Odio parecer tan auténtico que la gente crea que va a cruzarse con Fenriz de Darkthrone en el próximo concierto que coincidamos y luego hiperventile cuando se encuentre con alguien que haría parecer Pete Doherty a Tolkien pero, amando a Paradise Lost y teniendo a “Resurrection Through Carnage” (2002) y “Nightmares Made Flesh” (2004) tan cerquita de mi corazón, “Grand Morbid Funeral” (2014) fue un disco de ruptura con Bloodbath. No dudo que todas esas chavalas que posan con él en Instagram tengan la razón. ¡Estoy convencido de ello, claro que sí! Pero algo se perdió por el camino y no me refiero únicamente a Mikael Åkerfeldt (por no mencionar a Swanö o Eriksson, sin menospreciar a Peter, porque lo hicieron antes de la partida del cantante de Opeth) y con él, o con la llegada de Nick, Bloodbath cambiaron para siempre, tanto que no me veo a mí mismo posando con cara de eterna tristeza, medias de rejilla y el vinilo de “Grand Morbid Funeral”, intentando parecer que tengo menos años de los que calzo, como si de un misario se tratase. Del ejercicio de estilo, de ese enésimo intento por recrear la magia del death, salieron dos discos tan resultones como los anteriormente citados (“Resurrection Through Carnage” y “Nightmares Made Flesh”) pero no puedo considerarlos clásicos propiamente dichos o que me hicieran revivir lo mismo que sentí al escuchar “Scream Bloody Gore”, “Seven Churches”, “Altars Of Madness”, “Cause Of Death” o “Like An Ever Flowing Stream”, quizá por la edad, quizá por el talento y la frescura que estos irradian, quizá por la creatividad, pero lo que hicieron Bloodbath, siendo loable, se quedaba en el intento, potente pero forzado.
Y, siguiendo esta línea, amando la guitarra de Tommy Vetterli, la primera fue en la frente cuando vi la portada de Eliran Kantor (nunca me cansaré de decirlo, un verdadero genio) a la que lastra la columna negra con el logo de Bloodbath y que tanto me recuerda a los discos de Coroner. ¿Algo buscado, simple casualidad? De cualquier forma, aunque tenga fuerza, rompe la atmósfera de la perturbadora pintura de Kantor y sí, el título del álbum resalta, pero también nos lleva a la obra de los suizos.
Producido por la propia banda y con un auténtico lujo de invitados, “The Arrow of Satan Is Drawn” es todo lo que podríamos esperar de estos Bloodbath 2.0. Pocas novedades respecto al también éxito que supuso su predecesor, “Grand Morbid Funeral”. "Fleischmann", escrita por Jonas Renkse (Lord Seth) de Katatonia, es una mezcla entre la crudeza e inmediatez del black metal, mezclado con Entombed y un poquito de Dismember, a partes iguales, con la voz de Holmes llena de grano y Bloodbath sonando más sucios que nunca. La negrura sigue con un black & roll magnífico, de la mano de Anders Nyström (Blakkheim) que se suelta y firma una de las mejores canciones del álbum, más si tenemos en cuenta que Jeff Walker de Carcass, John Walker de Cancer y nada más y nada menos que Karl Willets de Bolt Thrower (ahora Memoriam) prestan sus gargantas en una canción que, a pesar de la ensalada de amigos, suena como una pieza única.
Más agresividad e infecciosos riffs en "Wayward Samaritan" de Karlsson (aunque la canción parezca más cerca del speed que del death o cualquier subgénero que, de verdad, exude negrura) hasta una de las pequeñas cimas, “Levitator”, en la que Renkse hace cambiar de ritmo a Bloodbath y deberemos dar la enhorabuena a Holmes y su poderosísima voz y tono de ultratumba. Hasta dejarnos las cervicales con “Deader” y su ritmo trepidante pero algo ocurre a partir de "March of the Crucifers" que se nos corta el cuerpo, los armónicos de las guitarras y el pesadísimo riff que sirve de rítmica no ayudan demasiado a la composición más repetitiva de “The Arrow of Satan Is Drawn” o el hecho de que "Morbid Antichrist" robe el esquema de Slayer y lo brutalice o que "Warhead Ritual" no termine de despegar en una recta final en la que sólo se salva la maravilla que es "Only the Dead Survive" y su atropellado riff antes de que Bloodbath decidan finiquitar el álbum tirando de melodía en "Only the Dead Survive", nada en contra pero demasiado fácil para terminar sonando a unos Satyricon aún más edulcorados.
Quejarse de una banda como Bloodbath es ser demasiado puntilloso, querer sacarle punta a una buena producción y una plantilla de lujo pero, a pesar de parecer lo que no soy, en efecto, algo se perdió por el camino y no fue únicamente el bueno de Åkerfeldt…
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