum que podría haber sido delicioso, verdaderamente rico y exuberante, y en el que la banda vuelve a estar relegada como brillantes músicos de estudio, perdiendo altura en canciones menores como “Alienation” o "With Sympathy" que denotan un gran trabajo de composición, mal llevado al estudio y con las musas ausentes. En donde ni siquiera "Marchin' On" suena convincente cuando Billy es capaz de relinchar como sólo el sabe, dejando para la despedida, una de las grandes joyas de este “Shiny and Oh So Bright, Vol. 1”, que no es otra que "Seek and You Shall Destroy", unos Smashing Pumpkins maduros, que hacen gala de su estilo, sin necesidad de alargar el minutaje o perder un ápice de melodía, aunque las guitarras hayan perdido presencia.
Billy acaricia con parsimonia un azulado gato British Shorthair y entorna los ojos ante mis argumentos y la mención de “1979” pero tampoco es capaz de venderme el regreso de James Iha y un álbum de ocho canciones tan inconsistente, allá donde antes publicaban veintiocho y arrasaban en los festivales de todo el mundo. El tiempo, maldito cabrón, pasa para todos, Billy…
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