Hace unos meses, pude intercambiar unas palabras con Karl Sanders de NILE, uno de mis músicos de death favoritos y le recordé la última gira de su banda que pasó por nuestro país, en la que compartieron cartel con los míticos Terrorizer. Una sonrisa de satisfacción se le dibujó en el rostro; “ha sido una gran gira con ellos” y no le faltaba razón. Acudí a la sala principalmente por ver el binomio formado por Sanders y un verdadero monstruo como Kollias porque de Terrorizer, aunque siempre fiables en directo, no esperaba gran cosa. Mi sorpresa fue mayúscula, no sólo sonaron dignos, sino que literalmente reventaron la sala y nos dejaron a todos boquiabiertos, no pudiendo hacer otra cosa que darle la enhorabuena a Pete Sandoval que tuvo el acierto y la humildad de mezclarse con los seguidores y atendernos a todos, tan grande sobre el escenario como lejos de él. El caso es que aquella última actuación de Terrorizer me dejó con la ilusión de que su próximo disco, este “Caustic Attack” que ahora nos ocupa, sonase tan crudo y directo, tan agresivo y contundente como lo que acababa de ver sobre las tablas.
Y, honestamente, no sé si es porque Sandoval, Harrison y Molina están en un gran estado o por la mano de Jason Suecof (quien también ha producido “Overtures of Blasphemy” de Deicide) que “Caustick Attack” puede considerarse el mejor trabajo de la banda de Los Angeles con permiso del eterno y mítico “World Downfall” (1989) de una carrera tan breve como irregular, con buenos intentos como “Hordes Of Zombies” (2012) pero también sonoros desaciertos, “Darker Days Ahead” (2006), para una banda cuyo nombre permanecerá escrito en la historia del metal y que, a lo largo de sus más de veinte años de carrera, debería haber dado más muestras de su genialidad. Es verdad que, como en muchos casos, los constantes cambios de formación y aquel hiato, además de la deserción de Jesse Pintado o la inestabilidad de Sandoval no han ayudado a que Terrorizer hayan podido tener una continuidad como se merecen, pero es precisamente Sandoval el que en “Caustic Attack” nos da toda una lección de fiereza y tecnicidad, siendo un gran batería como es; su trabajo es impecable y sorprende gratamente descubrir que no ha perdido ni su toque, ni su mala ralea en un álbum que respira puro y duro death metal. ¿Hay grind? Pues no tanto como se podría esperar…. “¡Esto es death metal!” -parece gritar Sandoval mientras nos mete una patada en el pecho, como si de Leónidas en Esparta se tratase.
“Turbulence” no podría haber sido titulada mejor, sus primeros compases a lomos de la batería de Sandoval son verdaderamente convulsos, tanto que cuando entra el entrecortado fraseado de Molina sentimos hasta un ligero alivio por el descenso de tensión. Pero, claro, “Invasion” nos nos dará tregua y, si lo que buscamos es un pequeño descanso, “Conflict And Despair” no es lo recomendado por ningún médico; el trémolo de la guitarra de Lee Harrison es una auténtica pulsión nerviosa que termina bajando las revoluciones con un riff grueso como pocos.
La ácida “Crisis” nos demuestra que Terrorizer van a lo suyo, ni ella, ni “Infiltration” o “The Downtrodden” pretenden reinventar el género, pero esa honestidad se agradece cuando lo que nos encontramos es a tres músicos con la suficiente experiencia como para sonar como cuatro y ofrecernos casi cuarenta y cinco minutos de auténtico subidón de adrenalina. “Trench Of Corruption” y “Sharp Knives” siguen el mismo esquema, ese por el cual, Terrorizer, arrancan la composición de manera más pausada para, en pocos segundos, encabritarse y recorrer dos o tres minutos con furia desbocada. “Caustic Attack”, la canción, suena atemporal; podría haber sido firmada a finales de los ochenta o primeros de los noventa y seguir sonando con el mismo encanto, Sandoval clavará su último minuto con la ayuda del rugido de Molina, mientras que “Poison Gas Tsunami” parece caer sobre nosotros con todo su peso y Lee Harrison desatará la furia de sus seis cuerdas en canciones tan acertadas e infalibles como “Terror Cycles” o, especialmente, “Wasteland”.
Si hace poco me hubiesen contado que Sandoval, tras sus desnortadas declaraciones en la prensa, sería capaz de firmar uno de los mejores discos de Terrorizer veinte años después de aquel “World Downfall”, no me lo hubiese creído. Pero esta es la grandeza del metal y unos músicos a los que, como guerreros dormidos, hay que tener cuidado con no darles la espalda. Muy grandes Sandoval, Molina y Harrison, pueden sentirse orgullosos de seguir sonando así y devolvernos toda la magia de un nombre como Terrorizer.
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