Ahora que Twisted Sister parecen haberse despedido definitivamente tras su última gira con Portnoy ocupando el lugar de A.J. Pero y Dee Snider quiere continuar, tras la publicación de “We Are the Ones” (2016) y su tibio recibimiento, no tenía demasiadas oportunidades en una discografía en solitario tan parca como irregular y, tras escuchar este “For the Love of Metal”, da toda la sensación de que así seguirá por mucho tiempo, que el techo lo tocó con Twisted Sister y, por mucho que lo intente, parece condenado a no terminar de encontrar su propio camino a solas. ¿Estoy exagerando? ¿Acaso “For the Love of Metal” no es un buen disco? Lo es, es quizá el mejor de su discografía en solitario y un buen empujón tras el fiasco anterior (producido por Damon Ranger y Dee citando como influencias a Foo Fighters, Imagine Dragons o Thirty Seconds To Mars), un álbum musculoso y rocoso, pergeñado con la ayuda de Jamey Jasta (Hatebreed) y otros ilustres amigos como Charlie Bellmore (Kingdom of Sorrow), Joel Grind y Nick Bellmore (Toxic Holocaust), Howard Jones (ex-Killswitch Engage), Mark Morton (Lamb of God) y Alissa White-Gluz (Arch Enemy), en el que Dee cuenta con la pluma de otros (Jasta, fundamentalmente, junto a Nick Bellmore) que han escrito las canciones y él las interpreta hasta hacerlas suyas; la garra, la fuerza, las ganas y la vitalidad están presentes en su forma de cantar, Dee se deja el alma y ello se siente en cada una de sus estrofas, las vive y suenan desgarradas pero algo falla y es que, por mucho que las composiciones hayan sido escritas pensando en él, ninguna está a la altura de su leyenda; son buenas canciones, resultonas y atractivas, pero ninguna marca a fuego, no hay un sólo single que nos toque el corazón, resulte memorable o parezca haber sido escrito para ello.
Por otra parte, el gran fallo que le veo a “For the Love of Metal” es la producción; suena muy bien pero excesivamente actual y potente, hay demasiado esteroide y a Dee, aunque no le falten las fuerzas y siga siendo un prodigio y derroche energía, le sienta mucho mejor el hard rock con tintes levemente glam, el rock callejero con un poquito de rímel y carmín, las guitarras que tejen y no saturan, la batería que acompaña pero no se come la mezcla, el bajo que siente pero no retumba y en “For the Love of Metal” hay demasiada testosterona.
Echo de menos un estribillo para ser coreado en un festival, mini en alto, echo de menos una frase, un emblema, un solo de guitarra que destile sabor en un álbum en el que da la sensación que Dee ha querido dejar bien claro que “We Are the Ones” fue tan sólo un traspiés (cada vez que recuerdo canciones como “Rule The World”, “Crazy For Nothing” o la horrenda e innecesaria versión de “We’re Not Gonna Take It”, siento un desagradable escalofrío…) y que él sabe, tanto como el que más, sonar contumaz y aguerrido en estudio como sobre un escenario. En definitiva, Dee quiere su parte del pastel y confunde la forma con el fondo; “For the Love of Metal” suena brutal para un artista que no necesita de tal exhibición sino buen oficio y mejores canciones.
“Lies Are A Business” es un cañonazo, un arranque sin tregua; veloz, cortante y afilada, Dee nunca ha sonado tan agresivo y, aunque la canción no vale gran cosa, suena tan potente que nos convence, como “Tomorrow’s No Concern” (mucho menos imaginativa y repetitiva) o “I Am the Hurricane”, quizá la única con verdadera vocación de single (se nota la mano de Morton en la guitarra), es estropeada por ese toque metalcore de tercera (Light The Torch) y un puente cercano a Limp Bizkit (como en “Running Mazes”). Esfuerzos por sonar más actual, nada de lo que culparle, excepto por el aburrimiento (“American Made” o “Roll Over You”) hasta un “I’m Ready” más clásico que le suena maravillosamente bien y en la que se le siente mucho más cómodo, lejos de los exagerados coros anteriores, algo parecido le ocurre en “Mask” hasta el momento más metalcoreta de todos con “Become The Storm” y “Hardest Way” (con Jones en las voces y compuesta por Jasta y Logan Mader), o la balada metida con calzador, “Dead Hearts (Love Thy Enemy)”, que se encabrita hasta el medio tiempo para acabar en tierra de nadie y que si merece la pena es por escuchar el curioso dueto con Alissa White-Gluz, último aliciente antes de cerrar el disco con la mediocre “For The Love Of Metal” que no aporta nada en absoluto, únicamente minutaje.
Un álbum (con una horrenda y prefabricada portada, obra de Marcelo Vasco, todo sea dicho) que resulta tan impostado que escucharlo del tirón agota y la recompensa es de lo más rácana cuando el disco se acaba y no hay canción que perdure en nuestra memoria sino un batiburrillo de gruesos riffs, canciones impactantes pero sin calado, varoniles coros de pelo en pecho y la aburrida sensación de llevar escuchando lo mismo durante casi una hora. No es un mal disco, es sólo que no es el que uno espera de Dee; el coche tira, pero no es el suyo, tampoco el nuestro. Qué cierto es que el infierno está empedrado de buenas intenciones; no podemos señalar a Jamey Jasta, Howard Jones, o el resto de amigos, de semejante desaguisado porque todo parece hecho con el mejor de los propósitos pero sí a todos si ninguno se dio cuenta a tiempo y, por supuesto, a esos que nos venden “For the Love of Metal” como lo que no es…
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