Evito leer críticas ajenas antes de enfrentarme a la hoja en blanco por aquello de no escuchar un álbum habiendo sido envenenado o, mucho peor, creyendo a pies juntillas que me encuentro ante la enésima revelación de una banda a la que creía en dique seco (no es el caso de Revocation, que nadie quiera leer entre líneas) pero, en esta ocasión, no he podido escapar de las opiniones de un amigo que, entre cervezas, me aseguraba que este “The Outer Ones” (el noveno álbum de Revocation) era el peor de la discografía de los de Boston. He de reconocer que volví jodido a mi casa y, de camino, escuchaba sus canciones, una y otra vez; intentando adivinar qué era aquello a lo que mi amigo se refería y me sorprendió una cosa; que hiciese tanto hincapié en que únicamente perdura David Davidson de la formación original y que asegurase que era más de lo mismo porque, tras haber escuchado este disco hasta la saciedad desde que me llegó el promo, ahora sé que ambos argumentos son una supina estupidez.
Mi amigo, al cual aprecio mucho pero nunca más haré caso en cuestión de gustos musicales, parece escapársele que Dan Gargiulo lleva ya ocho años acompañando a Davidson, Brett Bamberger seis y únicamente podríamos considerar a Ash Pearson como el recién llegado, tras tres años de girar con la banda y, por supuesto, grabar “Great Is Our Sin” (2016), cuyo único defecto fue la difícil posición de ser la continuación de “Deathless” (2014). A diferencia del compañero que escribió la crítica de “Great Is Our Sin” en esta misma web, considero a aquel como uno de sus mejores discos pero mi gran favorito siempre será “Chaos Of Forms” (2011) y, por mucho que algunos se empeñen; Revocation no han sabido, ni querido, grabar un sólo álbum mediocre en una discografía que no deja lugar a dudas que Davidson es un gran músico y compositor (sin querer entrar en absurdas comparaciones, a veces pienso qué habría sido de un músico tan inclasificable como Chuck Schuldiner si se hubiese tenido que enfrentar al apresurado y poco fundamentado juicio de miles de internautas que, en directo, se le hubiesen echado encima en cada una de sus obras; “Leprosy”, “Spiritual Healing”, “Human”, Indiviual Thought Patterns”, “Symbolic” o el criticado “The Sound Of Perseverance”)
Y si “Great Is Our Sin” dejaba el sabor de boca de ser la continuación de “Deathless”, en “The Outer Ones” se adentran de lleno en el terreno del death con tintes progresivos; no llega a ser técnico porque las canciones, sencillamente, no lo requieren y parecen haber sido escritas con otra naturaleza, pero sí que podríamos referirnos a este último álbum de Revocation como aquel en el que se sumergen por completo en el death de corte progresivo y parecen olvidarse por completo del thrash, algo que muchos seguidores echarán de menos, pero que a otros les sabrá excepcionalmente sabroso. Repiten con Zeuss y, pese a ello, “The Outer Ones” suena diferente, él conoce a la banda y ellos se ponen en sus manos, quizá no tanto por pereza o no querer evolucionar sino por una cuestión de confianza y, escuchando el álbum (piezas como "Blood Atonement"), uno entiende que así sea porque, sin querer sonar exagerado; produce auténtico placer sumergirse en él, en esa oscuridad viscosa y cósmica lovecraftiana (magnífico trabajo de Tom Strom tras el nefasto y manido ‘artwork’ anterior) por la cual no inventan nada pero, maldita sea, tampoco lo necesitan…
Davidson se deja la voz en "Of Unworldly Origin", mientras él y Gargiulo lanzan ruidosos riffs, uno tras otro; entre la crujiente distorsión de sus pedales y la fortísima manera de tocar de Pearson (3 Inches of Blood) que bajará la intensidad únicamente para acompañar el bellísimo solo de guitarra.
Son esos furiosos riffs los que alternarán con momentos más calmados y melódicos, pero igualmente ensoñadores, en "That Which Consumes All Things", en la que romperán el ritmo de las canciones con varios cambios de tempo. En "Blood Atonement" podría suponerse que es Gargiulo el que quiere llevar a la banda a otro terreno, pero ello sólo les hace profundizar, aún más, en su faceta más progresiva de una manera nada pretenciosa; que nadie se imagine larguísimos desarrollos en una canción que apenas dura cinco minutos y, sin embargo posee gran cantidad de pasajes en los que hay cierta influencia jazz pero quizá no tan forzada como la que Linus Klausenitzer aporta en los alemanes Obscura. El solo de guitarra vuelve a ser para quitarse el sombrero pero, honradamente, no sé qué me gusta más de la canción; si cuando Davidson y Gargiulo ‘riffean’, esos momentos de calma tensa o, por el contrario, cuando las guitarras parecen centrifugar.
"Fathomless Catacombs" no es especialmente imaginativa, pero logran crear la sensación de progresión en una canción en la que parecemos estar subiendo a gran velocidad y, aunque no haya violentos volantazos, nos hagan temer lo que se nos viene encima en cualquier momento. Es con “The Outer Ones”, la canción, en la que parecen rendir homenaje al sumo sacerdote supremo del horror cósmico que no es otro que el maestro de Providence, en una composición en la que, dentro de lo intrincado, la melodía es accesible y nos sirve para guiarnos a lo largo de sus casi seis minutos. “Vanitas” supone un pequeño valle pero siempre entre maravillosas guitarras, mientras que “Ex Nihilo” demuestra que se puede grabar una instrumental a un gran nivel técnico sin aburrir, sin caer en los clichés del género y sin que uno sienta que es puro relleno, como ocurre con otras bandas, siendo un excelente hilo conductor para la más intensa y oscura de todo “The Outer Ones”, "Luciferous" (también de Gargiulo) en la que Revocation practican un death con tintes de black que funciona a la perfección, mientras que "A Starless Darkness" echa el telón, cambiando de afinación y pegándonos el último revolcón, allá donde los Primigenios descansan.
El que quiera ponerle pegas a un álbum como “The Outer Ones” es porque sencillamente no conoce a Revocation en profundidad, poco le importa la música, cree estar de vuelta de todo o, mucho peor, no tiene ni idea. Davidson no ha firmado su mejor álbum, pero sí uno notable en una carrera todavía sin mácula.
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