Si hay algo que me fascina de una banda como Obscura (y de otras muchas, pero en especial de los alemanes) es su talento frente a sus respectivos instrumentos a pesar de su edad. ¿Recordáis cuando, hace no mucho, la gran excusa de un país como el nuestro (que nos ha dado tan poquitas alegrías en cuanto a metal a lo largo de todos estos años) era que no teníamos medios y que, si bien algunas bandas de nuestra cantera no habían triunfado como se merecían era porque no contaban con el equipo o el respaldo de una multinacional? Pues bien, todo era mentira o casi; lo que no había era talento. Cuando Slayer tocaron la eternidad con “Reign In Blood” (1986) tenían apenas veintipocos años. ¿Cuántos músicos de nuestro país son capaces de componer y grabar un álbum como aquel en pleno 2018? (muchos me dirán que ahora ya está todo inventado y cuesta más sorprender y ser original, seguramente lo mismo que pensaron Araya y King, Schuldiner, Van Drunen y Mameli, los hermanos Tardy o Di Giorgio hace treinta años y, aun así, no se rindieron y pelearon por ello). Hace tiempo se enarbolaba esa gran excusa del equipo, las multinacionales, los presupuestos y la distribución, pero ¿cuál es la excusa ahora? Pues que lejos del ejercicio olímpico del que somos testigos en YouTube con adolescentes que recorren a velocidades de infarto el mástil de su guitarra (a costa de no haber tocado otro mástil por las noches) o niños prodigio de seis años que ejecutan sentidas escalas de blues bajo la atenta mirada de unos padres de siniestra sonrisa, ahora que justo nos sobra el equipo y las horas para empaparnos de tutoriales en internet, nos damos cuenta de que lo que faltaba era talento, originalidad, trabajo y cojones.
Es por eso que Obscura me fascinan, desde un punto de vista técnico; Kummerer, Trujillo, Klausenitzer y Lanser, son olímpicos. En cuestión de originalidad no tanto, pero persisten en su búsqueda, se afanan en mezclar con sabiduría el progresivo con el death pero lo suficiente como para que no escuchemos larguísimos desarrollos metidos con calzador, recurren a los estribillos y la rapidez, al constante cambio para mantener la dinámica y hacernos creer que es más progresivo de lo que realmente es pero no tan cazurro como el death metal debería sonar, lejos de cualquier pretensión. Pensándolo bien, podríamos categorizar la música de Obscura como death metal técnico progresivo y, descomponiendo semejante etiqueta; nos daríamos cuenta de que ni son puramente death, como tampoco progresivo y tampoco tan técnico como para evitar nuestro disfrute y ser sólo aptos para el paladar de unos pocos; como digo, la mezcla está magníficamente proporcionada.
En contra, esta vez la producción me gusta menos (a cargo de Santura y la propia banda), mientras en “Akróasis” parecía más pulida y brillante, en “Diluvium” es más oscura, más opaca, cuando lo escucho en diferentes equipos y formatos (desde un vulgar streaming, un AAC, en CD o en vinilo) la sensación es la misma; como si me faltase un tercer altavoz, hemos pasado del glorioso y masivo sonido galáctico de “Akróasis” con el cual parecíamos capaces de dirigir nuestra nave contra el sol, para sumergirnos en las profundidades más oscuras de un perdido planeta del cosmos. Que nadie me malinterprete, me encanta “Diluvium” pero le falta sonar más, estar a la altura de Obscura, como intérpretes.
Caso aparte (y espero que el lector me entienda) es el grosor del acetato vendido por Relapse Records. De un tiempo a esta parte estoy notando que las bonitas ediciones en colores (huid de ellas como de la peste, ya que yo no puedo por coleccionismo; suena increíblemente mejor el vinilo negro) cada vez son más y más finas, como una oblea, como si el grosor fuese inversamente proporcional a lo espectacular del color.
"Clandestine Stars" sirve como entrante y nos descubre una canción razonablemente sencilla en una estructura que Obscura interpretan a toda velocidad. Kummerer está intratable mientras las guitarras de Trujillo no nos dan descanso y el bajo sin traste de Klausenitzer le confiere ese sentimiento jazzy que tanto me gusta. Con "Emergent Evolution" entramos definitivamente en calor, aún más directa, con un riff grueso y ese “Ugh” de Kummerer (se nota su única autoría en la composición) por Tom Warrior (aunque quizá abuse de ellos a lo largo de todo el disco), los coros nos confirman que estamos ante un álbum de Obscura y que venimos de “Akróasis” pero aquí, tras un breve puente, espolean a Lanser hasta que se desboca a la carrera.
En “Diluvium” se sincopan ligeramente, los estribillos nos devoran y el cuerpo central pertenece a la guitarra de Trujillo. La introducción en "Mortification of the Vulgar Sun" es sencillamente magistral, en una canción en la que hay melodía, agresividad, caos e imaginación, un viaje en el que parecen fragmentarse en cada una de los compases de la introducción de las estrofas para, acto seguido, zambullirse tras las acústicas y esos interludios tan refrescantes con el bajo de Klausenitzer llevando de la mano a la guitarra de Trujillo. Esa que junto a la de Kummerer derrochará pura magia en "Ethereal Skies", la voz parece crujir (más chirriante que nunca, algo que se siente en la agresividad de su forma de cantar en “Diluvium”. En "The Seventh Aeon", por ejemplo, parece estar más cerca que nunca del black) mientras Lanser nos hace mover la cabeza, me gusta el groove logrado y la alternancia con los arreglos sinfónicos de Trujillo, con la ayuda de Baumgartl, Klausenitzer y Santura. “Convergence” nos trae de vuelta el sonido más clásico de Obscura, ejerciendo "Ekpyrosis" de bruto contrapunto; mucho más sólida y contundente (mucha atención al trabajo de Lanser…)
La furia de "The Seventh Aeon", el doble bombo y las intensas guitarras de Kummerer y Trujillo (qué maravilla el bajo de Klausenitzer) nos empujan a la desbordante “The Conjuration”, rozando el caos, o quizá la mejor de todo “Diluvium”, "An Epilogue to Infinity", en la que parecen abrir una nueva ventana de cara al próximo álbum. Posee fuerza en cada uno de sus riffs, un estribillo accesible y pegadizo, resultando tan death como melódica, tan progresiva como técnica, además la unión de Lanser y Klausenitzer es sobresaliente.
“Diluvium” (2018) es más directo que “Akróasis” (2016) y, por ello, superior. Es verdad que el anterior esfuerzo era glorioso (sin ir más lejos, en esta página le dimos la máxima puntuación y así sigue pareciéndonos) pero lo que en aquel parecía forzado en exceso y es esa excesiva duración, a veces no justificada, en algunas de sus canciones y desarrollos, en “Diluvium” parecen haber rectificado, tomando lo mejor de “Akróasis” (2016) y Omnivium (2011) o Cosmogenesis (2009). De cualquier forma, buscarle pegas a cualquier álbum de Obscura es tan difícil que resulta un ejercicio de lo más absurdo. Enormes, como siempre…
© 2018 Lord James Tonic